Ashley
—Abuela, ¿estás despiertan? —
Aparte de los sordos murmullos de la tormenta que se avecina, la casa esta inusualmente tranquila esta noche. Por lo general, cuando regreso de una noche de fiesta con Sandra y Danna, me encuentro con una de dos cosas: las preguntas rápidas de la abuela sobre mi velada o el sonido de sus ronquidos desde el sofá. Pero esta noche, nada.
Lanzo mis llaves sobre la mesa de la cocina y el sonido metálico resuena por toda la casa. ¿Dónde diablos esta ella?
Miro el reloj de la cocina: son las nueve y media. Ni siquiera hemos llegado a la hora de la noche en la que empiezan a pasar los anuncios de ventas, que es cuando la abuela suele dar por terminada la noche. No es propio de ella acostarse temprano, especialmente en fin de semana. Tal vez ha ido en coche al centro de ancianos y se ha olvidado de enviarme un mensaje de texto.
—Abuela, ¿estás en casa? — intento una segunda vez, subiendo las escaleras de dos en dos. Sigo sin obtener respuesta.
Mi estómago se revuelve por un momento, pero hago un gesto para dejar de lado el pánico mientras me dirijo a la puerta de la abuela. Probablemente solo este durmiendo o comprando en línea o…
Cuando abro la puerta de su habitación, todas las pesadillas que he tenido comienzan a reproducirse a la vez. Mi abuela está en el suelo, inmóvil como una piedra.
—¡ABUELA! —
Al oír mi voz, me mira con ojos compasivos y yo me siento a la vez desconsolada y agradecida. Al menos está consciente.
—Me caí— susurra, intentando agarrarse sin éxito al borde de la cama, y luego vuelve a caer de costado con un ruido sordo, no más fuerte que el sonido de una maleta volcarse. No me extraña que no la haya oído desde abajo.
Me acerco a ella a toda prisa, apoyándola con todo su peso sobre mi mientras la ayudo a ponerse de pie. Ella hace muecas y chilla cuando intenta ponerse de pie por si sola, y su pequeño cuerpo se dobla en mis brazos.
—Estoy bien, estoy bien— murmura entre dientes. —Es que… ¡Ay, Dios mío! — Se le acalambra la espalda y retrocede, con una mano temblorosa agarrándose la parte baja de la espalda mientras maldice en voz baja.
—Estos malditos zapatos no tienen agarre—
No puedo evitar sonreír levemente al ver su boca sucia. Después de algunos movimientos incómodos y muchos gemidos de dolor de la abuela, logro colocarla en la cama en posición semifetal.
—Voy a llamar a una ambulancia— Me llevo la mano al bolsillo trasero para coger el teléfono, pero incluso en su frágil estado, la abuela consigue emitir un ladrido de resistencia.
—De ninguna manera, niña. ¿Sabes cuánto cuesta un viaje en una de esas? Estaré bien—
—No estas bien, abuela. Y no puedo cuidarte sola. Necesitas ver al médico—
—¡Pero no podemos permitírnoslo! — se queja. —Solo tráeme una bolsa de hielo—
Solo la abuela me regañaría cuando ni siquiera puede mantenerse de pie.
—Lo único que voy a conseguirte es atención médica — le digo con severidad. —Y eso es lo único que quiero oír sobre el tema.
Introduzco la contraseña de mi teléfono mientras pienso en mis opciones. Podría llamar al 911, a pesar de los deseos de la abuela. O a Danna o a Sandra. Se fueron directamente a su casa después de Rossi´s y sé que cualquiera de ellas estaría aquí en un instante para ayudarme como pudiera. Pero por razones más allá de mi comprensión, mis dedos vuelan sobre mi teléfono, buscando frenéticamente el contacto de Greyson y presionando llamar.
—Hola, soy Greyson— suena completamente despierto y alerta, y de inmediato estoy segura de que tome la decisión correcta.
—Necesito tu ayuda. Es la abuela. Se cayo— Hablo con frases cortas y llenas de pánico.
—Envíame un mensaje con tu direccion. Me voy ahora mismo— Se oye un susurro apagado, probablemente se está poniendo el abrigo, y unos segundos después, el chirrido de una puerta que se abre bajo la lluvia, que ahora cae sin parar. Supongo que va a venir de verdad. —¿Necesitas una abulencia? — Me muerdo el labio inferior y miro de reojo a la abuela. Parece derrotada, temblando en la cama.
—No quiere que llame a nadie. Dice que es demasiado caro—
Greyson no pierde el ritmo. —Dile que el seguro de mi empresa lo cubrirá. Llamare por ti. Voy a colgar para que puedas enviarme tu direccion, ¿de acuerdo? —
—Está bien— respondo con un chillido. —Voy a colgar. Nos vemos pronto—
Termino la llamada y comparto mi ubicación con Greyson. Será más rápido que pedirle que escriba la direccion en su GPS
—No estarás llamando a una maldita ambulancia, ¿verdad? — Murmura la abuela con un gemido de dolor.
—No, no lo hago. Lo hará Greyson. Dijo que el seguro de la empresa cubrirá el costo—
Puede que solo tenga una visión de la mitad de la cara de la abuela, pero puedo decir que la sonrisa que se extiende por su rostro debe ser de oreja a oreja. Solo ella se emocionaría por cosas de Greyson en un momento como este. Podría fingir enojo por eso, pero no tengo energía para hacerlo. En cambio, me acerco a la cama, tomo la suave mano de la abuela y paso mi pulgar por las venas azuladas del dorso. Estoy tan agradecida por ella. Tan agradecida de que este viva.
