ZAYN No podía quedarme en casa. No con mamá y Leonardo rondando por todos lados como dos radares humanos. Así que terminé en casa de Ethan, usando su baño, su espejo y su sarcasmo para prepararme. —¿Te vas a peinar o te vas a casar con ella? —bromeó, recostado en la cama mientras yo me enfrentaba al espejo por décima vez. —Cállate —le gruñí, ajustando la manga de mi camisa negra. El pantalón de mezclilla oscuro me quedaba ajustado pero cómodo, los zapatos limpios y nuevos. Mi cabello… bueno, más o menos domado. Con lo largo que lo tengo, esas ondas rebeldes no hay cera que las someta. Pero al menos me veía decente. Diferente. Como un hombre que se está esforzando. Porque lo estaba. —No sabía que sabías planchar —añadió Ethan—. Pensé que tus camisas se doblaban solas del miedo que te

