Capítulo 3.

2164 Palabras
—No hay problema —Jade confiaba en la sinceridad de Eduard—, se ve que eres un chico en quien se puede confiar. Iré —añadió con una sonrisa. —Estupendo —se notaba la satisfacción en su rostro por la respuesta acertada de Jade en cuanto a su propuesta. Las esperanzas de que una chica desconocida aceptara su invitación estaban por los suelos así que el que ella hubiese aceptado por fin le hacía pensar que era un gran logro—. Entonces ¿Tienes algún número de celular al que pueda enviarte la dirección? —parecía más como una forma de sacar algo extra. Tener su número celular era la verdadera ganancia puesto que de ahí vendrían más conversaciones, justo lo que él buscaba de buena manera. —Sí, claro —ella no lo pensó demasiado ya que no pareció necesario negarse o hacer preguntas respecto a eso. —Genial —dice Eduard. Ella se saca el móvil y le muestra su número personal, Eduard lo anota y le guarda en la carpeta de favoritos dándole así un lugar más especial dentro de sus contactos—. Gracias, en serio espero que vayas, nos vemos el lunes —se coloca de pie y es más que obvio que ya no le quedan razones para quedarse al menos esa noche. —¿Te marchas ya? —le interroga ella confundida, creía que al menos su presencia le haría a Eduard quedarse algo más de tiempo—. Qué chico se marcha de una fiesta tan temprano ¿Eh? —Uno al que no le gusten tanto como para quedarse más tiempo —eso le hacía ver a Jade que realmente él estaba ahí por ella desde que la vio. Y que seguramente estaba a punto de irse desde hace rato. Él sonrió y se alejó hasta la puerta de entrada de la casa, volteó a ver a Jade y se despidió, en lo que entraba a la casa perdiéndose de la vista de Jade entre la multitud. Parecía un suceso algo extraño y poco común para ella, así como bastante agradable considerando que no fue necesario esforzarse demasiado para poder hablar con alguien a quien no conoce de nada. Ya era hora de irse luego de un par de horas en las que tuvo que socializar dentro de la casa casi por obligación al verse sola en aquellas bancas fuera observando la luna, Jade se sentía algo cansada, así que al llegar a casa lo primero que hizo fue ir a su recámara para dormir un poco. En lo que se dio cuenta de que había recibido un nuevo mensaje que decía lo siguiente: “Espero verte pronto, ésta es la dirección de la universidad, espero no te pierdas intentando llegar Atte.: Eduard Rodríguez”. Más abajo del mensaje estaba la dirección exacta, ya solo faltaba dirigirse hasta allá. Decidiría ir sola a un lugar que, aunque parecía seguro de primera plana era algo totalmente desconocido para ella. “Con que se apellida Rodríguez —se dijo a sí misma—, bueno no es un nombre de acosador. Ya veremos si es como aparenta ser este chico”. El fin de semana corrió más rápido de lo que se esperaba, ya era lunes y Jade sabía que tenía un compromiso al que debía asistir. Se preparó desde temprano y cuando se acercaba la hora de la exposición, recogió su bolso, tomó una manzana del refrigerador y salió de la casa para destinarse a la parada de autobús más cercana y así poder dirigirse a la universidad. Las calles vistas desde el interior del autobús por medio del cristal era algo asombroso. Como si se tratase de una pintura que se va moviendo delante de tus ojos creando una realidad completamente distinta a la suya de la que sus habitantes tienen el control sobre sus propias vidas y destinos. La dirección había sido explicita, tanto como para que fuese imposible perderse. Al llegar entró por la puerta principal por donde circulaban los invitados, todo alrededor eran dibujos y pinturas, chicos y chicas estudiando y compartiendo, todo era muy hermoso y artístico, pero hubo algo que llamó la atención de Jade, y es que ver que hay un dibujo de ella era una gran sorpresa. Sin duda alguna era ella, sentada en una banca mirando al horizonte en lo alto de una montaña con frondosa vegetación y flores con el viento en contra. —¿Te gusta? —le dijo Eduard al acercársele