En lo que me alistaba para la fiesta, sentí ruido en la planta baja y supuse que mi padre había acabado su “Viaje de negocios”. No tenía la más mínima intención de bajar a saludar… como si a él le importara. Mi padre tocó a mi puerta junto con caturrear: “Linda, he llegado”. Revoleé los ojos y abrí fingiendo una sonrisa que no resultó del todo. - ¿Por qué esa cara, cielo? – preguntó él con un abrazo que no correspondí. - Es la única que tengo, Alex – mascullé. Él frunció el ceño. - ¿Vamos a empezar otra vez? – gruñó cruzándose de brazos. – Siempre que llego es lo mismo, me llamas “Alex”, soy tu padre, Madie – exclamó. – No sé qué estoy haciendo mal, te doy todo lo que quieres, y sigues con eso de enojarte cuando debo irme por negocios. - Pues porque no te impo

