Capítulo 2

1718 Palabras
_ Padre ya te he dicho que me voy a casar con Adriana, ella es la única mujer que puede ir de mi brazo, la única que está a mi altura. Jamás podría llevar a mi lado a Bianca, entrar a una fiesta junto a ella sería un desastre completo, todos se reirían de mi por salir con una limpiadora. Una mujer de su clase, vulgar, ignorante, sería como un yunque atado a mi pie. Ella es muy buena y hermosa, pero no está capacitada para ser mi esposa. El único lugar que puede tener una chica de su clase es el que tiene, de amante. _ El tono jocoso de Marcos denotaba que todo lo que estaba diciendo en realidad le parecía muy gracioso. _ Me dejas más tranquilo hijo, tu boda es en dos días y tenía miedo de que te arrepintieras. Sabes que Adriana y sus millones son lo mejor que te pudo pasar_ Contesta Carlos, el padre de Marcos con absoluto cinismo. Para ellos nada es más importante que el dinero. Las personas valen según su nivel económico. Pero esta es una realidad que Bianca recién está viendo. La venda de sus ojos ha comenzado a caerse y la revelación de una dura verdad ha llegado a su vida. Ambos se ríen, y ella, en su corazón, comprende que de quien se ríen es de ella. Esta muda y sorprendida, pero dispuesta a seguir escuchando. _ Por supuesto, es una oportunidad que no puedo desaprovechar por nada del mundo. Pero no hay ninguna cosa que me impida seguir disfrutando del cuerpo y del amor incondicional que mi Bianca me brinda. Ella va a tener todo mi amor, solo que, en las sombras, jamás podrá ser mi esposa. _ Hijo, siempre puedes jugar fuera de casa, pero nunca pongas a esas mujeres por sobre tu esposa. Recuerda que eso te puede hacer perder millones_ la sonrisa socarrona de Carlos dejaba ver lo que había en su corazón. No importaba perder a su esposa, ni a sus futuros hijos, no importaban las personas, solo los millones, a eso se reducía todo para ellos. Bianca se sentía asqueada, las náuseas la invadieron, temía descontrolarse y delatar su presencia. Era una suerte que las secretarias no estuvieran en ese momento, aunque no tenía ni idea de adonde se habían ido ni tampoco le importaba, solo tenía ganas de salir corriendo de ahí pero no quería delatarse y que supieran que había escuchado, no aún. La conversación iba a continuar, pero ella decidió que ya era suficiente, por lo que se dispuso a hacer ruido con los elementos de limpieza y golpear la puerta para poder disimular. No iba a demostrar que había escuchado todo, no iba a hacer ningún escándalo, ella iba a salir de ese lugar con la frente muy en alto. No por ser pobre se iba a dejar pisotear. Su dignidad era algo que no entregaría por nada ni por nadie. En el momento en que escucharon ruidos ambos callaron, y en cuanto golpearon la puerta dieron el pase. Con toda la entereza que le quedaba, la joven entró al lugar y cumplió con su función después de todo ella estaba muy orgullosa de su trabajo. Controlo las lágrimas traviesas que intentaban salir, terminó de limpiar y se retiró de la oficina. Marcos la había mirado lleno de temor. Se preguntaba por qué había ido ella y no la de siempre, que ni su nombre sabía y tampoco le importaba. Se encontraba inquieto ¿y si ella había escuchado? ¿Si se enteraba de todo y lo dejaba? Luego se calmó, claro que no lo va a dejar. Ninguna mujer en su lugar lo haría, aceptaría todo con tal de estar con un hombre como él, después de todo Bianca lo amaba, siempre le creía todo y estaba dispuesta para él, por qué ahora iba a ser diferente. En el momento en el que ella se retiraba de la oficina una hermosa mujer salía del ascensor y se dirigía hacia la misma. Toda ella desprendía sofisticación y clase. “Es despampanante”, pensó Bianca. Morocha de ojos azules como el cielo, una piel que se notaba suave y cuidada, muy blanca, como la nieve. Definitivamente era la prometida de Marcos no había lugar a dudas. Cuando esta joven pasó a su lado la miró, de arriba abajo, con evidente asco. Intentando alejarse lo más posible de ella, como si tan solo con un rose la fuera a contaminar, como si su sola presencia la enfermara. Arrugó la nariz, como si en el lugar hubiera algún olor nauseabundo. Estos gestos y acciones lejos de enojar a Marcos lo divirtieron. Y como no, si esa es la manera en la que él mira a las personas de su clase. Si con Bianca fue distinto es porque se la quería llevar a la cama, se había encaprichado, y una vez que la tuvo le gustó demasiado y no quiso desecharla... tampoco quiere ahora. Pensándolo bien tiene que convencerla de que deje de trabajar, le da mucha repulsión verla con el uniforme y limpiando todo, además así no se entera, por ahora, de su matrimonio, y si la mantiene