Lars Había elegido un lugar pequeño y discreto, apartado del bullicio de la ciudad. No quería flashes, ni interrupciones. Solo quería tenerla frente a mí, sin que el mundo se metiera en el medio. Stella iba sentada a mi lado en el asiento del auto. Llevaba las manos delicadamente apoyadas sobre su regazo, y de vez en cuando me lanzaba miradas fugaces, como si creyera que no me daba cuenta. Pero lo hacía, lo notaba todo. Desde el temblor sutil de sus dedos hasta la forma en que mordía apenas el labio inferior para contener una sonrisa. Estaba hermosa. No. Qué estupidez. Hermosa no le hacía justicia, ni siquiera se acercaba. Stella estaba irreal. Irresistible. Casi dolorosamente perfecta. Ese vestido n***o ajustado a su cuerpo era una condena y un privilegio al mismo tiempo. Una puta f

