Me sentí atraída en cuanto observé la puerta medio abierta, me detuve en una habitación que no tenía idea que estaba ocupada, estaba un tanto alejada de las alcobas principales del castillo.
Caminé a hurtadillas, enorme la curiosidad que podía sentir, me revoloteaban grandes mariposas en la barriga, no podía quedarme con la duda; ninguna puerta se la pasaba abierta en aquel lugar, pero al asomarme pude observar a un hombre rubio, con un hermoso torso al descubierto, se enmarcaban músculos muy hermosos en su abdomen, la piel tersa y blanca como la nieve. Al parecer se estaba vistiendo, estaba atónita, sin poder moverme. Pero sonrió pícaramente, volviéndose a la entrada, era como si supiera que estaba allí viéndolo.
— ¿Cómo fue que lograste escapar de Esteban?
Su voz hizo que volviera e
