Capítulo 8

2311 Palabras
Estoy atemorizada, este hombre es alto, musculoso e imponente, mis piernas desfallecen, intento quitarme el delantal y no parecer una tonta, mi cerebro no coordina con mis movimientos en este momento. ­—¿Qué haces con eso puesto? —Pregunta con altanería y arrogancia, su gruesa y rasposa voz me hace temblar más de lo que temblaba. «Estoy en problemas pensé» Aún no me contrata y ya me está gritando. Soy salvada de inmediato por la señora Agnes se percata de mi nerviosismo e intenta salvar mi cuello. —La señorita Amaia, muy amablemente me ayudó con la preparación de los alimentos. — Exclama, pero segundos después un balde de agua fría se estrella en mi rostro. —Nana, ella tiene boca puede responder por sus propios medios. —Esas palabras me hundieron más. Dios será una tortura trabajar con un hombre tan odioso.  respiro profundo y decido responder ya no me queda de otra, hablar y hundirme o hacer silencio y hundirme, ninguna de las opciones es maravillosa , pero si deseo el empleo, tengo que obviar el comentario de este hombre pedante —Lo siento señor O’Neill, ayude a la señora Agnes con la comida mientras esperaba, disculpé si fue un atrevimiento innecesario de mi parte. —Cruzo mis manos y palpo mis dedos uno a uno, estoy intimidada hasta los huesos. —Lo fue señorita Amaia. Aún no es empleada, si intenta ganar puntos con esa acción se equivocó. —Mis mejillas se sienten ardiendo, debo estar tan roja como una manzana, mis latidos aumentaron, juro que no lo hice con ningún tipo de intención. Agaché la mirada avergonzada y un poco furiosa, no se con que tipo de personas se ha topado en la vida, que intentan sacar ventaja de cualquier acción, yo no soy así. —No lo… —Intente responder, para disculparme una vez más, deseo borrar esos pensamiento de su cabeza sin embargo fui atacada con la ley de hielo, es decir no me dejo hablar, ni defender mi punto de vista no soy una aprovechada, tan solo quise agradecer la amabilidad de la señora Agnes es un hombre frió. Alzo la ceja y me miró de arriba abajo con suficiencia, solo porque tiene dinero. ¡Estúpido abogado!  Me sentí avergonzada, este señor me llamó oportunista, me humillo y sin derecho a defender mi punto de vista, las niñas son hermosas e idénticas, me enfoque en ellas y en lo necesitada que estoy, sin me dan el trabajo será difícil distinguir la una de la otra, sonreí al ver sus rostros angelicales, sin embargo el señor O’Neill, hizo que mi gesto desapareciera en segundos, es odioso y prepotente, pero decido obviar su tono de reproche y amargura. Sin mediar palabras  lo sigo desde una distancia prudente, sin mirar más allá que el piso de  porcelana por donde camino no quiero que piense que deseo husmear su residencia, sería el colmo que me llame la atención por ver, aunque mirando su rostro de amargado es una posibilidad latente… —Apresúrese señorita no tengo todo el día para esperarla. —Exclama con ínfulas de dios todopoderoso es  irritante este hombre, apresuró el paso y de pronto impacte con su ancha espalda. ¡Trágame tierra! ¿Por qué seré tan despistada? seré despedida antes que me contrate. —Lo… —Titubeo a causa de mis nervios. —Lo siento. —Dije al fin, él no responde solo me observa con seriedad ¡Dios!. Al ingresar a su oficina me senté frente de él y no lo mire directamente a los ojos, removí mis manos una con la otra ansiosa. De momento a otro me llena de preguntas las cuales respondí sin problema alguno, nerviosa si estoy su mirada causa un efecto en mí que no logro reconocer, por escasos segundo sus ojos se conectan con los míos robándome el aliento.  Me llene de rabia cuando me pregunta por el padre de Joshua, respire profundo antes de responder. —¡No tiene!  —Digo reflejando mi rabia, alce la voz innecesariamente, pero es imposible reprimir mi indignación. Ahora sí estoy segura que mañana dormiré debajo de un puente o en una acera, «Tonta Amaia» Si tengo suerte, ya que  si Odette está de mal humor tal vez sea echada hoy mismo de su casa, olvido esos pensamientos pesimistas y esta vez  me centró en sus intimidantes ojos, tiene el ceño fruncido por lo tanto dudo que esté señor me dé el empleo a causa de estar amamantando, note su expresión al saberlo,  siempre prefieren  a una chica más joven y sin hijos. —Lo siento señorita Amaia, la prioridad es cuidar de mis hijas, ese sería su trabajo primordial y dudo que con un bebé tan pequeño usted pueda hacerlo con serenidad y seriedad. Este trabajo no es para ti, lo mejor es que consigas un empleo que se adapte a tu tiempo y permita cuidar a tu propio hijo. —Su tono de voz fue incómodo, sentí un deje de reproche, o tal vez este loca.  