DIECINUEVE

1502 Palabras
Aiden y yo pasamos toda la tarde juntos, no me había movido ni siquiera para ir al baño, lo sentía como el mejor día de mi vida. Le ofrecí quedarse en casa, al menos hasta que cesara la lluvia, o estuviera lo suficientemente calmado para que se suba a su auto, igual rezaba porque nunca parase, quería que se quedara, aunque aún no tenía las agallas suficientes para decírselo. Busqué a Sabrina, y no estaba en la casa, la llamé y tampoco respondía, así que sólo le dejé un mensaje, me dio paz que le hubiese llegado y seguí el camino a la cocina con Aiden detrás. ―Parece que estamos solos ―di como primer aviso ocultando una sonrisa, llevaba todo el rato molestando a Aiden, el pobre parecía que no podía controlar sus instintos, aunque sí que lo había hecho bastante bien― ¿Algo en específico? ―cuestioné abriendo las puertas de la nevera. ―¿Aparte de ti? ―oh, así que ya quería jugar. ―Algo que puedas digerir ―me di la vuelta quedando de espaldas a la nevera, él avanzó uno par de pasos. ―En ese caso, lo que quieras está bien. ―Te estoy dando la opción de elegir, aprovéchala ―entrecerró los ojos mientras una sonrisa ladeada se iba dibujando de a poquito en su rostro. ―Ivvana... ―¿Ajá? ―tiré mi cabello hacia atrás así mismo avancé para acortar tanta distancia. ―¿Qué me puedes ofrecer? ―Aparte de mi ―cité― pasta, alguna carne, tacos... Le sonreí nuevamente. ―¿Lasagna? ―Lasagna será. Empezamos lavando y sazonando la carne, el chico se ofreció a ayudar, por lo que sabía que avanzaría pronto, el muy idiota se sacó la camiseta porque según tenía calor, y yo muriéndome de frío. En una media hora de jugueteos y bromas ya teníamos lasagna preparada, esperando a que se caliente el horno para meterla, porque claro, los dos chefs no lo pensaron antes. ―¿No es mejor entrarla y que se caliente ahí dentro? ―¿Tienes frío? ―¿Qué? ―¿Qué? ―Solté una carcajada bastante ruidosa que me robo casi todo el aliento. Pasé de la mirada desaprobatoria de Aiden y, con su ayuda, metimos nuestra cena al horno. Por otro lado, nosotros decidimos esperar ahí mismo― ayúdame a subir. Le extendí los brazos y él me levantó como si tuviera el peso de una pluma, me acomodé en el desayunador y cuando se quiso separar de mi, atrapé su cuerpo con mis piernas, sus manos se apoyaron en mis muslos y yo lo atraje envolviendo mis manos en su cuello. ―No ayudas en nada, eres mala. ―Soy muchas cosas, Aiden ―dejé salir antes de besarlo. Algo tranquilo, nada subido de tono, sólo un beso de dos personas que se gustaban mutuamente, las manos de mis muslos subieron a mi cintura y me presionó contra él haciendo que un sonido involuntario abandone mi boca. Él se detuvo el beso sin romper el contacto, sus ojos estaban en contacto con los míos. Escondí mi cabeza en su cuello y nos quedamos así por unos minutos. Se sentía tan bien estar abrazada a él, podía quedarme así por siempre sin problemas. ―Quiero invitarte a una cita ―soltó de la nada, me separé de él con una gran sonrisa. ―Creí que nunca lo dirías ―rió. ―Tú también pudiste haberme invitado. ―Prefiero dejar que eleves tu energía masculina, además soy chapada a la antigua. Aiden ignoró mi comentario, me ayudó a bajar del desayunador y volvimos a mi habitación cargando toda la bandeja de lasaña, excepto un pedazo que saqué para Sabrina, en caso de que le diera por aparecer. Jamás iba a poder superar ese día con él, el mejor día de mi vida. *** Tres días habían pasado desde mi día con Aiden, obviamente me había visto con él en todos. Me buscaba a la casa, me dejaba en la universidad, y así, me traía devuelta, hasta pospuse la necesidad de comprarme un auto, si ya tenía mi propio chófer. Terminé de alistarme con unos jeans, camiseta y convers. Até mi pelo en una coleta, agarré mi mochila y salí a la calle. Sabrina aún dormía, me había dicho que su clase empezaba después del medio día, y Aid tampoco podía llevarme, según tenía algo para ese día. Empecé a caminar hasta salir de la zona privada en que vivíamos y así poder encontrar un taxi o