La joven Rosalie comenzó a sospechar que aquello que le había salvado del retorcido plan de la sirvienta había sido más que solo suerte y un poco de ventisca, así que incitada por su ama de llaves que le dijo que siguiera todos sus presentimientos, buscó contactar con el espíritu de su esposo muerto, quien creyó que la había salvado esa madrugada en la habitación en la que solían encontrarse ellos también en los eventos de sus fiestas. ''Seas lo que seas, preséntate ante mí'' le ordenó ella. ''No hacía falta que lo ordenes, amada mía'' respondió una voz conocida, al darse vuelta para verlo con sus propios ojos, pudo verlo, era el mismísimo Peter, su difunto esposo, alumbrado por la luz de la luna que era la única testigo de que los muertos podían volver en su mansión. ''¿Vienes a lle