Un nudo crece en mi garganta dejándome sin aliento, mi única esperanza se ha escapado de mis manos… Es un duro golpe el que he recibido. —Entiendo, Mr. O'Neill gracias por su tiempo. —Salgo del despacho si darle tiempo de decir otra cosa, estoy enojada conmigo misma. ¡Soy una inútil! ¿Ahora qué haré? Mis lágrimas se desbordaron a través de mis ojos, mi pecho se siente encogido de dolor, mis manos tiemblan y mis pies pesan de tal forma que me impiden caminar, miles de sentimientos se reflejan a la misma vez produciendo un revoltijo en mi estómago. El dolor en mis sienes se intensifican y por primera vez pruebo el sabor de la derrota en reiteradas ocasiones. Es imposible no llorar con una situación tan penosa y desagradable como la que me envuelve en este momento.  No me despedí de la señora Agnes fue muy amable conmigo, pero el llanto me embargó impidiendo dicha acción, ¡Piensa! golpeo mi cabeza con desesperación ¿Qué harás para mantener a tu hijo? Soy una fracasada, veo mi teléfono y la estupidez me llama, fue lo único que pude salvar ya que lo traía en el bolsillo del pantalón,  siento unas ganas enormes de llamar a Francisco. ¿Me humillaria una vez más? le doy mil vueltas al mismo asunto y estuve a nada de llamarlo pero me contuve. ¡No puedo! el me corrió. Ni lo pienses Amaia esa no es una opción, me regaño mentalmente, mi hijo corre peligro con él más que con cualquier otra persona, además nos corrió de su casa como animales, no caigas en sus redes no lo merece, tu hijo no lo merece, tu no lo mereces Amaia. Un dolor de cabeza punzante hace que me sienta peor, la debilidad que siento por falta de comida y sueño se agudiza con el pasar de los minutos, mis nervios están a flor de piel. ¡No se qué hacer! por más que intento encontrar una solución no se me da nada. Sigo caminando para ahorrar algo de dinero así tendré un poco por si acaso necesite trasladarme a otra entrevista, al recordar la sonrisa de mi pequeño, se entristece mi alma de tan solo pensar que no puedo ofrecer lo primordial  para que crezca sano, una alimentación adecuada ni un techo. Soy la peor madre del mundo, todo se vino abajo y el pequeño Joshua es quien paga las consecuencias de mis malas decisiones como mujer.  La necesidad de proteger a mi Joshua va más allá de mi propio bien, realmente yo no importo, camino por un largo rato buscando algún sitio donde puedan emplearme ¿Que obtengo? Nada simplemente nada. Ni de mesera me quieren por mi bebé, amamantar me imposibilita tener un empleo digno que miserable es la sociedad te da la espalda cuando más lo necesitas, me miran como una discapacitada o si tuviera una enfermedad contagiosa. ¡Joder! No soy de decir groserías pero estoy desesperada por conseguir una fuente de trabajo. Después de caminar por largo rato, llego a casa en silencio, derrotada con los pies llenos de ampollas, con el dolor calando mi cuerpo y mi alma y sin ánimos de hablar, con el simple hecho de ver el rostro amargo de Odette hace que me sienta peor si eso es posible. Sé que no me espera nada bueno, por algo se tomó la molestia de esperarme.  —¿Conseguiste el empleo? —Inquiere mordaz y su mal humor es bastante notorio.  —No lo sé, quedaron en llamarme mañana. —Miento, debo hacerlo me echará a la calle, sin pensarlo, ella es así desalmada y sin amor por nosotros.  —Eres una inútil, buena para nada, no retuviste a tu marido, no puedes tener una amistad, ahora no puedes criar a tu hijo ¡Eres una vergüenza!.  —Grita tan fuerte a pocos centímetros de distancia, produciendo que zumben mis oídos y el dolor de cabeza se agudice. No respondo nada solo agacho la cabeza humillada, así me siento inservible, mi madre sabe dar en los puntos claves para hacerme sangrar más de lo que ya lo hago. —¿Sabes qué día es hoy? —Pregunta y no se a que viene con eso.  —Sí, martes. —Respondo sin atención, quiero darme una ducha y descansar por un instante. —No Amaia respuesta equivocada. Es el día de irte, hasta hoy puedes quedarte. ¿Lo sabes verdad? —Me observa con rabia, sus ojos destilan maldad y trague grueso al saber a lo que me enfrentaré. Mi madre siempre tan comprensiva pienso antes de suplicar como una tonta —Por favor déjame quedarme unos días más, te prometo que conseguiré a donde irme solo necesito un empleo y me iré te lo aseguro. —Implore al borde del llanto, mi pecho duele de forma desagradable, miles de espinas se clavan en mi piel con cada lágrima que emerge de mis ojos.  —Lo siento Amaia sabes que siempre cumplo lo que digo, llame a Francisco de tu parte,  te recibirá con la condición que siga viendo a tu amiga, tu serás la sirvienta y nada más, debes ganarte el techo donde dormirás. —Sonríe con malicia.  Me quebré aún más al escuchar a mamá decirme esas palabras tan crueles, Francisco es un idiota sin sentimiento ¿Como pude amarlo? sentí morir por tercera vez, mis lágrimas formaron un río desbordado, mi pecho arde, mis ojos duelen, mi piel me da asco de tan solo recordar las veces que implore que me hiciera el amor. Mis uñas se clavan de la palma de mi manos, no merezco esta situación tan desafortunada, no merezco ser dañada ni despreciada solo por satisfacción de otro ¿Por qué me sucede esto?  es la pregunta que se formula en mi cerebro de momento a otro. No articule ni una palabra, fui en dirección a la habitación de Dánae tome en brazos a Joshua bese a mi hermana. —¡Gracias por todo! —Exclamé con sinceridad, ella me brindó consuelo cuando lo necesite.  —No tienes porque irte esta también es tu casa. —Dan comenta, mientras le reclama a Odette, yo simplemente me canse de tanta porquería, de recibir su desprecio debo aceptar que no somos bienvenidos ni mucho menos querido en este lugar, duramente comprendí que mi hijo solo me tiene a mí y yo a él. Lo abrigo a la perfección mientras salgo sin mirar atrás la tarde está fría, solitaria, faltan pocos minutos para anochecer, mi estómago ruge del hambre que siento, no he probado bocado en todo el transcurso de día, mis lágrimas caen no puedo dejar de llorar, mi mundo se vino abajo en dos segundos, es difícil enfrentar el odio de tu madre, de tu supuesta amiga y de tu marido. ¿Que sucedió conmigo? ¿Por qué de pronto todo me sale mal? No tengo familia, marido, amiga, trabajo ni un techo cálido para proteger a mi niño, lo abrazó con fuerza, veo las calles iluminadas con nostalgia ¿Qué hacemos? Es la pregunta que me formulo. ¿A dónde iremos? me pregunto con dolor notable. Camino por una hora sin rumbo fijo, llegó a un gran elevado, una horrible idea se vino a mi mente, la tristeza caló en lo más profundo de mi ser, abrazo a mi bebé tan fuerte como puedo, me acerco al borde es una altura considerable, una caída de aquí arriba producirá nuestras muertes de inmediato. Lloro de impotencia ¡Necesito valor! Es mi única salida, me duele apagar la vida de mi hijo con la mía, no tengo otra alternativa, sino aferrarme a lo único que me da valor, no hacer sufrir a mi hijo la misma miseria que vivo en este instante. El no se merece esta mierda de vida, a mi lado no tiene futuro alguno, él me sonríe inocente de todo, sin culpa, sin maldad, acaricio su rostro por última vez, lo llenó de besos despidiéndome de su hermosa carita. —¡Te amo! —¡Amo! —Repite y me vine abajo, me desmorone por completo. Saco mi dolor desde lo más profundo de mi ser, me senté cerca del borde aferrada a él —¡Perdóname! ¡Perdóname! Te merecías algo mejor, te traje al mundo a sufrir mi amor, no te mereces una madre como yo, una mujer sin valor, sin fuerzas, sin coraje lo único verdadero que siento es el amor por ti mi pequeño. —Acaricio su cabello. Fuiste mi mejor regalo, un angelito de mi corazón gracias por escogerme como madre, aunque no sea merecedora de tu sonrisa. —Continuó llorando me acerco al borde, miró hacia abajo y un escalofrío me invade, sin pensarlo más decido acabar con esta miseria que me embarga.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR