Capítulo 14

1380 Palabras
Laurel Que puedo decir, hace ya dos semanas que fue la operación, Samantha había vuelto a la casa, pero ya no era la misma. Las pocas veces que la había visto era como ver a un desconocido, su mente no trabajaba igual. A veces decía cosas que nadie entendía, no reconocía a nadie, a mi llego a cambiarme el nombre tantas veces que ya había perdido la cuenta. Intentaba pasar todo el tiempo posible dentro de la casa de mi mejor amigo, lejos de la calle, en el fondo solo me estaba escondiendo y no iba a aceptar que estaba muerta de miedo, de que me encontraran, cuando íbamos caminando a la escuela miraba sobre mi hombro cada vez que cruzábamos una esquina, me aferraba a su mano como si fuera un salvavidas. –¿Sucede algo? – negué con la cabeza y respire con normalidad al poner un pie en la escuela, jamás imagine que iba a sentirse segura dentro de aquellas paredes. Le di un fuerte abrazado antes de dejarlo ir– estoy bien– me dijo, intentando sonreír, pero sus ojos me decían otra cosa, la mancha oscuridad que adornaban aquellos hermosos y tiernos era para uno asustarse. –Te quiero– le dije sonriendo, me dijo adiós con la mano y lo vi desaparecer por el pasillo. –Hey, Lau– busque con la mirada a mi amiga, corría en mi dirección con una sonrisa en sus labios, me abrazo con fuerza en cuanto llego donde mí– te amo, te amo, te amo– me beso por toda la cara. –¿Qué sucede? ¿A qué se debe tanta felicidad? – me soltó y entrelazo su brazo con el mío. –Lo he conseguido– dijo intentando no gritar de la emoción– conseguido, conseguido al 100 por ciento que digamos no, pero mis padres ya dijeron que sí, que comenzaron con el papeleo para poder adoptar a Rue– me detuve de golpe y la miré con los ojos abiertos. –¿Es real? ¿de verdad? – asintió, esta vez la abrace yo. –Es la mejor noticia que me han dado en un tiempo. Durante la hora de receso Carly y yo hicimos planes, planes estúpidos de las cosas que haríamos cuando al fin pudiéramos sacar a Rue de aquel lugar, estuve esperando a Alex, buscándolo con la mirada todo el rato dentro del comedor, en vez de eso mis ojos localizaron al gemelo malvado, que me miraba fijamente. Le sostuve la mirada hasta que la campana sonó y mi mejor amiga me dio un codazo en la costilla.   Samantha Tenía el cerebro muerto. Apenas me podía mover, ni levantarme de la cama, Ángel tenía que asistirme en todo, hasta para darme de comer, no recordaba nada en algunas ocasiones. Me sentía demasiado débil para ni siquiera pensar. Odiaba sentirme tan débil y que alguien tenga que hacer todo por mí. Ver las caras de las personas que me rodeaban cuando les decía algún nombre equivocado. – ¿Mamá? – asentí al chico parado al lado de mi cama– ¿Puedo acostarme a tu lado? –volví asentir. Me eche a un lado y él se acostó– ¿te acuerdas de quién soy? –negué y vi su cara llena de tristeza, su expresión facial me lo dijo–soy Alex, mami– mi mente comenzó a buscar en los recuerdos más oscuros. – ¿Mi bebe? –susurre y él asintió con una sonrisa en el rostro. Lo abrace y él me devolvió el abrazo–mi bebe– sonreí, Alex apoyo su cabeza en mi pecho, le acaricio el cabello, podía recordar cuanto le gustaba que yo hiciera eso. Nos quedamos así por un largo rato– ¿Qué traes ahí? –le pregunte, él saco una libreta de debajo de las sábanas. –Es mi cuaderno, donde escribo–me respondió. –Puedes leerme algo–asintió, se sentó en la cama con la espalda apoyada en el espaldar de la cama. Ojeo su cuaderno. –Encontré algo te va a buscar–dijo