El pecado en el juego

2780 Palabras
ZAYN Me quedo con Derek, Ethan, Stella y Elías cerca de la barra, cada uno con una cerveza en la mano. El sol empieza a bajar, y el calor se vuelve más soportable. La música suena suave de fondo. A lo lejos, Amaya corre a ver su nuevo carro. Me obligo a no seguirla con la mirada… pero soy débil. Esa maldita silueta se me ha quedado tatuada en la mente. —Tu nueva hermanita está buena —suelta Ethan, sin ningún filtro, bebiendo de su botella. —¿Solo "buena"? —interviene Derek—. Yo diría que está para empotrarla contra cualquier superficie estable. —Idiotas —dice Stella, rodando los ojos, pero con una sonrisa en los labios—. Ustedes ven un par de tetas y ya pierden el control del cerebro. —No, Stell, tú no entiendes —Ethan levanta las manos, teatral—. Esto no es un par de tetas. Es arte. Es un culazo que desafía la lógica y unas tetas que merecen su propia constelación. Ese cuerpo no debería estar caminando por este mundo. Debería estar encerrado en un museo. —Y tú en un manicomio —responde ella, lanzándole un trago de cerveza que él esquiva por poco. —¿Ya terminaron de masturbarse mentalmente? —pregunta Elías, cruzado de brazos. —¡Ey! El niño habla —Ethan finge sorpresa. —Cállate, pendejo —Elías le lanza una servilleta. —Deja al enano —dice Derek—. Si sigue creciendo así, nos va a partir la madre a todos en unos años. —Ya quisieran —responde Elías, levantando la barbilla. Sonrío sin decir nada. Esta dinámica entre nosotros es jodidamente buena. Siempre cuidamos a Elías. Es el más chico, pero también es listo, con ese humor ácido que no muchos se esperan. Lo tratamos como nuestro hermano menor, porque eso es lo que es. Le lanzamos bromas, lo jodemos, pero siempre lo incluimos. Y aunque lo molestan, saben que si se pasan de la raya, yo soy el primero en partirles la cara. Nadie toca a Elías, excepto nosotros. Entonces la veo. Amaya llega con sus amigos, riéndose, mojada aún por el chapuzón. Y el c*****o de Nico la tiene abrazada por los hombros, como si le perteneciera. Ella lo rodea por la cintura, tan cómoda, tan cercana… Me hierve la sangre. Intento no mirar, pero es imposible. Esa imagen me taladra la cabeza. —Bueno, ¿jugamos o qué? —dice Ethan. —¿Fútbol en el agua? —pregunta Stella. —Eso se llama waterpolo, animal —responde Elías. —Como sea —Ethan salta a la alberca—. ¡Equipos! El caos se desata. Todos empiezan a gritar nombres, elegir bandos. Al final, terminamos mezclados. Amaya y yo en equipos contrarios, lo cual es bueno… y malo. El partido comienza. La pelota vuela de un lado a otro. Las risas estallan. Gritos. Insultos. Algunos pasan el balón, otros simplemente se lanzan como si fuera rugby. Stella anota el primer gol y todos la aplauden, incluso Ethan, aunque no puede evitar gritar: —¡Me estás matando, mujer! ¡Quiero hijos contigo! —No estoy interesada en retrasos mentales —responde ella, lanzándole la pelota en la cara. Elías roba el balón en una jugada impresionante. Ethan se lanza por él, pero se estrella con Derek, que le da un zape en la cabeza. —¡Estás ciego, cabrón! —grita Ethan. —¡Estás gordo, pendejo! —responde Derek. Amaya recibe un pase de Lía y se impulsa por el agua con una fuerza que no esperaba. La pelota se le escapa y yo la atrapo. —Gracias por el regalo —le digo con una sonrisa burlona. —No te emociones, fue un error —responde, lanzándose sobre mí para recuperar el balón. Nuestros cuerpos chocan. Siento su pierna entre las mías, su brazo alrededor de mi pecho. Intento que no se note… pero la maldita se da cuenta. —¿Te estás excitando o es el agua fría lo que te tiene tenso? —me susurra con una sonrisa venenosa. —No