Como era de esperarse un tipo se atrevió a palmearle el trasero al llegarle por detrás y ella no mostró objeción. Estaba muy ebria como para intentar defenderse. Y aún no me explico cómo tan pronto la sangre dentro de mí comenzó a hervir y solté lo que cargaba en la mano para abalanzarme sobre él, tomándolo por el cuello de la camisa que cargaba puesta. Por supuesto que lo único que hizo fue mirarme desconcertado. —¡Cómo vuelvas a ponerle una mano encima te mato! —advertí en un rugido que por la música supongo que escuchó a medias, mi puño estaba en alto, directo a su cara. No sé de dónde saqué tanta fuerza. Él arrugó el entrecejo y se alejó como quién prefiere no discutir con una loca. Ella no se detuvo mucho a observar nuestra discusión fortuita, así que sigu