emocionado, le sonreí, levanté mi mirada para verle el rostro–  El mundo allí a fuera es un torbellino, aquí adentro hay serenidad y paz. Ella es así. Un torbellino por fuera y llena de paz por dentro. La veo dormir todas las noches a mi lado, pero entonces recuerdo que no es mía y me pregunto ¿Por qué no puedo yo tenerla para mí? Si el mundo girara por una vez al revés y ella decidiera mimarme con otros ojos, tal vez se enamoraría de mi tanto como yo lo estoy de ella. En algún momento deje de escucharlo, solo podía ver sus labios moverse. Ese zumbido tan molesto me lleno los odios. Los parpados me pesaban, pero no quería cerrar los ojos, quería seguir viendo su cara, sus labios moverse. Agarré sus manos y la apreté contra la mía, Alex me devolvió el apretón de mano y siguió leyendo, pero no podía escucharlo, quería decirle que no podía escucharlo, la voz no me salía. Cada vez era más imposible tener los ojos abiertos y con mucha fuerza de voluntad susurre algo. –Bebe, ella está aquí–los ojos se me cerraron, ya no veía ni escuchaba nada. –Ya es hora Sam–su voz seguía estando igual que siempre. No, no podía irme todavía, había cosas que necesitaba hacer. Tenía que decirle cuanto los amo, decirle a él que seguía queriéndolo a pesar de todo, quería ver a mi padre una última vez, ver a James, a Hanna. No quería irme así. –No quiero irme aun–dije. No sentía mi cuerpo, me parecía que estaba flotando, pero tampoco podía ver nada. Todo estaba oscuro y en completo silencio. –Pero no es tu decisión ni la mía, cariño–volvió hablar, sentí sus manos sobre las mías. –No, todavía no me lleves–mi voz se cortó con las lágrimas. En un abrir y cerrar de ojos pude ver mi cuerpo tendido en la cama y el cuerpo de mi hijo al lado del mío, él aún no se daba cuenta de lo que estaba pasando a su alrededor. Todavía tenía nuestras manos entrelazadas. Lo mire por un momento, quería recordar su rostro para siempre. Quería seguir a su lado para cuidarlo, a él, a Alec y a Ángel, a Laurel, no quería irme sin que ella supiera que siempre quise ser su madre, porque cuando la veía a ella, me veía a mí, intentando sobrevivir a este mundo tan cruel. Pero ya era tarde. –¿Por qué tú? – abrí los ojos, ella seguía siendo igual de joven como la última vez que nos vimos, risueña. –¿Quién si no? ¿Querías que alguien más estuviera aquí? – asentí. –Quiero ver a mi madre, a mi abuelo, a Laura– ella me dio un abrazo y era extraño sentir su cuerpo contra el mío. –Es mentira, lo de la otra vida. De aquel lado solo hay oscuridad– me susurro. –¿Y por que puedo verte? Tocarte y escucharte. –me dejo ir, me aliso el cabello y sonrío. –Porque estoy dentro de tu cabeza, todo esto es solo producto de tu imaginación, nunca he estado aquí, ya no, yo morí y la culpa y el dolor te hicieron esto, nunca te perdonaste, pero tú no tenías nada por lo que perdonarte. Nada fue tú culpa, solo éramos unas niñas. –Dame un poco más de tiempo– gire el cuello para mirarlo, estaba tan asustada por él, por lo que esto iba a hacerle. –No es mi decisión. Tú ya te rendiste, tu mente se dio por vencido. Solo tienes que cerrar los ojos y dejarte caer. –¿Y la luz? Siempre dicen que hay un túnel y al final esta la luz. –Solo consigues llegar a la luz cuando dejas todo el peso de la culpa y el sufrimiento. Dame la mano, voy a acompañarte. – se la di, antes de echarle un último vistazo a mi bebe hermoso.   –Lo siento– susurre. –Déjate caer – y eso hice. 
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