te emociones, solo me gusta ganar. —¿Seguro? Porque eso que siento… no parece una pelota. Me da una sonrisa coqueta y se lanza hacia la otra orilla. Me quedo ahí un segundo, tragando saliva, intentando recomponerme. Hija de puta. El juego sigue. Goles van, goles vienen. El marcador es lo de menos. Todos gritan, celebran. Es jodidamente divertido. Lía y Stella pelean por la pelota, mientras Nico tropieza y termina tragando agua. Amaya se ríe tanto que se agarra del borde de la alberca. Yo me acerco, la bloqueo con el cuerpo. —Vas a tener que pasar por mí —le digo en voz baja. —Eso dije anoche, ¿no? —responde sin mirarme, pero con una sonrisa. Me cago en todo. En una jugada rápida, ella me lanza el agua en la cara y escapa con la pelota. Ethan grita desde el fondo: —¡Cásate conmigo, lloviznaaa! —¡No te alcanza ni para el anillo! —responde Lía. Todos ríen. Incluso yo. Por un momento, casi se me olvida todo. Casi. Hasta que la veo. Ese traje de baño diminuto. Esas curvas. Ese cuerpo que ya he recorrido con mis manos. Que ya me hizo perder el control. Y recuerdo que no puedo tenerla. No debo. Pero la quiero. Jodidamente mal. Y esto apenas comienza. Y como si el universo supiera, las provocaciones entre Amaya y yo se intensifican. Cada vez que paso cerca de ella, le rozo la piel bajo el agua. Mis manos se cuelan en su cintura, bajan más. Toco su trasero. Ella no se aparta. Al contrario, se mueve más cerca. Cuando ella intenta quitarme la pelota, la atrapo entre mis brazos. Mi boca junto a su oído. —¿Recuerdas cómo gemías anoche? —le susurro—. Porque yo sí. Me dan ganas de hacerte gritar de nuevo… aquí mismo. ¿Te acuerdas cómo te temblaban las piernas cuando te venías encima de mí? Ella jadea. Lo escucho. Aunque lo disimula con una risa. Luego me roza el abdomen, y después, su mano se cuela bajo el agua. Me toca. Sutil. Íntima. Jodidamente peligrosa. Su palma me roza con descaro, lenta, firme. Mis músculos se tensan. —Dos pueden jugar esto, hermanito —murmura con esa voz suya, dulce y venenosa al mismo tiempo—. Y tú no eres el único que sabe usar las manos. Sus dedos se deslizan aún más abajo, provocándome. Mi mano responde instintivamente, posándose sobre su cadera, deslizándose hasta la curva de su trasero, apretando con descaro mientras mi pulgar se aventura un poco más arriba, justo en el borde donde empieza su bikini. —Si sigues así, voy a meterte los dedos ahí mismo —le digo muy bajo, con los labios rozando su oído—. No me importa que estemos en medio de todos. Ya probé tu cuerpo, Amaya. Y juro por Dios que no me pienso conformar con una sola noche. Ella se ríe, pero es una risa nerviosa. Excitada. Su cuerpo lo dice todo. Está ardiendo. —¿Estás caliente, hermanito? —susurra—. ¿Te gusta que juegue contigo como si fueras mi puto juguete? —No juego, princesa. Yo hago que te corras. Y lo sabes. Ella se aprieta más a mí, como si buscara esconderse… pero no se aparta. Bajo el agua, sus dedos rozan mi erección, suave, descarada, como si se deleitara con el poder que tiene. Mis dedos se cuelan entre sus muslos, la acarician con intenciones nada inocentes. Su bikini es una maldita excusa. Y yo… estoy cruzando cada línea sin vuelta atrás. —Vas a mojarte más que con el agua, Amaya… —le susurro—. Y cuando estés lista, te voy a follar como si esta fuera la última piscina del puto planeta. Sus uñas se clavan en mi espalda, muy sutil. Está jadeando. —Ten cuidado con lo que prometes, hermanito… —me dice, y me muerde el lóbulo de la oreja—. Porque yo cumplo lo que provoco. La pelota pasa volando cerca de nosotros y alguien grita un gol. Pero no escucho quién fue. Porque en este