la puede controlar mejor. Por suerte Bianca ya se había retirado de la oficina. Él se acercó a su prometida y le dio un dulce beso y la abrazó con una sonrisa en los labios. Gesto que la chica respondió de la misma manera. Realmente no le molestaba casarse con ella. Era sumamente hermosa, con mucha clase, criada para ser la esposa y madre perfecta, pero a pesar de todo no era su Bianca, no tenía su fuerza ni su dulzura. Recuerda la primera vez que la vio, al principio se sintió molesto, a esa hora ya el personal de limpieza no debía estar en la oficina, pero todo su enojo se esfumó en cuanto la observó con detenimiento. Era hermosa, cálida, un cuerpo que se notaba sumamente tentador, a pesar del uniforme. Estaba literalmente babeando y en ese momento supo que tenía que ser de él, más cuando vio la manera en que lo miraba y el rubor de sus mejillas. _ ¡Cariño... cariño! ¿En dónde estás? ¡Te estoy hablando! _ una voz sumamente chillona sonó, sacándolo de la nube de recuerdos en la que se había metido escapando por un momento de su realidad. _Oh, perdón, me distraje pensando en algunos pendientes que tengo. Pero tranquila mi amor que acá estoy para ti. Mi papá seguro se va a encargar de mis pendientes_ Contestó meloso sosteniendo a Adriana por la cintura. Si hay algo que a él se le da bien es fingir interés cuando en realidad no lo tiene. _ Por supuesto hijo, tranquilo disfruta de tu tiempo con tu futura esposa así terminan de coordinar todo para la boda _ Carlos estaba feliz de ayudar a terminar de atrapar a esa mina de oro que estaba en la oficina. _Perfecto querido porque te vengo a buscar para que vallamos a comer a nuestro restaurant favorito. Hoy llega mi adorado primo y quiero que lo conozcas_. Ella brillaba de felicidad por casarse con Marcos. No es que lo amara tampoco, pero amaba el estatus que le da ser su esposa. Una mujer como ella no puede casarse con un hombre inferior. Y, ya que el hombre al que ella ama es un imposible, no le queda otra que seguir este plan. De todos modos, él es sumamente apuesto y un excelente amante, el mejor de todos pensó suspirando. Sin embargo, “no puede ser mejor que él, nadie es mejor que él”, pensó con melancolía. _ Claro Adri, vamos quiero conocerlo. He oído hablar mucho de él, es muy famoso a nivel mundial_. Sería muy bueno lograr que invirtiera en su empresa. Podría ampliar aún más su flota y abarcar todo el mundo. Con nuevas rutas, tanto aéreas como terrestres, incluso se aventuró a soñar con entrar al mundo del transporte de cargas, lo que les traería grandes ganancias. Si aún no lo hacía es porque le faltaba capital, pero si lograba captar a este pez gordo nadie lo va a detener. Con eso en mente salieron ambos tomados de la mano hacia el restaurant. Era el mejor de la ciudad. Una reservación ahí era sumamente complicada, incluso tenían lista de espera, pero ella era muy previsora e inteligente, por lo que había sobornado al personal del lugar para conseguir que les den una mesa, necesitaba impresionar a su amado primo. Se había vestido y maquillado para la ocasión, tratando de verse aún más hermosa de lo que ya era. Siempre debía verse dulce, gentil, delicada y por supuesto bella, insuperable. Si tan solo pudiera ser de él, si ese amor fuera posible... >>>>>>>>>>>>>>>>>> Luna por su parte dejó las cosas de limpieza en su lugar, y fue directo a recursos humanos para renunciar a ese trabajo. No pensaba pasar un día más allí, no iba a permitir que se siguieran burlando de ella ni mucho menos que la humillaran más. Lo bueno era que, como era una empleada de tan baja categoría, la más baja para ser precisos, no necesitaba de demasiado protocolo para renunciar. Podía presentar una nota manuscrita notificándolo y problema resuelto. Nadie preguntó el porqué de su decisión, nadie la miró siquiera. Dejó su renuncia junto con su uniforme y se dispuso a salir del edificio. Sergio ya no estaba en su puesto, lo que era una pena porque no se iba a poder despedir de él, el único con el que hablaba realmente además de sus compañeras de limpieza, que no se encontraban en sus lugares, aunque en realidad no eran amigas. Con todo el peso del mundo sobre sus hombros se dirigió a su departamento, que en realidad no lo era. Acaba de darse cuenta de que tiene que dejar ese lugar, no puede quedarse un minuto más ahí. Caminó un poco hasta una plaza cercana y se sentó a respirar, pensar y tranquilizarse. Su mundo se había desmoronado. Lo que ella aún no sabía es que aún no había terminado de caer, lo peor para estaba por venir, y de las decisiones que tome en el futuro cercano dependerá su felicidad o su infortunio.
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