Curiosidad

1582 Palabras
Ramís contemplaba la gran ciudad de Dubái por la ventanilla de la limusina, por quinta vez visitaba el lugar. Había realizado muchos viajes hacia la ciudad pero claro sus motivos eran muy distintos a los de esos momentos. Anteriormente viajaba por motivo de trabajo, Dubái era un país muy rico para sus inversiones propinándole inmensas ganancias. Pero por desgracia en aquella oportunidad su visita era por otras circunstancias. En cuanto diviso el impresionante hotel donde se hospedarían por algún tiempo respiro profundamente. Sabía que hasta allí terminaría todo, la mujer que sería su esposa se encontraba albergada en ese hotel. Aún seguía sin agradarle la idea de un matrimonio arreglado, no sabía porque pero sentía muy dentro de él que aquella decisión era errada. Pronto la majestuosa limusina se detiene ante la entrada del hotel, la puerta es abierta por un joven quien se encargaba de atender la llegada de los clientes… Ramís bajo del coche en compañía de su madre para adentrarse en el hotel. Detrás de la limusina algunos coches también aparcaron, de estos se bajaron Bedual en compañía de la caravana perteneciente a la reina. Quienes también los siguieron. —Nos refrescaremos un rato y luego iremos a conocer a la princesa. Proclama su madre yendo de la mano de su hijo. —¡Como gustes madre! Contesta de manera neutra. A medio camino la familia real es conducida a sus respectivas habitaciones, incluyendo a sus seguidores. Ramís permanecía de forma impasible dentro del ascensor. Detrás de él Bedual junto con la dama de compañía de la reina  también iban en completo silencio. La tensión era pesada en la pequeña caja de cristal. El piso de la familia real era digno de ellos… el piso rojo aterciopelado, las rosas rojas naturales decoraban el pasillo en finas mesas de cristal. La arquitectura era exquisita y los retratos vanguardistas le daban ese toque real y sofisticado. —Iré a mi habitación madre, si me necesitas envía a por mí. Proclama el príncipe caminando directo hasta su suite. —Espero estés preparado para conocer a tu futura esposa. Sentencia su madre viéndolo marchar. Bedual junto con la mujer a su lado se inclinaron ante la separación de madre e hijo para luego seguirlos a cada uno. Ramís entro en su recamara aflojándose la corbata intentando respirar al fin. Era demasiado para él, se sentía un poco abrumado por todo lo que estaba pasando. —¿Arrepintiéndote? El príncipe escucha a sus espaldas. —Esto no es para mí, realmente no puedo hacerlo Bedual. —Pero debes, es tu deber. Siempre era su deber, todo se centraba en el “deber” pero que hay de lo que el sentía... El príncipe divisa su cama, parecía recién hecha y bastante cómoda. Esas sabanas de seda egipcia le daba ese toque tan encantador y cautivador. Se aproximó a ella pasando las yemas de los dedos por la tela sintiendo la delicia de ésta. En el medio de ambas almohadas había un pequeño ramillete de lavanda, lo que aromatizaba todo el lugar. Pensó que la persona que había aseado aquel lugar se había tomado sus molestias en dejarlo perfecto para su llegada. —¿Estás aquí Ramís? —¡Te he oído! Responde a secas. —¿Quieres ir a por un trago? El príncipe dejo el ramillete en la cama asintiéndole a su mano derecha. Necesitaba un poco de alcohol en su sistema, posiblemente le ayudara a sobrellevar las cosas que estaban por venir para esa noche. […] Luego de terminar de limpiar las dos habitaciones asignadas a modo de castigo. Marbiel y Lavanda se fueron directo a la recamara de a Amira. Quien no se encontraba en esos momentos en su suite. —Vamos a darnos prisa, ya es hora de nuestra salida. Como sigamos aquí trabajaremos más de la cuenta y sin que nos paguen. Se queja Lavanda. —Te recuerdo que esto es culpa tuya, estamos en este lió gracias a ti. Reprocha su compañera mientras le daba los últimos toques a la cama. —Si bueno, ya que. No podemos hacer más que… ¡Oh por dios! Marbiel ven a ver esto. Exclama la morena exagerando como siempre. —No tengo tiempo para eso Lavanda, será mejor que termines ese closet y salgamos de aquí antes de que llegue la señorita Dhabi. —Marbiel trae tu enorme trasero aquí. ¿Quieres? Contesta con voz irritada. —¡Rayos! De todas las amigas que pude hacer me toco la más loca. Rueda los ojos caminando hacia el closet. —¿Qué demonios quieres ahora? —¡Mira! La morena le muestra un hermoso vestido tipo árabe, color