Capítulo N°2

1124 Palabras
El camino hasta la finca era sinuoso, estrecho y extremadamente largo y por momentos la carretera bordeaba el río de manera serpenteante en una carrera silenciosa por avanzar en la oscuridad hacia la finca de la familia Smith. Aún le faltaban dos horas de un largo y extenuante camino, para llegar a su hogar, así que encendió el estéreo, y masticando una goma de mascar comenzó a cantar las canciones que iban apareciendo en la radio. Una sonrisa se dibujó en sus labios, podían pasar los años lejos de la Montana, sin embargo la música country corría por sus venas y siempre lo ponían de muy buen humor, así que moviéndose al ritmo de la canción y golpeando el volante al compás de la guitarra, siguió avanzando en la oscuridad de la noche, solo la luna iluminaba la carretera acompañada por una infinidad de estrellas brillantes. Erick conocía perfectamente la zona, recordaba cada curva, cada roca y sabía con seguridad cuál era la entrada a la hacienda de cada uno de sus vecinos y recordaba con melancolía como siendo un niño pequeño su le enseñó a memorizar los nombres de cada uno de los campos linderos. — Los Reimons —anunció en voz alta mirando la primera tranquera blanca y una media sonrisa se dibujó en su rostro, el señor Reimons era el encargado de repartir la leche entre las estancias y fue el primer hombre que le dio trabajo como ayudante en los establos ordeñando las vacas—. Gracias señor Reimons, gracias a usted pude ahorrar lo suficiente para salir de este lugar—dijo mirando al cielo, ya que su fallecimiento fue solo unos meses después de su partida. Ya faltaba solo unos kilómetros cuando se detuvo frente a una granja o al menos lo que quedaba de ella. Esa era la casa de Alexia, su mejor amiga e hija de uno de los hombres de confianza de su padre, pero estaba completamente en ruinas, destruida por el fuego. — ¡Por Dios, ¿qué pasó aquí?! —dijo en voz alta e ingresó a la propiedad muy lentamente con el vehículo ya que la maleza alrededor era espesa, toda la propiedad estaba abandonada, entonces detuvo la camioneta frente a los resto e iluminando la casa se bajó de la camioneta y caminó hasta donde antes se encontraba la entrada principal para inspeccionar. Todo estaba en ruina, lo que alguna vez fue la sala de estar ahora solo había escombros y un poco de hierba mala brotando desde la madera del piso, La luz a su espalda le permitía observar todo con más detenimiento, al parecer hubo un gran incendio y la familia perdió todo, entonces la preocupación se hizo presente en su corazón, ¿Dónde estaban ahora la familia Thompson ?, ¿por qué su madre nunca le contó nada sobre está tragedia? ¿ Dónde estaba Alexia ? De vuelta dentro del cubículo de la camioneta, apagó la radio, ya no estaba de humor para escuchar ningún tipo de música, sin embargo muchas preguntas sin respuestas seguían rondando por su mente, ¿Cuándo fue el incendio?¿Cómo? ¿Por qué? y sobre todo seguía pensando en esa adolescente inocente y dulce, su compañera de juegos que muchas veces lo desvelo con sus picardías. Mirando a la nada, a la inmensidad del campo recordó como Alexia atravesaba el campo corriendo, le tiraba piedras a su ventana hasta lograr que se despertara y salían a montar a caballo y así pasaban varias horas cabalgando durante las noches de verano y con quien habían compartido besos a escondidas. Entonces volvió a pensar en su madre, ella sabía perfectamente lo que sentía por Alexia, nunca ocultó sus sentimientos y siempre dejó en claro que su cariño era sincero, sin embargo no comprendía porque le habían ocultado esta desgracia, se sentía como un tonto, un marginal al que todos ignoraban. Por un momento se sintió una víctima de las circunstancias, sin embargo su dolor era insignificante cuando comprendió lo desgarrador que debió ser para la familia perderlo todo, cambiando de actitud y siendo más positivo pensó en que buscaría la forma de ayudar a sus amigos a reconstruir su casa y que regresen a su hogar. De repente mirando la hora comprendió que debía llegar rápido al rancho antes de que su madre se preocupara y llame a la policía. Ya estaba atrasado por más de media hora y seguramente, ella estaría en el comedor, sentada en la mesa, con una taza de té en las manos, esperando ansiosa por el regreso de su único hijo. Al llegar al terreno donde comenzaba los límites de la propiedad se sorprendió al ver lo mucho que había progresado su padre, la casa lucía exactamente igual pero había un gran terreno demarcado por postes donde las plantaciones de maíz se extendían a lo largo y ancho de todo el lugar, perdiéndose en el horizonte hasta donde la luz de la luna iluminaba tenuemente los campos. Él estacionó la camioneta en el garaje junto a tres vehículos más, entonces agarró su equipaje y con pasos lentos, pausados se dirigió a la entrada principal. El frío era extremo, las montañas que rodeaban el valle aún tenían sus picos cubiertos de nieve, y a pesar que estaba comenzando la primavera, el invierno era muy resistente y se rehusaba a partir para dar paso a la nueva estación y dejar que el sol brille con su gran esplendor y abrace a los hogares con su calor. Al entrar a la casa todo estaba en penumbras, en silencio a diferencia de lo que había imaginado, nadie esperaba por él en el comedor, con pesar y un poco desilusionado camino a su antiguo cuarto, solo el crujir de la madera bajo sus pies le daban la bienvenida. Al llegar a la habitación se sorprendió de ver la puerta pintada de otro color y sin sus carteles de advertencia, entonces la abrió sin el menor reparo, todo estaba oscuro, solo la luz de la luna se filtraba por la ventana y pudo observar que alguien estaba en su cama. Irritado, de mal humor y sintiendo que lo habían invadido en su privacidad o lo que era peor ya no tenía un lugar en su propia casa donde descansar, se dirigió al cuarto de invitados, esa habitación fría al final del pasillo que casi nunca se usaba y parecía estar tan abandonada como él. Una vez que encendió la luz de ese minúsculo espacio se sorprendió de ver sus cosas acomodadas en los estantes, literalmente era una versión más pequeña de su antigua habitación y mirando todo perplejo y sin entender lo que sucedía se arrojó a la cama deseando nunca haber hecho ese viaje.
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