Aurora permaneció en silencio, observando cómo la figura de Dante se desvanecía a lo lejos. El rugir de su moto se desvaneció, y con él, el eco de la promesa que Dante había hecho. “Te lo juro”, recordó las palabras de Dante, resonando en su mente como un recordatorio de que no estaba sola. Con cada minuto que pasaba, Aurora sentía el peso del contrato que la ataba a Carlos como una pesada cadena que había estado arrastrando sin poder liberarse. Pero ahora, con Dante cerca, algo había cambiado. Había visto en sus ojos una determinación férrea, una promesa no solo de protegerla, sino de luchar por su libertad. El teléfono en su bolsillo vibró con una notificación, interrumpiendo sus pensamientos. Era un mensaje de Carlos. Su mensaje la hizo sentir como si estuviera atrapada en una red inv

