Ya sabía ella que las cosas no estaban bien, su madre le estaba ocultando algo, por las noches se le hacía imposible dormir teniendo ese mal presentimiento encima, y así fue. La noticia de que su padre había muerto llegó tan de repente como esos amargos sentimientos de angustia rompiendo todos los secretos que guardaban las palabras de su madre.
Jade tenía más de cuatro años sin verle luego de ese día, cuatro años atrás cuando ocurrió lo que desgarró a su familia por completo, la desaparición de su hermana mayor en un accidente a las afueras de la ciudad de Barcelona. Un trágico accidente en donde nunca encontraron el cuerpo de su hermana, ni señales de que hubiese sobrevivido, así que la dieron por desaparecida sin molestarse en seguirla buscando luego de algunos días.
Sus padres habían sido marcados de por vida, pero su papá fue quien más sufrió, perdió su empleo, tuvo que hipotecar la casa, ya no tenía ánimos de seguir viviendo, ni siquiera por su esposa e hija menor, estaba cegado por el dolor de haber perdido a una hija así que prefirió marcharse de casa y dejarlas solas a ambas. Desde ese día ella jamás volvió a verlo o hablar con él.
Ahora mismo va camino a Madrid España desde Canadá donde actualmente vivía con su madre. La ha enviado luego de insistirle tanto, no podía simplemente quedarse sentada en casa sabiendo esto, así que le pidió que la enviara de vacaciones un par de meses, así podría quedarse con sus tíos, y lograría ver a su padre, aunque no como le hubiese gustado. El viaje era turbio de pensamientos y dudas, pero, aunque parecía haberse tomado la decisión correcta de ir a ver la tumba de su padre no se imaginó que podrían crearse problemas a raíz de su llegada.
Al llegar al aeropuerto de Madrid, su tío Roberto la esperaba para llevarla a casa. Casa que no había visitado en años y se le hacía tan nostálgico pensar que volvería pareciendo que lo estaba haciendo por obligación y eso era algo que tenía que guardarse para ella sola.
—¡Vaya como has crecido! —exclama su tío al verla llegar con las maletas que previamente ella había recogido. Tenían tiempo sin verse y era normal que tuviese esa reacción al verla casi convertida en una señorita.
—Y tu pareces haber envejecido tío —le bromea Jade y de esa manera el hielo termina por romperse a pesar de que ambos compartían esa sensación de nervios como si estuviesen a punto de hablar con una persona a quien no conocen.
—Venga —tiene ese típico acento español pronunciado—, no seas así, tan solo tengo treinta y ocho y aún me queda bastante por recorrer.
—¿Cómo estás? —fue lo único que ella pudo decir en ese momento, no sabía si era por no haberle visto en más de tres años, pero las palabras eran escasas cuando sus miradas entristecidas lo decían todo. Él se acercó a ella y le dio un fuerte abrazo que unió un millar de pedazos de su corazón esparcidos en el aire.
—Yo estoy bien, o eso creo —estaban sincronizados completamente en cuanto a sensación de tristeza. Y casi como si hubiese detonado algo dentro de Jade las lágrimas empezaban a hacerse presentes.
—Venga no llores —lo que menos quería él era verla desbordarse en medio del aeropuerto—. Te llevaré a casa para que te sientas mejor ¿Vale? —Jade asintió con la cabeza mientras secaba las lágrimas con sus manos. Todo fue bastante tenso de camino a casa de sus tíos, pero al llegar y respirar aire fresco luego del viaje le sentó bastante bien.
—Jade —su tía Sara se queda casi perpleja al verla—. ¡No puede ser, estas hermosa!
—Gracias tía Sara, hace mucho que no nos veíamos ¿Eh? —parecía que hablase con su madre ya que Sara le daba esa sensación de cariño maternal.
—Pues hace cuatro años exactamente —le dijo Sara.
—Sí… —Jade volvía a quedar en silencio sepulcral sin ninguna respuesta que atravesara por su mente.
—Pero ven —le invita a acercarse—, pasa, hace mucho que no hablamos.
La casa de sus tíos no había cambiado tanto, la misma casa de dos pisos, el césped, y la hermosa vista, eso sin contar con el hermoso patio lleno de flores en el que solía jugar de niña. Hablaron durante un buen rato tomando café en la sala de dicha casa dejando que las palabras fluyeran naturalmente sin nada que se interpusiese en medio. El dolor y la necesidad no dejaron de tocar a su puerta y decidió preguntar por su padre, la verdadera razón de su visita después de tantos años.
—No se supo la causa de su muerte, al parecer fue natural, en verdad que... no lo entiendo —dijo su tío Roberto. Jade parecía hundirse cada vez más con esas palabras, seguía habiendo dudas sin resolver.
—Yo... —Jade tiene un hilo de voz, su garganta seca y áspera sedienta de lágrimas empieza a evidenciar desesperación en sus ojos—, solo quisiera saber por qué mi padre nos abandonó a mi madre y a mí.
—Si sabes que él te amaba ¿Verdad? —para Jade era algo casi imposible de creer, difícil de ignorar y aún más complicado de aceptar considerando todo lo que ha pasado durante estos últimos años.
—Comencé a dudar de ello hace mucho —responde sin ganas.
—¿Te gustaría acompañarnos al cementerio? —propone su tía—. Le llevaremos algunas flores.
—Bueno… —debía soltarle, dejarlo ir con toda su tristeza en él y con la esperanza de perdonarle algún día—, está bien.
El día ya había sido lo suficientemente largo y la noche estaba llegando, ella se preparaba para dormir, cuando alguien tocó la puerta girando la perilla lentamente.
—¿Puedo pasar? —su tío se asoma por la puerta.
—Sí claro tío, pasa —contesta ella amablemente mientras acomoda sus cosas en el armario de la habitación donde se estaría quedando. Llevaba puesta su pijama y estaba lista para cerrar los ojos en medio de la obscuridad de la habitación y desangrar sus ojos con lágrimas de dolor hasta que no quedase ninguna dentro de su cuerpo.
—Disculpa que te moleste —luego de entrar cierra la puerta y se acerca a la cama para sentarse y poder conversar con Jade—, quería decirte que tus primas vendrán mañana a verte, es que estaban quedándose con unas amigas, pero cuando les conté que llegaste se emocionaron por querer venir y estar contigo.
—Me parece bien, también me encantaría verlas —dice Jade luego de doblar una de sus blusas favoritas y meterla en el armario. Lo decía sinceramente y con honestidad, hace mucho no las veía y las consideraba sus mejores amigas y hermanas desde que eran pequeñas.
—Sí, así te sentirás más cómoda, espero —al verla un poco indispuesta para charlar decide levantarse para despedirse y salir de la habitación—. Descansa, si necesitas algo solo dime.
—Buenas noches —ella voltea a verle y le sonríe—, que duermas bien, y gracias.
Su mente era un torbellino de pensamientos, no paraba de pensar y pensar, y de sentir un nudo en la garganta. Pero el cansancio le venció y se quedó dormida rápidamente. Aferraba sus manos a la sábana que tenía puesta para resguardarse del frío y la soledad que poseía.
Al día siguiente esperaba que las cosas empezaran a mejorar con la llegada de sus primas, sabía que necesitaba despejar la mente un instante, después de tantos años no se había sentido tan mal y confundida, y en verdad que necesitaba salir de ese bucle. Por lo que una buena compañía familiar acompañada de sonrisas sería la mejor medicina para su estrés y trauma.
—¡¿Jade?! —dice una de sus primas al llegar a casa el día siguiente y encontrársela en la cocina desayunando, todavía con el pijama puesto.
—¡Litzy!, ¡María! —exclama Jade al voltear y verlas a ambas.
—Que gusto me da verte Jade —le hace saber su prima Litzy. Una chica bastante madura y de contextura delgada con ojos un poco rasgados, pero facciones finas y cabello castaño.