lentamente por detrás—. Creí que te encantaría, pero por lo visto quedaste muda, pensaba en mostrarte el dibujo como una sorpresa, pero te adelantaste y llegaste primero. —Yo... vaya no sé qué decir —realmente se quedaba sin palabras al verse a ella protagonizando la obra de arte de alguien más. Pero sobre todo la capacidad del chico de haber creado una obra maestra de ese estilo en tan poco tiempo—, es precioso, pero… ¿Por qué yo? Por qué me dibujaste a mí habiendo tantas personas. —Porque de todas las personas que vi aquél día en la galería de arte fuiste tú quien me inspiró —se posiciona al lado de Jade y continua observando la pintura—, y me diste una gran idea para hacer un gran dibujo así que creí que lo mejor para agradecerte es que fueras parte de él y por eso te dibujé. La silueta era perfecta los rayos del sol que rebotaban sobre su cabello se veían tan realistas y el contraste de la pintura en cuanto a color era más que impresionante. —En serio me encantó, no tengo palabras —dice Jade. Ella solo se quedaba mirando el dibujo, impresionada de ser ella quien protagonizaba el retrato. —En un momento terminan las evaluaciones, si quieres podemos ir a comer un helado luego de que acabe —él pensaba que era una forma de compensarle luego de haberla tomado como modelo si tener su aprobación. —Sí —responde con la mirada sumergida en el cuadro—, por supuesto que me gustaría. —Perfecto, tú si quieres quédate por ahí y en un momento regreso —ya no faltaba mucho para que se decidiera el ganador. Jade, aún impactada por lo que acababa de ver, se dirigió a las afueras de la universidad para sentarse un rato a esperar que Eduard saliera. Había tomado una foto en su móvil y se pasó el rato observándola e intentando deducir por cuenta propia las técnicas de pintura que habían sido utilizadas al realizar el retrato. Luego de unos cuantos minutos a la distancia se podía ver como Eduard se acercaba hasta donde estaba ella. Traía una cara de felicidad y satisfacción así que era probable que trajera buenas noticias por lo que Jade guardó su móvil y esperó pacientemente a que él se acercara lo suficiente. —¿A que no adivinas quién ganó? —ese tipo de preguntas traía respuestas. —Ay por Dios no me digas que el retrato que hiciste de mí se llevó el primer lugar —eso era para impresionarse más todavía. —Para qué decirte cuando puedes verlo tú misma —él traía la pintura guardada en el estuche de lienzos y al sacarla tenía adherida la insignia de primer lugar en la exposición de arte. —¡No puede ser es increíble! —se coloca as manos en la boca y literalmente el día mejoraba en su totalidad. —Ya lo creo —aunque quien parecía más feliz era Jade, Eduard se enorgullecía de haberse llevado tal reconocimiento—, si no hubiese sido por ti no hubiera tenido inspiración para llevarme el primer lugar, te lo agradezco. —No es para tanto —ella se sonroja—, eres un gran artista, tú tienes el mérito. —Me gustaría regalarte el dibujo —le acerca la pintura. —¿Es en serio? —ella lo observa dudosa. —Sí, por supuesto —responde amablemente—, yo obtuve mi nota gracias a ti por dejarte dibujar. —No recuerdo haber aceptado el trato de ser tu musa de arte —le bromea, pero está más que feliz. Le da igual no haber otorgado su permiso, el solo hecho de verse en un retrato le hacía recordar a su hermana y era una sensación de amor tan grande que le llenaba internamente. —Aun así, cuenta —le sonríe muy agradecido. —Pues te lo agradezco, me encantaría enseñárselo a mi madre, de seguro le va a encantar —ella coge el retrato con cuidado y sigue observándolo más de cerca. —Me parece una buena idea, entonces qué dices ¿Te gustaría ir a comer helado conmigo? O tal vez si no te gusta el helado podríamos cambiar por comida china, siempre es una buena opción. —¿Qué? —ella e dirige la mirada. —. A quién no le gusta el helado, tendrías que ser de otro mundo para que no te gustase. —Eso es un ¿Sí? —le interroga con una sonrisa entre labios. —Absolutamente —dice con emoción mientras guarda el