Miranda
Estoy sentada detrás de mi escritorio, viendo cómo mi amiga camina de un lado a otro, diciendo un montón de cosas a las que no estoy prestando atención. Me cruzo de brazos y ella, por fin, se para y me señala.
—Entonces, ¿no piensas responderme?
Yo me encojo de hombros, me pongo de pie y camino hacia el pequeño frigobar. Tomo una botella de agua, la abro y doy un sorbo. Ella me mira impaciente, pero yo lo hago con toda la tranquilidad del mundo. Cuando por fin termino de beber mi agua, la miro a los ojos.
—No te puedo responder porque realmente no te estaba escuchando. Todo lo que estabas diciendo, ¿qué es lo que te molesta?
—Ay, es que eres una grosera que me ignora completamente y preguntas qué me molesta. Vamos, Miri, ¿por qué has tomado esa decisión? Pensé que estabas decidida a conquistarlo. ¿Qué ha pasado? Además, tenemos que reconocer que Bastian jamás te ha tratado mal, aunque sea frío.
Yo de inmediato la interrumpo.
—Y también es cruel con sus palabras. Vamos, Gema, tienes que entender que él no me ama y ya me cansé de amarlo en silencio. No le demostraré mi amor mientras él sigue pensando en alguien más. Merezco que alguien más me ame de la misma manera que yo lo hago.
Ella bufa y niega.
—Pues sí, Bastian podrá ser frío y puede que sea cruel con sus palabras al siempre haber sido claro contigo al decirte que no te ama, pero te lo juro por Dios que he visto cómo te mira. Estoy segura de que casi le salen corazones de los ojos. Además, cada cumpleaños, cada aniversario, te da los mejores regalos, o simplemente cuando escucha que tú deseas algo, él te lo da. ¿Por qué dejarle el camino libre a esa loca Miranda si tú fuiste la que lo salvó? ¿O ya se te olvidó?
Yo me acerco a ella y tapo su boca. Eso nadie lo tiene que saber.
—Shhh, ¿podrías guardar silencio, por favor? Escucha, Gema, no sé qué has visto tú. Sí tengo que reconocer que Bastian siempre trae regalos, pero tú misma lo has dicho: el día de mi cumpleaños, nuestro aniversario, es para aparentar y quedar bien. Jamás ha sido cariñoso conmigo, bueno, con excepción de cuando está ebrio y terminamos en la cama.
Ella sonríe de lado y se acerca a mí, golpeándome el hombro con su dedo.
—Y eso no te dice nada. Escucha, mi madre siempre dice que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. ¿Sabes que cuando está ebrio él te dice que te ama y que te ama más que nada en la vida?
—No somos ciegas, Gema. Él me dice que me ama porque me confunde con alguien más. Tú y yo lo sabemos. Además, ya estoy decidida: me voy a divorciar, quiera o no quiera.
Ella suspira resignada y asiente.
—Está bien, pero estoy segura de que cuando tu padre se entere, será la Guerra Mundial, porque recuerda que Bastian tuvo el apoyo de él por ti. Así que solo piénsalo.
Ella se da la vuelta molesta y sale de mi oficina. Yo me siento en mi silla tras el escritorio, suspiro y cierro los ojos. Amo a Bastian desde que tengo memoria. Nos conocemos desde pequeños, pero no porque sea así voy a seguir soportando su indiferencia. Gema tiene razón: hubo momentos muy lindos, pero en algo se equivoca: él jamás me ha amado y nunca me amará. De eso estoy completamente segura.
Paso toda la tarde trabajando, creo que demasiado, que ni siquiera me doy cuenta de que ha oscurecido. Cuando salgo, mi secretaria ya no se encuentra ahí. Yo vuelvo los ojos con fastidio; siempre hace lo mismo. Suspiro, voy y tomo mis cosas, y de inmediato subo al elevador. Cuando salgo al estacionamiento, son pocos los coches que quedan aquí. Camino hacia mi coche con un poco de miedo. Cuando llego, de inmediato me subo, enciendo el coche y cierro todas las puertas. Así que me relajo un poco, cierro los ojos y echo mi cabeza hacia atrás, cuando de repente alguien golpea mi ventanilla. Yo abro los ojos asustada, pero ahí está él: su cabello se ve despeinado, su traje un poco desarreglado y ya no trae corbata. Trago el nudo de mi garganta y bajo un poco la ventanilla.
—Dios, Bastian, ¿por qué haces eso? Me asustaste. ¿Qué haces aquí?
—Te mandé algunos mensajes que no contestaste. Fui a casa de tu padre y no has llegado. Llamé a Gema y tampoco sabía de ti, así que vine a buscarte porque te has quedado hasta esta hora trabajando.
Yo lo miro con una ceja alzada y una sonrisa en mi rostro. ¿Y ahora este qué diablos le está pasando?
—Tenía demasiado trabajo y no me di cuenta de la hora, pero creo que eso a ti no te importa. ¿Qué es lo que te pasa?
Él suspira y pellizca el puente de su nariz con frustración, pero a mí no me importa.
—¿Te quedarás con tu padre, supongo? ¿Te ha preguntado algo?
—¿Algo como qué? Del divorcio hablas. No te preocupes, no me quedaré con mi padre, así que no tiene nada más que preguntar. Y me tengo que marchar, se hace tarde.
—Espera.
