Capítulo 3

1498 Palabras
NARRA LYA Miré a Molly que no había querido dormir en lo que llevábamos de día. Con los dólares de esa señora compré dos botellas de agua, un abrigo de bebé —el más barato— y una barra de pan. —Ya está, bebé —le susurré tratando de calmarla. No dejaba de llorar, y eso me ponía nerviosa. - ¿Difícil de manejar? —Oí una voz aguda y dulce. Miré arriba y vi a la chica del otro día, —Soy Elena —se presentó extendiendo su mano derecha hacia mí. —Lya —le dije sonriendo tímida y estrechando su mano. —Quería invitarte a mi casa, mi madre y yo queremos que tú vivas con mi hermano —me especificó mirándome. Miré sus ojos y vi muchos sentimientos en ellos, entre ellos, adoración y miedo, —A lo que iba, ¿vienes ahora a mi casa? Limpiamos un poquito a la bebé ya ti, si da tiempo claro, y si no pues ya improvisaremos ¿te vienes, o qué? —Me preguntó sonriendo. Su sonrisa era muy hermosa la verdad. —De acuerdo —dije cogiendo a Molly y las cosas que compré. Elena cogió la bolsa que compré, y yo agarré más fuerte a Molly. El viaje fue corto y muy fácil de recordar. Su casa era bonita y sencilla, mediana y moderna. —Esperad en el sillón —nos aviso, asentí y no me senté por no ensuciar. Ella bajó y con ella traía un conjunto de bebé rosa con flores. - ¿Me dejas ponérselo? —Me pidió Elena, dudé pero asentí. Ella sonrió y Molly la imitó de manera muy tierna. Elena trajo un barreño con agua y un botecito de jabón. Desnudó a Molly mientras le hablaba y la metió despacio en el barreño. Mi pequeña comenzó a mover las manos salpicando y soltando pequeñas carcajadas. Tras bañarla durante unos minutos, la secó con una pequeña toalla que había traído, y le puso el conjunto. Molly estaba preciosa. Parecía una princesa. Mi princesa —Está preciosa —le dije mirándola sintiendo mis ojos aguados. —Te to ...— la interrumpió el timbre, —Yo voy, serán mi madre y mi hermano —suspiró, asentí y me acerqué a Molly. Dejé un beso en su frente y ella me tocó la nariz con sus manitas. —Te me estás haciendo mayor enseguida —dije acariciando su nariz con la mía. Ella sonrió sin dientes y balbuceó cosas sin sentido, —Te quiero mucho, cielo —dije tocando su manito blanquita. Oí un sollozo y me volteé asustada. Allí estaban Elena y su madre llorando, y al lado de Elena había un hombre alto con un cuerpo grande y lleno de músculos. Su pelo era oscuro y sus ojos verdes destacaban entre todo su físico. —Perdón, somos demasiado sentimentales —se lamentó Elena. —No importa —me encogí de hombros. —Bueno, ¿quieres usar ropa mía, Lya? —preguntó Elena. —No, no, me puedo quedar así. No es molestia, después de un año con ella…—suspiré susurrando lo último. — ¡Qué va! Vamos ven, mi hermano cuidará de Molly junto a mi madre —yo asentí y besé la mejilla de Molly antes de mirar a su hermano. Me daba mala espina ese hombre, su frialdad en la mirada daba escalofríos. Subimos las escaleras y ella empezó a sacar ropa de todo tipo, colores y tallas.   NARRA GINGER — ¿Es su hija? —preguntó mi hijo mirando a la bebé con curiosidad. —Sí, lo es. Por eso queríamos que tu vivieras con ellas, la viste a ella y viste su delgadez —le quería hacer entrar en razón. Mi hijo era muy rápido de convencer cuando me lo proponía. —La verdad es que está demasiado delgada para su edad, parece joven, y su pequeña es…—susurró mi hijo. —Lo sé —concluí. Oímos pasos y vimos a Elena de la mano con Lya. Ella iba con unos leggins negros y una blusa azul cielo. En sus pies descansaban unas botas preciosas marrones. Se había duchado y lavado el cabello. Ahora llevaba una pinza azul en el pelo recogiendo sus rizos color chocolate. No llevaba maquillaje y pude notar que los leggins resaltaban su delgadez. —Qué bonita estás, Lya —la halagué sonriendo. Ella se sonrojó y rió suavemente buscando con la mirada a su bebé. —Gracias, señora —me agradeció educadamente. —Sentémonos a comer —dijo Elena. Fui detrás de ella, y por el rabillo del ojo vi que Lya se quedaba atrás con mi hijo. NARRA LYA — ¿Eres hermano de Elena, no? —dije mirando a Molly. —Si —respondió con firmeza. Sonreí y acaricié la tela de la blusa, era suave y seguramente cara. Oí a Molly llorar y la miré al igual que el hombre. —Sh… No llores cariño, venga ya está, mamá está aquí —le dije moviéndome de un lado a otro con