Sus labios se encontraron con urgencia que bordeaba la violencia, con hambre acumulada durante días de negarse lo que más necesitaban. Zadok la presionó contra la pared con todo su cuerpo, con sus manos enredándose en su cabello n£gro mientras ella tiraba de su camisa con dedos que temblaban por la necesidad. Se besaron como si estuvieran sedientos en el desierto y el otro fuera la única fuente de agua en kilómetros. Las manos de Zadok recorrían su cuerpo con familiaridad de quien ha memorizado cada curva, cada punto sensible, cada lugar que la hacía suspirar contra sus labios. —Te extrañé —murmuró Anhelina entre besos que no cesaban—. Dos días sin besarte… son una tortura. —Lo sé —respondió Zadok con voz ronca, con sus dedos desabrochando los botones de su blusa con eficiencia practica

