ZAYN Amaya me miró… y por un momento, el mundo se detuvo. No dijo nada. Solo dio un paso. Y luego otro. Hasta que su pecho rozó el mío. Y sin pensarlo más, se lanzó. Me besó. Con fuerza, con rabia, con necesidad. Sus labios eran un torbellino de emociones que no podía descifrar. No sabía si me estaba perdonando, castigando, aferrándose o despidiéndose. Pero la besé de vuelta. Mis brazos rodearon su cintura como si necesitara sujetarla para que no desapareciera. Me aferré a ella como si fuera lo único real en medio de todo este desastre. Cuando se separó, no dijo nada. Solo murmuró: —Vamos a casa. Y eso hicimos. ** El auto iba en silencio. Yo al volante. Amaya en el asiento del copiloto, mirando por la ventana, con las piernas cruzadas y los brazos alrededor del cuerpo, como si in