momento, debajo del agua, estoy perdiendo la cabeza. Y ella también. AMAYA Me alejo de Zayn con una sonrisa torcida, sintiendo su mirada clavada en mi espalda. Paso cerca de él, lo suficiente para que mi boca roce su oído. —Ahora eres mi querido hermano mayor… no puedes tocarme —susurro, dejando que mi voz gotee malicia. Siento el calor de su respiración entrecortada y sé que lo dejo con una erección imposible de ocultar. Me alejo más ligera, como si no acabara de incendiarlo. El juego sigue, el ambiente está cargado de risas, agua salpicando, gritos de victoria y bromas constantes. Lía y yo hacemos equipo contra Ethan, y en una jugada rápida, ella no calcula bien la distancia. Su codo impacta directo en mi nariz. —¡Mierda! —exclamo, retrocediendo. Siento el ardor de inmediato, y luego el líquido caliente corriendo por mi labio superior. Lía se gira de inmediato, aterrada. —¡Amaya! ¡Perdón! ¡No fue mi intención! Los demás se acercan entre gritos y confusión. Me llevo una mano a la nariz y trato de mantener la calma mientras camino hacia la orilla, inclinando la cabeza hacia atrás. —¡No, no hagas eso! —dice una voz firme detrás de mí. Unas manos grandes y seguras me sujetan por la nuca y la cintura. Es Zayn. Me guía con cuidado hacia la orilla. —Si echas la cabeza hacia atrás solo harás que la sangre se coagule donde no debe —dice con un tono firme pero bajo. Me siento, y él se mueve rápido, saliendo del agua. Les lanza una mirada a todos. —Estoy con ella, no se preocupen. Me levanta como si no pesara nada y me lleva a uno de los camastros. Me sienta con delicadeza y se arrodilla frente a mí. —Déjame ver —me pide. Suelto la nariz con cuidado. Zayn se acerca, inspeccionando el golpe con una concentración que no había visto antes en él. Sus dedos son cálidos y hábiles. —¿Duele aquí? —pregunta, presionando apenas. Asiento. Me arde, pero no quiero parecer débil. —Fue leve… solo molesto. Él levanta una ceja, escéptico. —¿Tienes experiencia con golpes? —pregunto, curiosa. Su sonrisa torcida aparece de inmediato. —Digamos que sé más de lo que parezco. Pero deja de hacer preguntas y aprovecha que te estoy cuidando como toda una dama. Suelto una risa suave, a pesar del dolor. —Bueno, no se me ocurre mejor forma de bajarnos la calentura de hace rato… —¿Quién dijo que se me bajó? —murmura, sin despegar sus ojos de los míos. Antes de poder responder, aparece Nico, corriendo hacia nosotros. —¿Está bien? Yo me quedo con ella, Zayn. Puedes volver con los demás. Zayn se pone rígido. Lo mira como si quisiera arrancarle la cabeza. —Ve a pedirle a Leonardo el botiquín y algo de hielo. —Puedo quedarme con ella mientras… —Es mi hermana —dice Zayn, cortante—. Yo la cuido. Siento la tensión crecer. No quiero una escena. —Nico, por favor… ve por el botiquín. No voy a ningún lado —le digo con suavidad. Nico duda, pero asiente y se va. Zayn lo sigue con la mirada un segundo más antes de murmurar algo apenas audible. —¿Estás celoso, hermanito? —pregunto, divertida. Zayn me mira. Su mirada… ardiente, intensa. Y en ese instante, todo lo que arde entre nosotros se enciende otra vez. NICO Entro a la casa con el corazón acelerado, la mandíbula apretada y un nudo en el estómago que no logro deshacer. Todavía puedo ver la sangre en la nariz de Amaya, sus ojos cerrados por el dolor, la forma en la que Lía se desesperó tratando de ayudarla… y a Zayn. Siempre Zayn. Con sus manos en ella como si fuera suya. Como si tuviera derecho. Camino por el pasillo, con pasos rápidos, buscando el maldito botiquín, pero una parte de mí está buscando otra cosa. Un poco de control, tal vez. Porque allá afuera me sentí impotente. Fuera