La escena en el callejón era un caos, y el horror de lo que había hecho comenzó a asentarse en mi mente. Después de colocar el cuerpo de la chica en el contenedor, corrí a mi apartamento con el corazón desbocado, sintiendo el peso de mi acción aplastándome. Cada paso resonaba como un eco de la muerte que acababa de causar, cada latido era un recordatorio de la sangre caliente que aún manchaba mis manos.
Entré al baño y me encontré frente al espejo, pero no podía reconocerme. La imagen de mi rostro cubierto de sangre era una mancha que me parecía ajena. No podía quedarme allí, así que comencé a gritar, liberando la tensión que acumulaba dentro. No sabía si alguien me escuchaba, si alguien podría salvarme de mí misma.
El agua de la ducha caía sobre mí, arrastrando la sangre, pero el ardor