—¿Qué sucede, Bastian? Dios, ahora estás pendiente de mí cuando en tres años ni siquiera me preguntaste si llegaba a dormir a casa o no. Entiende, nos vamos a divorciar.
Veo como sus manos se hacen puño, definitivamente los hombres dicen que las mujeres somos complicadas, pero realmente los complicados son ellos.
—Necesito saber dónde vas a estar.
Yo lo miro confundida y niego.
—Por supuesto que no. Es mi vida privada y yo sé qué hago con ella. ¿Por qué mejor no vas con ella y te preocupas por dónde puede estar y me dejas a mí en paz?
Él trata de abrir la puerta, pero los seguros no lo dejan. Yo coloco la reversa y empiezo a acelerar despacio, pero él sigue hablando como loco.
—Miranda, ¿qué diablos escondes? ¿Por qué simplemente no me quieres decir dónde estarás? Miranda, no te vayas así porque te juro que te sigo hasta el fin del mundo, ¿entiendes?
Yo giro el coche y me bajo muy molesta.
—Mierda, Bastian, déjame en paz. Por una vez en tu vida, déjame estar tranquila.
Él me mira muy molesto, creo que hasta con odio, pero de pronto me toma por los hombros y me pega al coche. Acerca su rostro al mío, su aliento me golpea y ahora entiendo todo: huele a alcohol. Creo que ha tomado algunos tragos y, sin decirme nada más, me besa. Es un beso intenso y necesitado, como si deseara no soltarse de mí. Me toma de la cintura y me pega su cuerpo, y puedo sentir lo duro de su m*****o. Yo coloco mis manos en su pecho para tratar de alejarlo, pero obviamente él es más fuerte que yo. Pero ya no voy a permitir que me siga utilizando simplemente cuando tiene ganas. Así que, sin pensarlo dos veces, levanto mi rodilla y lo golpeo. Él de inmediato se separa de mí y cae al suelo, coloca su mano en su m*****o y me empieza a maldecir.
—Mierda, Miranda, ¿era necesario hacer eso? Dios, esto duele como el infierno. No te conformas con todo el daño que me hiciste. Ahora apenas te toco y también me lastimas.
Yo no presto atención a lo que dice porque siempre soy la culpable de algo, así que simplemente me vuelvo a subir al coche y ahí lo dejo tirado, sin siquiera voltear hacia atrás. No sé qué diablos le hice para merecer siempre su desprecio, pero eso ya no importa. Como dije, la decisión ya está tomada. Conduzco a mi departamento con lágrimas en mis ojos. No lo voy a negar, me duelen sus palabras, me duele su forma de actuar conmigo, pero ya no voy a pedir más explicaciones, explicaciones que estoy segura nunca me dará. Apenas llego a mi departamento y me tiro en el sillón, cierro mis ojos cansada de esta situación. Nunca me va a dejar en paz hasta que ella regrese, y ella prometió regresar cuando él esté libre, así que estoy segura de que pronto lo hará.
Cuando despierto, ni siquiera me había dado cuenta de que me había quedado dormida en el sillón. Me levanto con un poco de dolor en la cintura. Cuando tomo mi teléfono, tengo demasiados mensajes de Gema. ¿Pero qué diablos? Así que de inmediato la llamo y ella, al segundo tono, contesta.
—Hola.
—¿Me quieres decir qué está sucediendo?
Yo la miro confundida, pues no sé de qué me está hablando.
—Habla claro, ¿de qué hablas?
Se escucha como ella bufa molesta.
—El idiota de tu marido fue a hacer un escándalo a la casa de tu padre. Tu padre está muy enojado porque no sabe ni siquiera dónde te estás quedando, pero no te llamó porque primero lo hizo conmigo para saber si era verdad que te quedarías aquí. No sé qué pretende Bastian, pero te va a complicar la vida con tu padre, así que será mejor que hables con él de una vez y por todas.
Yo abro los ojos sorprendida. Pero este idiota, ¿qué pretende?
—Está bien, Gema, hablaré con él y supongo que con mi padre también. Gracias y perdóname por lo que te hago pasar siempre.
—Amiga, no me molesta tener que cubrirte. Lo que me molesta es lo que está sucediendo con Bastian, porque aunque tú no me quieras escuchar, él está dando indicios de que te ama.
Yo solo vuelvo los ojos con fastidio. Ella jamás va a dejar de decir eso, pero yo sé que no es así.
—Gracias, Gema, te veo al rato.
Cuando cuelgo la llamada con ella, de inmediato llamo a Bastian. Él apenas timbra el teléfono y lo contesta.
—¿Dónde diablos estás? Sabes que no he dormido en toda la noche por estarte buscando.
Yo camino de un lado a otro, respirando profundamente para no mandarlo al diablo de una vez por todas.
—¿Estás en la casa?
—Sí, ¿dónde más estaría?
Yo sonrío, pero mis labios apenas son una línea.
—Tal vez con ella, puede ser.
—Miranda, deja de decir estupideces.
—Está bien, quédate ahí, voy para allá.
Sinceramente, no sé ni qué diablos voy a hablar con él si se supone que ya está todo dicho, pero creo que de una vez por todas necesito que me diga qué está pasando por su maldita cabeza. Así que, sin pensarlo dos veces, me meto a la ducha y salgo hacia donde una vez consideré mi hogar.