Entre sueños escuché cómo golpeaban la puerta del cuarto que había alquilado. Yo seguía durmiendo, estaba tan cansado que mi cuerpo no respondía a las órdenes de mi cerebro. De pronto sentí cómo me tiraron agua en la cara, abrí los ojos y era el dueño de la pensión.
- Ya amaneció muchacho, -me espetó sin el menor respeto hacia su cliente- ¡ya es hora de que se vaya!
- ¿Está loco? –le respondí algo incómodo- Anoche le pagué veinte soles, déjeme dormir -él, se fue hacia las cortinas.
- La luz del día ya entró al cuarto –dijo cuando abrió las cortinas– su tiempo de alquiler por la noche ya finalizó, por favor retírese para acomodar la habitación.
Era un señor muy amargado, el día que lo vi leyendo fuera de la pensión no parecía tan renegón.
- ¿Así es cómo trata a Rachele? –ya estaba sentado en la cama.
- ¿A quién? –preguntó.
- Rachele, es mi chica y alquila una habitación en esta pensión.
- ¿La bonita que canta precioso?
- Si.
- No, como crees muchacho –parecía algo calmado- ella es un encanto y además ella alquiló la habitación por dos semanas…
- Usted parece un viejo pícaro…
- Lo era cuando tenía 20 años, era como tú de simpático.
- Gracias.
- Bueno ahora veté –me espetó.
- Espere -le dije antes de que salga de la habitación– yo quiero alquilarle esta habitación por unos meses. -Después de todo necesitaba un lugar dónde quedarme.
- Si me estas engañando sólo para quedarte a dormir un rato más, te aseguro que llamaré a mis nietos y te darán una buena lección -era la primera vez que un anciano me amenazaba, me parecía algo gracioso.
- No, por favor, ya no quiero más problemas… Si gusta en la tarde le traigo el adelanto de un mes en efectivo.
- Entonces en la tarde haremos el trato.
- Está bien… ¿Sabe si Rachele ya está despierta? Quiero llevarla a desayunar.
- Sigue durmiendo, ella siempre madruga, pero hoy no se ha despertado.
- ¡Genial! iré a comprarle desayuno, si la ve despierta y quiere salir no la dejé ¿Vale?
- Está bien Thomas, pero tráigame algo para mí también.
- ¿Cómo sabe mi nombre?
- Dices ser el enamorado de la bonita… Ella no hace más que hablar de ti –sonreí como un tonto enamorado– Soy don Paco, no olvides mi desayuno.
- Cuente con ello don Paco.
Antes de ir a comprar el desayuno, le pedí a don Paco que me prestara su baño para lavarme la cara y peinarme. Luego él me acompaño hasta la puerta de la pensión y me dijo que me fuera a la vuelta de la pensión ya que ahí había una cafetería muy buena.
Antes de llegar a la cafetería saqué mi celular de mi bolsillo para ver la hora, pero este estaba sin batería.
“Café don Paco” decía un letrero bien grande. Era un establecimiento muy agradable, las paredes eran blancas al igual que las mesas y sillas; dándole al cliente un ambiente de paz y tranquilidad.
- ¿Qué deseas Thomas? –me dijo la mesera.
- Perdona, ¿Te conozco?
- No, pero mi abuelo don Paco llamó a mis hermanos – señaló hacia las vitrinas dónde había tres jóvenes fortachones atendiendo, uno de ellos me alzó su musculoso brazo– y les dijo que estabas en camino.
- > Mucho gusto, quisiera ver la carta y pensar muy bien que voy a pedir.
- Aquí la tienes –me dejó la carta en la mesa y se fue sin no antes regalarme una hermosa sonrisa.
En la carta había muchos acompañantes, desde simples tortillas hasta jamón ahumado con queso derretido. Fue difícil de decidir que llevarle a Rachele, no sabía que cosa le gustaba y que no.
- ¿Ya sabes que pedirás? –la nieta de don Paco ya había regresado a mi mesa.
- ¿Me puedes ayudar?
- ¡Claro! –me respondió con mucha amabilidad– Soy Thalía –me ofreció la mano - ¿En qué puedo ayudarte Thomas?
- Mucho gusto Thalía, dime ¿Qué te gustaría que tu enamorado te lleve de desayuno a la cama?
- Pues si tuviera enamorado, a mí me gustaría… -se puso a pensarlo un instante– Primero un jugo de naranja, luego tostadas con jamón ahumado y queso, ah y una que otra tortilla.
- ¡Excelente! Espero que le guste a Rachele, tráeme tres porciones de todo eso y también acomoda lo que le gusta a Don paco para el desayuno y me lo acomodas para llevar por favor.
- Cuenta con ello -y se marchó.
Desde adentro sus hermanos no dejaban de mirarme con recelo, traté de distraerme con la carta y esperar que Thalía no demoré con el desayuno porque ya me estaba dando hambre.
Llegó luego de unos minutos con dos bolsas.
- Esta bolsa es la que tiene el desayuno para tu chica y para ti –me entregó la más grande –y está es para mi abuelo.
- Gracias ¿Cuánto es?
- Son veintitrés soles, Thomas –saqué mi billetera para pagar, pero no había dinero en ella.
- ¿Aceptan tarjeta de crédito?
- Por supuesto –le di mi tarjeta de crédito y ella se fue a traer el datáfono. Regresó a los pocos minutos.
- Listo Thomas –me dijo luego de que pagué- ¡gracias por la compra! regresa cuando quieras –se despidió sonriendo y yo me puse en marcha para darle la sorpresa a Rachele.