—Ese Greyson es un buen chico— susurra, dándole a mi mano un apretón muy suave y delicado. —Un chico, muy muy bueno—
Ni siquiera tengo una respuesta para eso, porque en mi corazón, creo que ya se lo bueno que realmente es.
Cuando se acercan las sirenas, bajo corriendo las escaleras para recibir a dos ambulancias llenas de paramédicos, empapados por la lluvia. Hago un gesto hacia la escalera y, sin más instrucciones, pasan a mi lado a toda velocidad con gran precisión, dejando sus botas negras con huellas húmedas en la alfombra.
Sin sutilezas, sin nada. Para ellos, esto es rutina, pero para mí, de repente, mi propia casa parece ajena, como el decorado de una película médica. Todo está borroso e irreconocible.
Intento seguirlos por las escaleras, pero un paramédico me mantiene abajo, ofreciéndome una sonrisa forzada mientras me recuerda que tengo mantener el camino libre para bajar a la abuela en la camilla. Quiero gritar, decirle que la abuela querría que yo estuviera allí, pero en lugar de eso, me trago el pánico y asiento. Está en buenas manos, me recuerdo, pero eso no impide que mi ritmo cardiaco suba más rápido de lo que esos paramédicos subieron las escaleras.
Unos momentos, después, llega Greyson, con la chaqueta de cuero y la camiseta gris ajustada que lleva debajo empapadas por la lluvia. Aunque nunca ha estado en mi casa, tenerlo aquí resulta reconfortante, familiar, como ponerse un suéter viejo y desgastado.
Me mira sin decir nada, porque sus ojos me dicen todo lo que necesito saber. Cuando abre sus brazos. Me entrego, cayendo en sus brazos mientras la tención de mis hombros se libera por primera vez desde que llegue a casa. Se me escapa un sollozo y las lágrimas que he estado conteniendo se derraman sobre su hombro.
—Shh, estas bien— susurra, alisando mi cabello con su mano mientras entierro mi cara en su pecho.
Se me ocurre que no es el tipo de cosa que alguien hace por su potencial socio comercial, pero lo descarto y me concentro en el olor de la tormenta en su piel. Es fresco y relajante, y puedo respirar un poco más tranquilo cuando los paramédicos reaparecen en las escaleras bajando a la abuela en la camilla.
—Esto es ridículo— grita la abuela por encima del caos. —¿Te oigo llorar, Ashley? Deja de hacer eso. Voy a estar bien—
Uno de los paramédicos mira a la abuela como si estuviera loca, pero yo me rio y uso el dorso de mi mano para limpiar la evidencia de mis lágrimas. La abuela me da la espalda mientras los paramédicos la sacan por la puerta.
Las luces rojas intermitentes se difuminan por la lluvia, pero las sirenas suenan igual de fuertes que siempre. Alla se va. Mientras veo como las luces desaparecen en la tormenta, siento una mano en mi hombro: es el mismo paramédico con la sonrisa forzada de antes.
—Por lo que sabemos, tu abuela va a estar bien— dice con dulzura, tranquilizándome. —El medico querrá examinarla para asegurarse de que no tenga heridas en la cabeza ni huesos rotos. No es algo por lo que la dejaríamos allí toda la noche. Quizá tu novio pueda llevarte al hospital para que todos puedan regresar a casa esta noche.
Me quedo paralizada, con la boca abierta mientras tartamudeo, tratando de encontrar las palabras para corregir su suposición. Para mis sorpresa, Greyson no se inmuta. Se acerca y estrecha la mano de la paramédica, devolviéndole la sonrisa forzada con una genuina.
—Suena perfecto. Gracias por toda tu ayuda. seguiremos a tu ambulancia—
Los últimos médicos se amontonan en la segunda ambulancia y se alejan por la carretera, con Greyson y yo detrás de ellos en su coche. Me coge de la mano mientras conduce, girando el volante con la palma de la mano izquierda. Mantiene la atención fija en la carretera y yo intento hacer lo mismo, pero cada parte de mi quiere desesperadamente inclinarme sobre la consola y besarlo, para volcar toda mi gratitud de mi boca a la suya.
—Te debo una— susurro finalmente mientras Greyson conduce el auto hacia el estacionamiento del hospital. No es la forma en que quiero expresar mi agradecimiento, pero servirá por ahora.
—No me debes nada, Ashley—
Niego con la cabeza y dejo escapar un suspiro tembloroso. —No sé qué habríamos hecho si tu seguro no cubría la ambulancia—
Una comisura de la boca de Greyson se curva en una tierna media sonrisa mientras pone el coche en marcha. —En realidad, el seguro no lo cubre. Sabía que, si te decía lo contrario, no habrías aceptado— dice, pasándose los dedos por el pelo mojado. —Pero lo tengo todo bajo control. No te preocupes. Yo te cubro—
Mientras gira su cabeza, apuntando esos penetrantes ojos azules y esa adorable sonrisa en mi direccion, un aleteo se acumula en mi pecho, sus palabras resuenan en mi cabeza. El me cubre.