retrato en el estuche. —Bien —asiente—, supongo que será helado. Había una tienda no muy lejos de la universidad donde Eduard suele ir, aunque no muy a menudo. Ambas sonrisas eran radiantes, compartían más que solo gustos por el arte y a Jade le alegraba poder conocer a alguien así, que, aunque había sido una simple casualidad se convertía en algo de mucho más significado para ella. Habían terminado de comer, pero las ganas de ambos de quedarse un poco más se compartían a partes iguales por los dos. —Entonces no eres de aquí como tal —indica Eduard para poder dejar que la conversación siga fluyendo sin caer en silencio. Ya algo le había sido comentado por parte de Jade mientras comían el helado, pero la conversación no se profundizaba. —Algo así, no es como que me guste habar mucho de ello —parecía que no estaba dispuesta a decir nada sobre su pasado o su vida actual y justo cuando Eduard pensaba en cambiar el rumbo de la conversación fue ella misma quien prosiguió charlando—. Nada de lo que preocuparse de todas formas —añade con una sonrisa—, simplemente he vivido toda mi vida en Canadá por así decirlo y ya me hacía falta venir a ver a mis familiares. —Seguro no lo tienes fácil —comentaba Eduard en voz medio baja, pero ella llegó a escucharle. Él deducía que sus razones eran algo difíciles de explicar por lo que buscaba la forma más fácil de salir del tema sin dejarlo a medias. Él volteó a verla nuevamente y al notarla tan callada supo que se había dado a escuchar y estaba en lo cierto respecto a que algo sucedía—. Perdona. —No pasa nada —dijo luego de negar con la cabeza y una sonrisa a medio notarse—, todos lidiamos con problemas ¿Verdad? —Creo que es una forma de mantenernos con vida —se refería a que Dios nos coloca pruebas constantemente no para vernos fracasar, sino para vernos avanzar hacia nuestro objetivo valorando el tiempo que tenemos y las oportunidades que se nos dan para continuar caminando hacia nuestro futuro. —Tu dibujo me ha demostrado una cosa muy importante —dijo Jade captando la atención de Eduard al instante, no solo por el repentino cambio de tema sino por lo interesante que sería escuchar dicha explicación para él—. Los recuerdos que se plasman en un dibujo o una foto con el pasar del tiempo se vuelven más fuertes. A veces no es necesario ser el artista de un dibujo que te haga sentir parte de esos sentimientos ajenos a los tuyos, y no hace falta ver arte mientras puedas verte a ti mismo en lo que haces siendo feliz. Era una explicación tan sencilla, pero con gran significado que le dejaría pensativo incluso cuando sus sueños más profundos se hagan presentes por la noche. No había mejor manera de describir lo que un artista siente al verse envuelto en una obra de arte, aunque sea ajena a sus manos y a su corazón. No había mejor manera de definir lo que el arte puede hacer por nosotros en nuestras vidas. No había manera de explicar lo que Eduard sentía al observar un lienzo en blanco en donde podría crear escenarios e historias que probablemente jamás podría vivir. Luego de acompañarla hasta la parada de autobús se despidió de ella con la sensación dentro de sí mismo de que la volvería a ver muy pronto. El día no se acababa, era posible continuar admirando el cielo iluminado por el sol, despejado y lleno de color. Podía hacerlo, podía seguir pintando mientras en su corazón estuviese la capacidad de sentirse a gusto y en conexión con lo que plasmaba en el lienzo. Pero esta vez deseaba pintar una historia diferente a las de siempre, quería poder empezar a escribir una de amor, en donde el tiempo que se le daba para amar fuese más que necesario y suficiente, más que lo que él se imaginaba que sería. Por primera vez al llegar a casa y entrar a su desordenada habitación tenía la necesidad de dejar todo ordenado. Pero no la habitación, sino dejarse ordenado a sí mismo por dentro y que los laberintos de su mente dejen de ser un rompecabezas imposible de armar.
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