II

2260 Palabras
Charlotte.   Tamborileo la mesa con los dedos mientras papá hace su pedido al camarero. Tengo la boca seca y no dejo de morderme el interior del labio. Cosas como estas son un claro indicio de que no soy buena siguiendo las indicaciones del Dr. Rewnall. Miro alrededor, intentando distraerme. El lugar es enorme, hay cientos de mesas, con familias o parejas por aquí y por allá. Este restaurante se especializa en la comida árabe, y a mi padre le encanta. Yo no soy muy fanática de lo extravagante que son los platos, pero no siento que valga la pena quejarme por ello. En un intento desesperado por no tener la boca como el desierto del Sahara, bebo el vaso de agua que está frente a mí. Me relamo los labios al terminar y observo al camarero retirarse.   -      ¿Cómo estuvo su primer día de escuela? – papá sonríe en grande y nos mira a Timmy y a mí. Tim está muy afanado con su teléfono por lo que decido responder yo. “Actúa normal” me pido a gritos en el interior. -      Estuvo muy bien – respondo encogiéndome de hombros. – ¿Nos has invitado la cena para celebrar el inicio de clases? -      Bu-bueno… – balbucea. – Sí, en parte sí. -      ¿En parte? – pateo a Timmy por debajo de la mesa y pega un salto disimulado, me mira con atención y guarda su teléfono. A pesar de que lo esconde bastante bien, mi hermano es muy listo. -      Sí, la verdad hay algo que quiero compartir con ustedes – sonríe mi padre. Tim desvía la vista, ambos sabemos de qué se trata, y a ninguno le gusta demasiado la idea. -      ¿Compraste un coche nuevo? – bromea mi hermano. -      Eso me vendría bien – ríe papá, con evidente incomodidad. – Pero no, no es eso… -      ¿Y qué es entonces? – quiero que lo diga, quiero escucharlo salir de sus labios pronto. -      Iré a trabajar a la Universidad Humboldt… en Berlín. Se ha pedido mi traslado lo más pronto posible.   Me quedo helada unos segundos, Timmy traga saliva sonoramente y mi padre desvía la vista a su plato vacío.   -      ¿Por cuánto tiempo? – decido romper el hielo, con una voz amable, porque realmente no quiero que sienta que lo odiaremos por esto, porque no es así. -      Es indefinido – hace una mueca. – Seré el decano de la facultad de lenguas. Ya está todo listo, tomaré un avión en dos días. Lamento no haberlo mencionado antes, todo esto ha sido muy repentino, pero es una oportunidad que no puedo dejar pasar. Es una universidad muy prestigiosa. -      Berlín está bastante lejos – hago un esfuerzo para que mi voz suene tranquila. -      Pueden visitarme en Navidad – dice con una mirada sincera. – Solo deben llamarme y compraré boletos de avión. -      Faltan meses para Navidad – dice Timmy con los ojos rojos por las inminentes lágrimas. -      Y créanme cuando les digo que no quiero dejarlos, que son lo más valioso que tengo, pero esto nos servirá a todos. El dinero que me pagarán es el doble y… -      Ya ganas una cantidad enorme de dinero, papá, trabajas en la NYU. – exclamo con la voz temblorosa. – No nos hace falta nada. -      Charlotte – me mira y toma aire profundamente. – No es solo por el dinero, y por las cosas que puedo conseguirles a ustedes, para que vivan los más cómodos posible, es también una oportunidad de trabajo increíble. – se detiene un minuto. – No puedo dejarlo pasar. – se voltea a mirar a mi hermano, quien sigue luchando contra las lágrimas. Si esto hubiese pasado hace seis meses atrás, nosotros estaríamos haciendo sus maletas, pero en todo este tiempo nuestra relación ha mejorado muchísimo, ahora hablamos, pasamos tiempo juntos y reímos, los tres, como una familia un poco rota pero… una familia al fin y al cabo. Y estamos acostumbrados ya, a esto, a cenar juntos a llamarnos para dar las buenas noches, a abrazarnos sin motivo, y duele, duele tener que dejarlo ir. – Volveré – dice con la voz rasgada. – Lo prometo, solo que no sé cuándo, pero volveré.   Con un sabor amargo en la boca, asiento y busco apoyo en Timmy, a pesar de que no me agrada la idea de que nuestro padre se vaya tan lejos, no podemos reprimirlo, sería muy egoísta de nuestra parte.   -      Está bien – sonrío por fin. Timmy suspira. – Es importante para ti. -      Vamos a extrañarte un montón. – admite mi hermano con la mirada triste. -      Más les vale visitarme en Navidad – sonríe mi padre, evidentemente aliviado y feliz. —o—   Reviso mi móvil una vez más antes de entrar cafetería de la escuela. Hago una mueca. Connor no contesta mis llamadas, ni las de Chris, quien me envió un mensaje muy temprano, expresando su preocupación. “¿Dónde estás metido, Connor?” pregunto para mí mientras intento alejar cualquier idea aterradora de mi cabeza.   Veo a Evan acercarse a mí, con una sonrisa en el rostro y… Kristen, su novia, de la mano.   -      Hola – los saludo a ambos. Kristen suelta la mano de Evan y me da un abrazo. Es una chica dulce, con mucha energía y me agrada, pero no somos taaaaaaan íntimas amigas como para que me salude con un abrazo. Pero así es ella, muy afectuosa. -      ¿Cómo estás Charlie? – dice con una sonrisa. -      Excelente. – digo intentando sonar convencida. Evan reconoce mi tono de voz al instante. -      Kristen, ¿Nos das unos minutos, linda? – besa la mejilla de su novia, quien entiende perfectamente que debemos hablar él y yo. Lo genial de ella es que nunca se ha puesto celosa, y respeta nuestra amistad… ¡Es de esas chicas en peligro de extinción! -      Está bien – dice asintiendo con la cabeza. -      ¿Y esa cara? – dice Evan con una ceja alzada, en cuanto su novia atraviesa las puertas de la cafetería y se pierde de vista. – Es solo el segundo día de escuela, no puedes estar tan mal. – bromea. -      Connor no contesta mis llamadas… -      No seas una novia controladora – rueda los ojos. -      Chris me envió un mensaje esta mañana – explico. – Tampoco le responde a él. Dice que no lo ha visto hoy en la universidad, y está preocupado. Además quedamos de hablar ayer por la noche y nada… -      Quizás se quedó dormido o algo, de seguro está bien, Charlie – me anima. -      Bien – suelto un suspiro, en lo que alguien nos interrumpe. -      Disculpen – dice con voz grave y amable. Levanto la vista y me encuentro con un chico algo más alto que Evan, de cabello n***o, piel blanca con algunas pecas claras y bonitos ojos color miel. Siento un revoltijo en el estómago y las piernas me flaquean un segundo. ¡Es guapísimo! Sacudo mi cabeza, intentando dejar a un lado ese hecho…– ¿Ustedes son de quinto? -      Sí – responde Evan con una sonrisa. – Tú eres el chico nuevo, Adam, ¿Verdad? -      Adam Frisinghelli – le da un apretón de manos a Evan. -      Evan Collins. -      Charlie Rockwell – digo en cuanto él toma mi mano y la sacude suavemente. Un escalofrío me recorre el cuerpo. Su mano es cálida y suave. – Tu apellido es italiano, ¿No? – comento antes de pensármelo. Él suelta una risa muy melodiosa. -      Mis abuelos son italianos – sonríe de lado. Sus dientes son muy blancos y parejos. – No quiero molestarlos, pero… ¿Puedo sentarme con ustedes en el almuerzo? Los he visto en todas mis clases y pensé que quizás… -      De acuerdo – sonrío. – No hay problema, ven con nosotros. – Evan me mira extrañado pero no dice nada, así que los tres entramos a la cafetería. -      Oigan, yo tengo que almorzar con Kristen, lo siento – dice Evan deteniéndose de pronto. Mira a Adam y luego me mira a mí, con una mueca. – Pero ahí viene Fred. – apunta a nuestras espaldas, y es efectivo, ahí está con una sonrisa dentada acercándose a nosotros. -      Hola – saluda contento. -      Hola, soy Adam – se presenta nuestro nuevo… compañero. -      Yo soy Fred. ¿Eres nuevo? -      Sí, Evan, Charlie y yo somos compañeros – dice Adam. -      Bienvenido. – suspira. – Tengo que almorzar con el equipo de Fútbol. -      ¿Desde cuando eres parte del equipo? – frunzo el ceño. -      No lo soy – se encoje de hombros. – Pretendo serlo, uno de mis amigos está dentro y me ayudará a ser parte. -      Suerte – suelto una risa. -      Nos vemos – dice alejándose. -      Nos vemos – dice Evan dándose la vuelta y sentándose frente a Kristen.   Me relamo el labio y pienso en lo tonto que fue aceptar que Adam almorzara con “nosotros” cuando “nosotros” soy solo yo… En cualquier caso, es mejor que almorzar sola.   -      Creo que somos solo tú y yo – me sonríe tímidamente. -      Sí – digo mirándolo a los ojos. Sus pestañas son negras y sus ojos son grandes y color oro. – Ven, hagamos la fila. Te presentaré a algunas personas. -      Genial. – me sigue hasta que nos ubicamos detrás de Maia, una chica de mi clase de Literatura Anglosajona. -      Hola Maia – la saludo. -      ¡Hola Charlie! ¿Qué tal el verano? – dice mostrando sus frenos de metal, en una sonrisa amigable. -      Genial. ¿Conoces a Adam? Es nuevo – le lanzo una mirada al chico a mi lado, quien alza la mano para saludar. -      Soy Maia, un gusto. -      El gusto es mío Maia – responde él. -      ¿De dónde vienes? -      Washington D.C. A mi padre lo trasladaron hace un mes. -      ¿En qué trabaja tu padre? – ladeo la cabeza. -      Es profesor universitario. -      El mío también, es Decano de la facultad de Lenguas en… – me detengo recordando que se irá a Alemania. – la Universidad Humboldt de Berlín. -      ¿En serio? – dicen Maia y Adam al unísono. Suspiro. -      Sí, bueno. Lo será este año. Hasta Julio fue decano en la Universidad de Nueva York. -      Me suena a que es un hombre importante – dice Adam. -      Susan, mi hermana, estudió lenguas extranjeras en la NYU – comenta Maia. – Bajo la dirección de tu padre. Dice que el programa de estudios es excelente, qué pena que ya no trabaja ahí. Hago una mueca, Maia se distrae hablando con sus amigas y Adam me da un pequeño empujón.   -      Pareces triste – dice con una mirada amable. -      Yo lo definiría como… nostalgia – suelto una risa dolorosa. –  No quiero que mi padre esté tan lejos, es todo. -      Comprendo – sonríe. – Por eso me vine con el mío a Nueva York, mis hermanos y mi madre se quedaron en Washington. -      ¿No vas a extrañarlos a ellos también? – ladeo la cabeza y la fila avanza hasta llegar a las bandejas para la comida. -      Sí, pero no iba a dejar a mi padre venir solo. – responde Adam. Cojo una hamburguesa con queso y la pongo en mi plato, él imita mi acto. -      Eso es muy considerado de tu parte. -      Debo admitir que también quería vivir aquí desde que tengo diez años. – suelta una risa. – Nos beneficia a ambos.   Él sigue hablando sobre cosas superficiales; como de lo mucho que le gusta el Central Park, lo mucho que ama viajar y sobre su perro, Gregory. Adam parece una persona realmente feliz, mantiene esa sonrisa en su rostro en todo minuto, no hace malos comentarios sobre nada, no se ha quejado… mientras más habla más me convenzo a mí misma de lo genial que sería ser tan optimista todo el tiempo.   -      Casi no has tocado tu hamburguesa – dice extrañado. Estamos sentados frente a frente en una mesa junto a la ventana de la cafetería. -      No tengo hambre – hago una mueca. -      Amo demasiado las hamburguesas como para no tener hambre cuando veo una. -      A mí me pasa con la pizza – suelto una risa. -      Podríamos ir por una… algún día, si quieres. – comenta con su vista pegada a la mía. -      Suena bien – asiento con la cabeza. – Podríamos invitar a Evan y a Fred. Así pueden conocerse y… -      Yo me refería a salir contigo nada más, como en una…cita. – desvía la vista. – Pero… – me sonríe, mientras mis mejillas comienzan a arder. – Está bien, me gustaría conocer a Evan y Fred.   La campana suena y todos en el comedor comienzan a salir. Todavía estoy algo aturdida por su invitación, pero por alguna razón estúpida ni siquiera puedo hablar, porque siento que si lo hago balbucearé algo tonto. En cambio, le dedico una sonrisa.   -      ¿Qué clase tienes ahora? – digo poniéndome de pie y tomando mi bandeja. Él me sigue. -      Biología. – responde mientras deja su bandeja sobre la mesa de depósito. Salimos del comedor con varios estudiantes que corren a sus casilleros. Me relamo el labio mientras siento un cosquilleo en el estómago. -      Igual yo, ¿Te sientas conmigo? – pregunto casi sin pensármelo. Él asiente y juntos caminamos al salón de clases.  
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