Cap 4: Ten cuidado (Parte 2)

951 Palabras
Tengo una teoría. Es algo que he estado pensando durante años, pero solo ahora empieza a tomar forma en mi mente. Creo saber quién nos creó, o al menos, cómo llegamos a existir. Nadie en especial, nadie con un propósito divino o malvado. Mi teoría es mucho más simple: somos una mutación, un error biológico que terminó evolucionando en algo que los humanos nunca esperaron. Una especie en su contra. Es la explicación más lógica. Pero hay otra posibilidad, más oscura, más aterradora: podríamos estar malditos. Tal vez somos el resultado de algún tipo de embrujo o castigo. Algo que alguien desató hace siglos, y nosotros solo somos los herederos de esa condena. Las pruebas están en nuestras características, en todo lo que somos. He pensado mucho en ellas, tratando de racionalizar mi existencia. Aquí están, las nueve cualidades más relevantes de mi especie: 1. Somos fuertes, mucho más de lo que cualquier humano podría ser. 2. Somos rápidos, capaces de movernos en un abrir y cerrar de ojos. 3. Nuestra sangre tiene propiedades curativas. Podemos sanar rápidamente. 4. Algunos de nosotros podemos leer la mente. 5. Nuestros sentidos son agudizados a un nivel sobrehumano. 6. Nunca envejecemos. 7. Somos hermosos, de una manera que parece inhumana. 8. Cada uno de nosotros tiene habilidades únicas. 9. Y, lo más importante de todo: no podemos morir. Nueve cualidades. Cualquiera mataría por tener alguna de ellas, pero eso no nos hace menos monstruos. A pesar de nuestra perfección física, somos seres condenados a vivir en las sombras, atrapados entre el deseo y la moral. Somos, en cierto modo, hermosas criaturas que ocultan una naturaleza feroz e incontrolable. Mientras repasaba estas ideas en mi mente, el aroma volvió. Ese exquisito olor que había sentido antes, tan atrayente, tan hipnotizante. Sin darme cuenta, me encontré saliendo de mi habitación, caminando casi sin pensar, siguiendo ese rastro que se colaba por cada rincón de mi mente. Cuando me di cuenta de dónde estaba, ya era demasiado tarde. Estaba frente a la puerta del chico nuevo, el moreno de la caja de recuerdos. No sabía cómo había llegado allí ni cuándo había decidido que esto era lo correcto, pero mis instintos habían tomado el control. Toqué la puerta. El sonido resonó en el pasillo vacío, y mi corazón latía con fuerza. La puerta se abrió casi de inmediato, y allí estaba él. Solo en una toalla, con gotas de agua deslizándose por su piel morena y musculosa. No dije nada. No pensé. Simplemente entré. El olor se hizo más fuerte, envolviéndome. Era dulce y tentador, pero había algo más en él, algo que despertaba mis instintos más oscuros. Lo acorralé contra la pared, mi cuerpo se movió solo, sin que yo pudiera detenerlo. Podía sentir la adrenalina correr por mis venas, cada fibra de mi ser estaba alerta, lista para lo que fuera. Él solo me miraba, divertido. No parecía asustado, ni siquiera sorprendido. Sus ojos oscuros recorrían mi figura, como si quisiera entender qué estaba ocurriendo, pero sin molestarse demasiado en averiguarlo. —Vaya que me saliste agresiva —dijo, con una sonrisa pícara mientras sus ojos me observaban de arriba abajo. Mi respiración era irregular. No podía apartar la vista de él. Había algo en su confianza, en su aparente despreocupación, que me hacía querer perder el control. Pero debía contenerme. Si seguía adelante, si dejaba que mis instintos me dominaran, todo podría acabar muy mal. Yo no era como él, y no podía permitirme olvidar lo que era. —Si supieras por qué estoy aquí… —murmuré, mordiéndome el labio, tratando de mantener el control. Podía sentir cómo su aroma me envolvía, cómo el deseo de acercarme, de sentir su piel contra la mía, se hacía cada vez más fuerte. Él inclinó la cabeza, curioso, desafiándome a continuar. —¿Y por qué estás aquí? —preguntó, su voz suave pero cargada de interés. Había algo en él que me hacía sentir que, en el fondo, ya sabía la respuesta. Como si estuviera jugando conmigo, esperando ver hasta dónde podía llegar. Lo miré, y por un segundo, el mundo pareció detenerse. Mis colmillos rozaron el interior de mi labio. Podía sentirlos, afilados y listos. Mi mente se debatía entre dos fuerzas: una que quería detenerme y otra que quería devorarlo, beber de él hasta saciarme. —No deberías querer saberlo —dije en un susurro, mi voz apenas audible mientras lo mantenía contra la pared. El calor entre nosotros crecía, y sentí cómo su respiración se aceleraba. Era un juego peligroso, y ambos lo sabíamos. Él me sonrió. —Tal vez me gusta el peligro —respondió, su tono desafiante. Mis instintos rugían dentro de mí, queriendo romper todas las barreras, pero una parte de mí, la más racional, luchaba por mantenerse firme. Si cedía ahora, podría perderlo todo. No podía dejarme llevar, no podía mostrarle quién o qué era realmente. Me separé de él con esfuerzo, dando un paso atrás, intentando recuperar el control. Mi respiración aún era rápida, y mis colmillos seguían presentes, aunque los escondí de su vista. —Ten cuidado —fue lo único que pude decir, una advertencia tanto para él como para mí misma. Si él seguía provocándome, si no mantenía las distancias, no podría garantizar su seguridad ni la mía. Nos quedamos en silencio por un momento, nuestras miradas conectadas. Él seguía sonriendo, como si todo esto fuera solo una broma. Pero yo sabía la verdad. Giré sobre mis talones y salí de su departamento, cerrando la puerta detrás de mí con un suave clic. El pasillo estaba oscuro, y la distancia entre nosotros crecía, pero el peligro seguía ahí, latente. Este juego solo acababa de comenzar.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR