CAPÍTULO 14

1869 Palabras
—¿Tienes una hija, mami? —preguntó María Fernanda y Airam la miró casi preocupada, sin poderle dar una respuesta, pues estaba con la cabeza en blanco. —Sí —respondió Julissa, intentando salvar a su amiga, pero siendo acribillada por la mirada de esta luego de dar semejante respuesta—. Tú. Airam sintió que respiró luego de que Julissa dijera eso, pero la siguiente pregunta de la chiquilla la volvió a dejar sin aire. —¿Y a quién le estás pagando? —preguntó la chiquilla, que claramente había escuchado que estaba pagando por algo. —A nadie, Mafe —respondió la cuestionada sin saber lo que debía decir, así que optaría por usar su mejor estrategia para que la chiquilla se olvidara del tema: distraerla—. Anda, lávate las manos para que me ayudes a empanizar el pollo. —Okis —respondió la chiquilla, caminando hasta el baño para hacer lo que Airam le pedía. —Necesitamos dejar de hablar de eso mientras Mafe esté conmigo —sugirió la maestra sintiendo su cuerpo sudar frío al ya no estar en peligro—, o de cualquier cosa. ¿Te platiqué que le contó al profesor de la primaria que no me gustan las toallas nocturnas porque se hacen bolas en mi trasero? Julissa asintió, volviendo a reír desaforada. Esa niña seguro que era ocurrente y le encantaba a la enfermera porque, antes de ella, Airam parecía casi muerta, y ahora siempre sonreía, aunque a veces muy avergonzada. ** La comida había sido hecha por las tres, como casi siempre, y las tres habían comido juntas cerca de las tres de la tarde, entonces Julissa se había ido a su casa para prepararse para su turno del trabajo, Airam ayudó a María Fernanda con su tarea y entre las dos limpiaron un poco la casa. Fernando llegó a con ellas pasadas las cinco de la tarde, entonces también comió lo que ellas prepararon. —Papá —habló Fernanda, acercándose a su padre en el comedor—. ¿Sabías que mamá tiene una hija? —¿De verdad? —cuestionó el hombre, tosiendo luego de atragantarse por semejante información recibida—. ¿Tienes una hija? —preguntó mirando a Airam, pero fue Fernanda quien respondió. —Si la tiene —informó la pequeña, terminando por sonreír divertida—, y soy yo. —Hijadelachi —soltó Fernando y Airam rio a carcajadas. Esa expresión tan poco elegante era una que le había transmitido ella sin intención de transmitirla, en realidad, pero la decía tan a menudo que resultó imposible que Fernando no la aprendiera. » Casi me da un infarto tu bromita —señaló el hombre, reprendiendo a su hija—. No vuelvas a hacerme algo así. María Fernanda sonrió y se fue, y Airam, dándole la espalda a Fernando, se mordió los labios. » Vaya susto me dio —explicó el hombre, poniéndose en pie y acercándose a la chica que lavaba trastes a un par de metros de donde él había comido. —¿Por qué el susto? —cuestionó la joven maestra, un poco incómoda por la reacción de ese hombre—. ¿Acaso tú puedes tener una hija, pero yo no? Fernando miró la seriedad en el rostro de la mujer que le hablaba, entonces no supo qué responder pues, al parecer, su reacción había sido malinterpretada. Definitivamente, no se refería a que ella no pudiera tener una hija, era solo que había un montón de implicaciones en ese tema que debía enfrentar en caso de ser cierto, desde una expareja hasta las razones por las que no tenía a la niña con ella. —¿Tienes una hija? —preguntó el hombre, entregando el plato que había levantado de la mesa segundos atrás que terminó de comer. —No la tengo —respondió Airam, tomando el plato y comenzando a lavarlo también—. Pero si la tuviera no sería algo de tu incumbencia, así que no entiendo que te saque de onda. —No me molestaría que tuvieras una hija —aseguró Fernando—, si la tuvieras, yo la querría como si fuera mía, igual que quieres a Fer. Lo que me saca de onda es la posibilidad de algún hombre que hayas amado en el pasado y te haya hecho tanto daño que por eso no quieres amarme ahora. —Ay, Fernando —se quejó Airam. Ese tema era uno al que le había sacado la vuelta por obvias razones durante mucho tiempo, y el hombre seguía sacándolo a relucir cada que encontraba la oportunidad. —¿De verdad no te gusto ni tantito? —cuestionó el hombre, abrazándose a la espalda de la mujer que había suspirado tras su respuesta. —Sabes que ese no es el problema —respondió Airam, que evidentemente se sentía atraída hacia ese hombre cuyo abrazo disfrutaría por un rato. —Entonces, ¿cuál es el problema? Explícame, porque no lo entiendo —pidió Fernando y Airam, un poco molesta de tener que hacerlo, se zafó del incómodo abrazo con que el otro la había atrapado. La joven se giró y miró fijamente al hombre frente a ella, uno que en serio le gustaba, pero del que no sabía qué podía esperar, además de un corazón roto a la larga, si es que se enamoraba de él. Era ella quien no entendía su capricho con ella. —¿De verdad te gusto? —preguntó la maestra y el hombre de cabello casi rubio le miró asombrado por medio minuto. La seriedad en el