—Qué bueno que hayas podido venir de vacaciones, y también por el tío... —expresaba María, quien tiene una contextura más gruesa que la de su hermana, pero manteniendo una figura perfecta para su edad. Es la más parecida a su madre, ojos grandes con un hermoso color café claro y cabello obscuro.
—Sí... —volvía a sentirse algo extraña al escuchar sobre su padre—, pero oigan me alegro de verlas, en serio, espero que tengan algo preparado para mí.
—¿Bromeas? —dijo Litzy—. Ve a cambiarte para que salgas con nosotras a conocer la ciudad, te va a encantar.
—Y ¿A dónde se supone que me llevan? —aún no se acababa el desayuno, pero eso de salir parecía sonar mejor que quedarse en casa y seguir teniendo los mismos pensamientos que tenía desde que llegó.
—Espera y verás —Litzy tenía algo preparado, nada muy impresionante. Pero sabía que sería del agrado de Jade—, te prometo que te va a encantar.
Bajo esa duda fue a cambiarse a su habitación. Luego de un rato de andar por las hermosas calles de Madrid llegaron al destino que Litzy le tenía preparado.
—Una galería de arte... —Jade se queda perpleja de lo grande que era el sitio apenas viéndolo desde afuera.
—Te gusta ¿No? —Litzy preguntaba lo evidente al verle la cara a Jade y María se reía al notar que era más que obvio.
—Me fascina —dice alegre—. ¿Cómo es que aún recuerdas que me encanta la pintura?
—Las cosas importantes no se olvidan —esas palabras para Jade sonaban a hogar, familia, amor. Su mirada era sincera y pudo darse cuenta de que su prima le extrañaba aún más de lo que ella pensaba.
—Gracias Litzy, y a ti también María no saben lo mucho que significa esto para mí.
—De nada Jade —esta vez contestó María quien no había hablado demasiado. Y justo en ese preciso momento el celular de Litzy comenzó a sonar, a lo que ella se alejó un poco para contestar. Luego de hacerlo regresó un poco apresurada como si tuviese que irse a algún lado.
—María, olvidamos buscar el informe en casa de Kate —le comenta.
—¿Tenemos que ir ya? —le preocupaba dejar sola a Jade aunque estaba la posibilidad de llevarla con ambas.
—Sabes que es importante —le hace un gesto con el rostro—. Lo siento prima —esta vez se dirige a Jade—, debemos irnos, pero si tú quieres puedes quedarte y vendremos por ti más tarde si es que no te has ido aún, la galería no vuelve a abrir hasta el lunes y no creo que después de estar aquí quieras esperar tanto para entrar.
—Tranquilas, estaré bien —les hace saber con una sonrisa que no piensa regresar a casa sin antes darse un deleite visual de arte—, hagan lo que tienen que hacer y nos vemos en casa.
Se despidieron y Jade se dispuso a entrar para admirar las bellas pinturas, era como estar en casa otra vez, le hacía recordar a su hermana, era muy talentosa y todo lo que sabe es gracias a ella. La enseñó a dibujar desde muy pequeña, y recuerda que su padre siempre se sentaba con ambas en la mesa luego de cenar para admirar sus dibujos.
Es difícil para ella saber que de todo eso solo quedarán recuerdos, esperanzas, promesas que ya no se iban a cumplir. Pero a veces la vida te arrebata cosas por alguna razón que incluso podemos llegar a desconocer toda nuestra vida.
De pronto entre tanto pensar y recordar buenos momentos su cabeza ya no estaba sobre la tierra y mucho menos en la galería de arte, hasta que un pequeño golpe en la parte detrás de su hombro la extrajo de ese mundo al que su mente iba en pleno viaje. Reconectó nuevamente con la realidad deseando poder perderse entre sus pensamientos, toda su vida siendo el único lugar donde puede sonreír y ser feliz a pesar de todos los problemas que su vida acarrea. Se encontraba en pleno comienzo de su existencia en un sentido profundo, solo que se negaba a aceptar que traer su pasado de vuelta al presente era lo que le lastimaba tanto.