Dócilmente el caballo mantenía un ritmo constante yendo entre el bosque. Mi mente seguía trayéndome lo ocurrido, desconcertada lo recordaba moverse en la oscuridad; lo hacía sin dificultad como si fuera una de las muchas sombras que se esconden en las penumbras. En contra de mi voluntad, me provocaba estremecimientos no sentirlo respirar ni una sola vez, ni percibir el latido de su corazón al estar tan cerca mi espalda de su pecho. Ante el desconcierto y la confusión: renacía una profunda desconfianza, pero mi razón se oponía a que me lanzara del caballo al reconocer que sin importar la manera que fuese me había librado del peligro. El deseo de indagar sobre mis incertidumbres, ganó, sobre todo. —¿Jon cómo es posible que aún esté con vida? No respondió nada, me ignoró completamente. E

