—¿Tienes alguna historia divertida de la manada? —le pregunté, queriendo conocer más sobre su mundo.
Caliban pensó por un momento antes de responder. —Oh, hay una que siempre me hace reír. Una vez, durante una de nuestras celebraciones, un m*****o de la manada decidió que era buena idea intentar hacer una danza tradicional. Pero terminó tropezando y derribando toda la mesa de postres. ¡Fue un desastre y todos terminamos cubiertos de pastel!
Reímos juntos, y me di cuenta de lo mucho que disfrutaba de su compañía.
—Me encantaría haber estado allí, —dije, imaginando la escena.
La conversación fluyó naturalmente, y pronto me sentí más cómoda. A medida que el desayuno avanzaba, Caliban se inclinó un poco hacia mí, su voz más baja.
—Adelina, hay algo que he querido decirte... —comenzó, pero
