Capítulo 36. Dos asesinos y una chica

3695 Palabras

Se levantó del sofá con movimientos cuidadosos, cojeando mientras su tobillo lesionado protestaba con cada paso. Una mano se extendió hacia los muebles cercanos para mantener el equilibrio mientras cruzaba la distancia entre la sala y la cocina, cada paso medido y cauteloso. Cuando llegó a la mesa que Hamsa usaba para comer, se sentó en una de las sillas de madera con un suspiro de alivio por poder quitar el peso de su pie herido. Pero ese alivio duró exactamente dos segundos. Lo que vio sobre la mesa la dejó completamente sin aliento. Hamsa había preparado una cantidad de comida que habría sido apropiada para alimentar a una familia completa durante dos días. Había una montaña de huevos revueltos que brillaban con mantequilla, suficientes para al menos seis personas. Una pila de tocino

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