rostro de la joven presagiaba un inicio o un final, y, aunque le asustaba que fuera lo último, se aventuraría a apostar por lo primero. —De verdad me gustas —respondió Fernando, poniéndose serio también—. Me gustas muchísimo, me encantas. Quiero pasar el resto de mi vida a tu lado. —¿Por qué? —preguntó Airam, intrigada. Ellos se habían conocido el mismo día a la misma hora, y habían pasado exactamente el mismo tiempo juntos, así que estaba completamente segura de que no habían pasado ninguna cosa que lo hiciera querer pasar el resto de su vida a su lado, pues, con lo vivido, a lo mucho ella estaría feliz con solo compartir sus noches con él de vez en cuando. Y es que era así, Airam no tenía sentimientos especiales por ese hombre que, sí, definitivamente le gustaba físicamente, y le agradaba como persona, pero jamás lo había imaginado como la persona con la que quería pasar el resto de su vida. Y es que, a decir verdad, ella había asumido que no se enamoraría jamás, porque estaba tan asustada de ser mamá de nuevo que había descartado hacer una familia. —¿Cómo que por qué? —cuestionó Fernando sintiéndose en aprietos. Para ser sincero, no tenía en claro qué era lo que le encantaba de ella, porque cada cosa que descubría de ella le gustaba tanto o más que lo anterior. Es decir, la había amado en la cama, tanto que se moría por volver a tenerla en sus brazos, pero cuando la vio tratando con su hija le atrajo mucho más, y esa sensación aumentaba con cada cosa que hacía por Fernanda, que eran demasiadas cosas y todas buenas. Además, también le había gustado siendo ama de casa, porque la joven era muy buena cocinando y su comida era algo de lo que el hombre no quería prescindir; así que no sabía cómo explicarle todo eso a ella en una sola razón, tal como pedía. —Sí, Fernando —insistió Airam—. Soy una auxiliar educativa fingiendo ser maestra de preescolar a la que, si no hubieras apoyado, seguiría muriendo de hambre; además de que no tengo clase, soy una mujer cualquiera que se tropezó contigo una vez. ¿Tan buena en la cama soy? —Eres muy buena en muchas cosas —respondió el cuestionado, casi molesto por la manera en que la mujer había hablado de sí misma, una que sonaba casi despectiva—. Sí, me gustas en la cama, por supuesto, pero también me gusta la tú maestra auténtica que está enseñando a esos niños a ser mejores en este mundo que parece casi un desperdicio. » También me gusta la tú mujer sensible y humanitaria que se apiadó de un padre soltero y de su hija hambrienta de amor; y me gusta como cocinas, me gusta como sonríes, como hablas, como miras y como te esfuerzas en absolutamente todo lo que haces. —Está loco, Fernando —replicó Airam luego de que ese hombre la dejara anonadada por una fracción de segundo—. Ni siquiera me conoces bien. —Airam, conozco hasta el cajón de tu ropa interior —respondió el hombre y la manera en que la mencionada le miró le hizo saber que había dicho algo que no debía—. Fernanda me dijo que ahí estaba su pañuelo, no estaba. La chica suspiró y se rascó la cabeza con un poco de frustración. No es que le importara que él viera un puño de tela, se la había visto puesta más que un par de veces y tampoco le había molestado, era solo que ahora estaba perdida; tanto que ya ni siquiera sabía por qué rayos le había preguntado a ese hombre si ella le gustaba de verdad. —Lo que digo es que tengo un pasado, y puede ser uno malo —señaló la joven—. Tal vez no te guste la persona quien fui. —¿Y eso qué importa? —preguntó Fernando, extendiendo la mano para alcanzar la de la joven de pie frente a él—. A mí me gusta la tú de ahora, la que conozco y que sé cómo es, porque eres auténtica, estoy seguro de ello. Airam apretó los dientes y respiró profundo. ¿De verdad estaba bien comenzar desde ahí, sin tener en cuenta el pasado? No lo creía, Airam sentía que era demasiado bello para ser real, porque su pasado era en serio malo. Aunque no es como que le fuese a dar problemas. Y es que la joven maestra estaba convencida de que su hija no reaparecería a su lado, así que tal vez solo debía dejarlo ir para estar tranquila consigo misma. » Deja de hacerte líos en la cabeza —pidió Fernando, acercándose a la chica, pegando su frente a la de ella para poderle mirar muy de cerca, y que ella le mirara a él—. Solo acéptame a mí también. Es injusto que solo ames a Fernanda cuando yo te vi primero. Airam, que inició sin aire por la cercanía de ese hombre, terminó riendo divertida por el reclamo tan infantil que había tenido el hombre frente a ella. Tal vez estaba bien, igual ya estaba preparada para ser despedazada por ellos, entonces estaba bien entregarse por completo, tal y como él se lo pedía. Pero, por si acaso, intentaría no enamorarse demasiado, para, cuando fuera el momento de la inminente despedida, al menos tuviera la fuerza para salir por sus propios pies cuando la echaran de su vida.
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