**ISOLDE** Se levantó, se puso la bata con una elegancia ensayada, y antes de salir, se detuvo en la puerta. La tensión en el aire era palpable, cada segundo se estiraba como un hilo tenso a punto de romperse. —Ah, y ya le daré órdenes a los guardias para que entres al dormitorio de tu padre hoy —dijo, con voz tranquila, pero con un matiz de autoridad que no admitía réplica. Mi corazón se detuvo un segundo, no por la promesa en sí, sino por lo que significaba esa orden. —¿En serio? —pregunté, fingiendo sorpresa, con una sonrisa que pretendía ser inocente, pero que en realidad escondía una estrategia mucho más compleja. —Gracias. Él asintió, satisfecho, creyendo que me estaba premiando, que me estaba ganando en el juego del poder. Pero lo que no sabe, lo que nunca llegará a sospechar, e

