TERRENO PELIGROSO PARTE TRES. Después fue Ricardo, uno de los contadores más antiguos, quien le trajo un MUFFINS. Sin razón aparente. Dijo que era porque la veía muy concentrada últimamente y que a la vida debía ponerle algo de dulce. —Te lo mereces, Isa —le escuché decir, con esa familiaridad que no le corresponde a nadie más que solo a mí. Pero lo que más me dolió fue que la llamó Isa. Con una familiaridad que me hizo querer correr a matarlo y me sentí patético. Y ella, mi Isabella, le sonrió agradeciendo por tal acto. Y con un cuidado único, como quien guarda un diamante, lo guardó en el cajón de su escritorio. Y yo… gracias a eso me pasé todo el día sin poder concentrarme. Así que decidí que ella todos los días recibiría un desayuno como obsequio de mi parte. Nadie más debe dar