algo. Tendría que volver a hacer las cuentas para considerar lo de comprar un auto. Todos queríamos crecer y ser adultos de esos que aparecen en las películas newyorkinas que sólo se dedicaban a ganar una fortuna por ejercer en lo que les apasionaba, viajar como si su trabajo no fuera una necesidad y salir con sus amigos siete noches al mes. Era una locura, ¿Quién no quería eso? Dándole vueltas a temas como ese, llegué hasta la parada del autobús, aunque tomé un taxi, y unos muy largos minutos después, ya estaba en mi primera clase del día. Observé fijamente las expresiones de mi maestra de dominio escénico sin prestar mucha atención a sus palabras, siempre que estaba en esa clase me preguntaba cuál era la razón por la que gesticulaba de esa forma tan exagerada o si no le dolían los músculos de la cara luego de una clase tan intensa. —¿Está todo claro? —¿Qué, cómo? ¿qué debía estar claro?— si tienen alguna duda, este sería el momento perfecto para dejarlo saber —obviamente levanté la mano, creo que dejé de escuchar a los quince minutos de clases, y llevábamos cuarenta y cinco— ¿sí? Ya me acostumbraba a las decenas de pares de ojos de estudiantes sobre mi. —Es una recomendación, ¿puedo? —Claro, adelante, es bienvenida. —Bien —me erguí— estaba pensando en que, cuando ponga las asignaciones aquí, si le resulta viable, podría dejarla por escrita en el grupo de w******p, así nadie tendría excusas y todos podríamos leer cuando perdamos el hilo de la asignación. Very Clever, Ivvana. Aguardé por la respuesta positiva de la maestra, o estaría perdida. —Me gusta que seas tan activa, Ivvana, y que tengas la valentía y la libertad para esto, es lo que queremos lograr, serás una gran relacionista pública. —Gracias —sonreí orgullosa. —Pero no estamos en la secundaria, esta es la universidad. Yo necesito que desarrollen la escucha activa y la comprensión, lo más que puedo hacer por ti —me miró y luego pasó la vista al resto del curso— es volver a repetir la asignación. ¿Está bien? Asentí abochornada, pero no me importaba tanto, había logrado lo que quería, la maestra me había destacado y además en cada clase alguien salía avergonzado, cada vez que el anterior, pero el mío no había sido peor que ninguno. —Claro, eso me parece bien —creo que mejor debí estudiar cine y actuación. Salí de la clase cuando esta hubo acabado para reunirme con Helena en la puerta del salón, sí, tomábamos juntas esa clase. —¿Otra vez? —preguntó rodando los ojos con diversión. —Es que me cuesta enfocarme en otra cosa. —Pues te recomiendo que vayas aprendiendo a hacerlo. —Bueno —me di por vencida, quizá si cerraba los ojos y sólo me enfocaba en su voz, podía ser receptora de la información que verdaderamente importaba. —Bien, igual sabes que me tienes a mi, ¿verdad? —asentí conmovida— solamente que no estaré para siempre, ¿ok? debes dejar de ser una loca distraída y enfocarte. —Bien, mamá, lo haré, te lo prometo. —Confío en que sí, entonces nos vemos en el almuerzo. —¿Retiraste tu clase de... —Sí, no me lo recuerdes, adiós —respondió antes de irse muy rápido. Hice lo mismo, no podía estar llegando tarde a clases. Nada emocionante había impactado mi vida, en ese momento justo me llegaron recuerdos de mi último día con Aiden, claro que era un chica bastante sexy y era muy suertuda por tenerlo de mi lado, pero me preguntaba si tenía planes a futuro, si veía un nosotros o era solamente un gusto pasajero que quería disfrutar. Desde luego que era una sobre pensadora, ¿por qué me auto mutilaba? está bien que deseaba con todo mi ser que ese chico se dignara a pedirme ser su novia, y también sabía lo que merecía; pero, ¿estaba muy mal si sólo disfrutaba el momento como quizá lo estaba haciendo él? En lo particular, no creía que estuviera quitándole valor a mi persona si hacía cosas con chicos sin estar atados bajo una etiqueta sentimental pública, ¿estaba en lo correcto? no tenía una puta idea, pero por mi bienestar, sería la última vez que pensaría en ello.
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