ella en brazos. —Oye, ¿me dejas cogerla? —preguntó el hombre sonriendo. Asentí dudosa y le pasé a Molly. Él la apoyó en su pecho grande y Molly se calló. Me acerqué y acaricié la cabeza peluda de mi niña. —Nunca se calla con nadie, solamente conmigo —le dije sonriendo. Él rió encogiéndose de hombros, y fuimos a la cocina. Allí estaban Elena y Ginger quiénes reían por alguna cosa desconocida. Al ver a su hermano-hijo con Molly en brazos sacaron el móvil a la vez. Eso fue un poco raro… — ¡Lya ponte en su rodilla, así salís los tres! —me puse roja y negué. —No, sólo ellos —murmuré, ellas insistieron hasta que un brazo en la cintura me movió. Reí sonrojada y Molly tocó la cara del hombre. Un flash inundó nuestro alrededor y las miramos. —Es perfecta —nos dijo Ginger, vi la foto y sonreí. La foto era preciosa. Molly salía tocando la cara del hombre mientras él la miraba, y yo salía sonriendo y sonrojada mirándolos a ambos. —Gracias por todo —le agradecí a ellas, —Mi pequeña puede disfrutar de algo de amor —les dije realmente agradecida por todo. — ¿Cuánto tiempo estuviste en la calle? —me preguntó el hombre. Nos habíamos puesto todos a comer en esa mesa de mármol blanco. —Desde… 1 año y dos meses. — ¿Cómo diste a luz? Es poco probable salir viva en esas condiciones —me preguntó Elena. Dejé de comer el rico guisado y miré a Molly, quien ahora jugaba con la cadena negra que llevaba el hombre. —Ella fue siempre mi prioridad y lo será. Me cuidé cómo pude y estuve descansando. Tuve a Molly detrás de un contenedor con la ayuda de una mujer que pasaba y decidió ayudarme. La primera vez que la tuve en brazos fue cuando supe que no podía llevarla a un orfanato, ella era mía —les dije con lágrimas. Ginger estaba llorando y el hombre me miraba con orgullo.   —Hiciste bien —me dijo el hombre. —Lo sé —dije, terminé la comida y me sentí súper llena. Todos nos fuimos al salón de la casa y Ginger se puso en el sofá individual, Elena en la esquina del grande y el hombre a su lado. Me senté al lado del hombre y cogí a Molly, él se la quedó viendo y sonreí. —Es muy guapa —me dijo el hombre que aún no sabía su nombre. —No tiene casi nada de su padre —dije, —Aunque en parte me alegro. — ¿Por qué? —me preguntó tocando la mano de Molly. —Nos abandonó en cuanto supo que estaba embarazada —le dije sonriendo. Él no contesto, ni mostró ningún sentimiento. — ¿Hermanita qué hora es? —preguntó el hombre. —Las doce y media de la noche —informó. Qué tarde. — ¿Donde dormiré? Si me quedo claro...—susurré, ellas miraron al chico y fruncí el ceño. —Dormirás en el apartamento de Jared —señaló a su hermano. — ¿Puedo? No quiero molestar de verdad —murmuré un tanto nerviosa. —Espera —dijo Ginger levantándose del sofá y caminando al piso de arriba. A los minutos la vi bajar con una maleta de color verde oscuro, —Es ropa de bebé y alguna de Elena, hay zapatos y bolsos también —me informó. —No molestas, vamos Lya —me llamó, asentí y cogió la maleta. Cogí a Molly y la abracé más fuerte. Ella se removió al sentir frío pero enseguida cesó al ver que tenía su biberón en la boquita. Nos metimos en su auto y puso la calefacción. —Dormiré en el sofá —le avisé. — ¿Qué? No, no, no —se negó rápidamente, —Tú dormirás en mi habitación y yo en la de invitados —asentí sin estar convencida del todo y guardé el biberón de Molly. La acuné y empecé a tararear una nana infantil. —Llegamos —avisó, —A ver, déjame ayudarte con Molly —me dijo cogiéndola. Salí del coche y agarré la maleta de ropa. Él abrió la puerta de su apartamento y encendió la luz. Estaba bastante bonito. —Es moderno, me gusta mucho —le dije, asintió sin decir más, y cerró la puerta. —Puedes ponerte el pijama ya, si quieres claro. Yo cambiaré a Molly —me dijo dejando a Molly en el sofá. Asentí y cogí un pijama calentito de la maleta. Fui a la habitación, que supongo que era de él, y me quité la ropa. Me miré al espejo y vi a una chica súper delgada y sucia, daba asco. Toqué mi estómago y noté una costilla sobresaliente. Solté una lágrima pero enseguida la limpié. No podría permitirme estar débil, él pensaría que estoy loca. Me puse el pijama entero y sonreí al ver lo calentita que estaba. La habitación era bastante amplia, esto parecía un sueño.
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