marfil con millones de pedrerías brillantes. Marbiel diviso aquel vestido de extravagante elegancia, no podía quitarle los ojos d encima. Era llamativo y a la vez tan conservador. —¿A que es precioso? Expone su amiga sonriendo. —¡Por dios! y parece de tu talla, Marbiel pruebatelo. —¿Qué? La chica sale de su estupefacción. —¿Te has vuelto loca? Ese vestido es propiedad de una clienta importante del hotel, ¿quieres que me echan de aquí? —¡Oh vamos! No pasara nada con que te lo pruebes. Ademas, ya hemos terminado con nuestro trabajo. ¡Mídetelo! Señala entusiasmada la prenda entre sus manos. —No lo voy hacer. Si tanto te emociona, pruébatelo tú. —No me queda, yo no lograría llenar este vestido. En cambio tú, con ese enorme trasero que tienes seguro que si lo consigues. La joven muerde sus labios, se sentía tentada a probárselo. Pero no podía hacerlo, estaba prohibido utilizar las cosas de los clientes… pero su amiga era tan insistente, que sospechaba que no se la iba a quitar de encima. —Lavanda, ¿no te basta con el castigo que nos han puesto hoy? ¿Todavía quieres más? La chica se pone con los brazos en jarras. —La verdad es que quiero vértelo puesto. Sonríe como niña chiquita. —¡Ahs! La chica rueda los ojos mientras niega. —Vamos Marbiel, al menos siente un poco de elegancia sobre ti. ¡Vamos! ¡Vamos! La joven brinca de la emoción. —De acuerdo, de acuerdo… ¿si me lo pongo dejaras de molestar? —¡Lo prometo! Levanta una mano. Marbiel toma la prenda entre sus manos, y de mala gana observa a su amiga como queriéndola asesinar… en el baño comienza la tarea de quitarse su horrible uniforme para reemplazarlo por aquel hermoso vestido. —No entiendo cómo es que diablos estoy haciendo esto. Refunfuñaba la mucama. —Siempre terminaba por convencerla de hacer locuras. —Un día de estos me terminaran despidiendo como idiota y me quedare en la calle. —Vamos Marbiel, date prisa. ¡Ya quiero verte! La voz de Lavanda se escuchaba del otro lado de la puerta. […] Ramís y Bedual abandonaban la habitación encaminándose hasta el ascensor… el príncipe iba muy distraído, su cerebro estaba a punto de hacer corto como si no encontraba una solución. —Tu itinerario es un poco apretado estos días. Tu madre me ha dejado una larga lista de todo lo que debes cumplir durante tu estadía en Dubái. —Si como sea, solo dime lo que hay que hacer y nada más. —Esta tarde tienes una cena con la princesa quien es tu prometida, luego de eso… —¿A quién pertenece esa habitación? Pregunta Ramís deteniéndose ante la puerta impecablemente blanca. —¡Eeeeh! Según este papel, es la recamara de tu prometida. —¿De verdad? Frunce el ceño. —¡Ramís! ¿Qué intentas? El príncipe da algunos pasos hacia la misma sintiendo bastante curiosidad por conocer a su futura esposa. Bueno quien no sentiría curiosidad. —¡Su majestad! Lo llama Bedual con respecto por que anticipa las intenciones de su rey. —Solo quiero verla Bedual. —No, está prohibido que la veas sin su caravana. No puedes verla todavía. —Sera un secreto entre nosotros tres, nade debe porque enterarse. —¡Su majestad! ¡Príncipe! Pero Ramís lo ignora tomando la perilla de la puerta para abrirla adentrándose en el apartamento de su prometida. […] Marbiel en cuanto termino por ponerse la última prenda encima admiro su cuerpo en el espejo del baño. La chica mordió sus labios en señal de apreciación. Su amiga tenía razón, ella llenaba aquel vestido. Sus curvas se acentuaban más de lo usual, le quedaba más que perfecto aquella joya… acaricio las piedras sobre la tela, era como estar envuelta en diamantes. —¡Rayos! Es hermoso. Exclama con voz queda. —Marbiel, sal de allí de una vez. Me estoy muriendo de la curiosidad por verte. — ¡Un momento! Habla con voz suave, como si fuera la dueña de aquel vestido y de todo el lugar. En cuanto sale al exterior de la habitación Marbiel se paraliza bajo el marco de la puerta divisando a una figura masculina parada en medio de la habitación.  La chica juro que su corazón se detuvo en el acto y pensó ¡ahora si estoy más que despedida! Pillo la expresión de su amiga quien había blanquecido de la nada, ¿y ahora que rayos iba hacer? La habían descubierto utilizando la ropa de una clienta. Marbiel se asustó, porque sabía que la culparían de hurto y hasta podría parar a la cárcel y no era para menos con aquel vestido se podría comprar una casa. 
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