de lugar. Y no por el golpe… sino porque él no me dejó cuidarla. ¿Quién carajos se cree? Sí, lo entiendo. Es su hermanastro. Pero yo soy su mejor amigo. Hemos crecido juntos. Yo sé cómo tratarla cuando está molesta, cuando tiene dolor, cuando no quiere hablar. Yo he estado ahí en cada cumpleaños, en cada navidad, en cada fin de semana aburrido donde solo queríamos huir del mundo. Nadie la conoce como yo. Nadie la cuida como yo. Y sí, tal vez me importa más de lo que debería. La verdad… es que no sé en qué momento dejó de ser solo mi amiga. Quizás fue cuando me abrazó en aquella fiesta y me dijo que yo era la única persona en la que confiaba. O cuando lloró por ese idiota con el que salía, y yo la abracé hasta que se quedó dormida. O tal vez fue mucho antes… cuando todavía éramos niños y me hacía reír hasta doler el estómago. No sé. Solo sé que ahora… cada vez que la veo, me duele. Y no porque me rechace. No lo sabe. Nunca se lo he dicho. ¿Cómo podría? ¿Y si la pierdo? ¿Y si arruino todo? Pero eso no justifica cómo se comporta Zayn. Desde que pisó la alberca no ha dejado de mirarla como si fuera un maldito buffet. Él y su estúpido amigo Ethan, que no puede quitarle los ojos de encima a sus tetas. Porque sí, lo vi. Lo vi mirándola con descaro, sin pudor, como si ella no fuera más que un par de curvas flotando en el agua. Como si no valiera más que eso. Y Zayn… peor aún. Lo pillé al menos tres veces viéndole el trasero. Ni siquiera lo disimula. Y lo que más me jode es que Amaya no se da cuenta. O peor… lo deja pasar. Incluso Elías, el hermano menor, la mira demasiado. Aunque… con él es diferente. No hay morbo en su mirada. Solo curiosidad. Como si no entendiera lo que ve, pero algo en ella le llamara la atención. Y eso, lo acepto. Es inocente. No como los otros degenerados. Porque sí, eso es lo que son. Un par de degenerados que no entienden lo que significa el respeto. Que se creen con derecho a mirar lo que no les pertenece. Me enferma. Me enferma ver cómo se ríen, cómo se codean entre ellos, como si estuvieran hablando de un pedazo de carne y no de Amaya. Y lo peor… No sé si fue mi mente jugándome una mala pasada… pero cuando salieron del agua, vi a Zayn caminar con las manos en los bolsillos, ligeramente encorvado hacia adelante. Como si… como si estuviera ocultando una erección. Una erección. ¿En serio? ¿Tan enfermo está? ¿Mirando así a su hermanastra? No puede ser. No debería ser. Pero no puedo dejar de pensarlo. No puedo ignorar lo que vi. Porque lo vi. Y me dan ganas de partirle la cara. De decirle que se aleje. Que la deje en paz. Que no es una más de sus conquistas. Y no entiendo cómo puede ser tan hipócrita. Porque ahí está, actuando como si fuera el héroe, el que cuida, el que protege. Y Amaya lo deja. Lo deja hacer todo eso como si fuera lo más normal del mundo. Como si él no la hubiera estado desnudando con la mirada todo el maldito día. Cruzo el pasillo y entro a la sala, y ahí está Leonardo, sentado, revisando algo en su celular. Alzo la voz, más rápido de lo que debería. —¿Leonardo? Levanta la vista, preocupado. —¿Pasó algo? —Sí… Amaya —me acerco—. Lía le dio un golpe sin querer. En la nariz. Está sangrando un poco. Nada grave, pero… No espero a que termine la frase. Leonardo se pone de pie en un segundo, toma el botiquín del mueble junto a la pared y sale casi corriendo hacia afuera. Me quedo ahí parado, solo. Apretando los puños. Porque ese era mi momento. Porque yo quería cuidarla. Porque me duele verla así, y me jode que alguien más esté a su lado. Y Zayn… Ese imbécil ya la está tocando demasiado.
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