—Probablemente tengas preguntas—, dijo con un gruñido mientras sacaba un lazo del techo. El tintineo del metal me heló hasta los huesos cuando apareció una cadena corta. —Pero desafortunadamente para ti, me importa una mierda—. Sacando las esposas de antes de su bolsillo, me hizo un gesto con la mano. —Manos.—
Miré entre él y las esposas, lo que no hizo más que agitarlo.
—Juro que si tengo que repetirme otra vez, voy a perder la cabeza—, espetó.
Martin se asomó al pasillo con una sonrisa. —No quieres que pierda la cabeza—.
—Ahora—, gruñó.
Me solté de los brazos y le di lo que me pidió, gimiendo cuando tiró de ellos con fuerza. Una vez que me los puso, levantó mis brazos, abrió el lazo y aseguró mis puños a través de ellos antes de cerrar el lazo.
—Por favor—, susurré, mientras las lá
