Capitulo 5

1874 Palabras
Bastian Estaba en mi despacho tomando un trago de whisky; la verdad, lo necesitaba, pues no salían de mi cabeza las palabras de Miranda. Por eso había decidido mandar a Christopher a que investigara dónde demonios estaba pasando la noche. Yo lanzo el vaso ya vacío contra la pared. Mierda, ¿por qué se tiene que comportar de esa manera? Dios, me va a volver loco. Mi respiración es agitada y cierro mis manos en puño. Me doy la vuelta y camino hacia la salida del despacho cuando escucho mi teléfono. Lo busco en mi pantalón, pero nada, así que camino hacia el escritorio y ahí está. Veo que se trata de Christopher y solo volteo los ojos, pues no creo que en tan poco tiempo ya tenga la dirección de el lugar. —¿Qué sucede? No quiero una de tus estupideces. —De hecho, no te gustará lo que te diré. Yo pellizco el puente de mi nariz y bufó. —¿Ahora qué diablos pasó? Él guarda silencio por un momento y me desespera que haga eso. —Christopher, habla de una maldita vez, porque tanto misterio. —Llegó a casa de su padre. Yo lo interrumpo antes de que diga algo. —No sé para qué tanto misterio. ¿Qué le ves de malo a que visite a su padre? —Cállate, Bastian, y déjame hablar. No solo es eso. Cuando llegó a casa de su padre, se quedó un momento en el coche, pero de pronto llegó otro coche muy lujoso y el hombre que se bajó tocó su ventanilla. Ella, sin pensarlo dos veces, se bajó y se lanzó a sus brazos. Yo lo siento, Bastian. Mis dientes están tan apretados que estoy seguro de que en cualquier momento se romperían. Dios, ¿por qué mierdas me duele si yo fui el culpable de esto? Yo sacudo mi cabeza, sacando esos pensamientos. No, ella se lo merecía después de todo lo que hizo. —¿Quién es? —No lo sé, estoy muy alejado para distinguirlo. Lo que sí te puedo asegurar es que es un hombre de dinero, pues solo el coche que trae cuesta millones de dólares. —Christopher, eso a mí no me interesa. Ahí espérame, iré para allá. Él está por decir algo, pero yo cuelgo. Me va a escuchar y la tendré conmigo, aunque sea a la fuerza. No me importa lo que diga. Corro hacia mi coche y de inmediato salgo de la casa. Conduzco como loco, pues estoy que me lleva el diablo. Un semáforo se coloca en rojo y la verdad es que no pienso detenerme. Cuando estoy a punto de cruzarlo, escucho un claxon, así que me detengo de golpe. Mierda, mierda. Golpeo el timón con tanto coraje y miro a la persona del otro vehículo. Ella me saca el dedo de en medio y yo frunzo el ceño. ¡Qué modales de esa mujer! Yo respiro hondo, pues trato de controlar mi maldita carácter. Cuando el semáforo vuelve a verde, presiono el acelerador. Unos cinco minutos después, llego a la casa de mi suegro. Efectivamente, hay dos coches ahí y uno de ellos jamás lo había visto en mi vida. Estaciono cerca de Christopher y me bajo del coche. Él hace lo mismo y se acerca a mí. —Bastian, ¿qué vas a hacer? —Están solos, ¿cierto? —Bastian... Me paro frente a él, lo tomo de la camisa y lo pego a mi rostro. —Mierda, Christopher, ¿por qué la proteges tanto? ¿Acaso me dirás que también te has enamorado de ella? Él trata de soltarse, pero yo no se lo permito. Me mira con el ceño fruncido y suspira. —De verdad eres un idiota. El que me preocupa eres tú, porque estoy seguro de que los celos te están matando y no ves con claridad las cosas. Jamás podría enamorarme de ella y tú lo sabes bien, pero eres mi amigo de siempre y me preocupa cómo estás actuando. Tú no eres así. Sí, eres frívolo, con un carácter de mierda, pero últimamente no sé qué diablos te pasa, que te estás volviendo loco. Yo lo miro a los ojos y sé que es verdad lo que me dice. Dios, jamás había actuado así. Por el contrario, siempre había tratado de estar lejos de ella, pero ahora no puedo. No sé qué sucede, pero no puedo. Yo lo suelto y veo cómo arregla su camisa. Me doy la vuelta y empiezo a caminar dentro de la casa, pero Christopher viene tras de mí. —Bastian, ¿a dónde vas? —¿A dónde crees? Quiero ver quién visita a mi esposa. ¿Qué tiene eso de malo? —Bastian, no hagas una estupidez. Yo me encojo de hombros, restándole importancia, y sigo mi camino. Cuando toco a la puerta, la señora Irasema abre. Ella me sonríe amablemente y yo suspiro para que una sonrisa también se forme en mi rostro, pero creo que he fracasado, pues la señora Irasema lo nota. —Señor Bastian, ¿se encuentra bien? ¿Busca a mi niña? —Sí, Irasema, ¿dónde se encuentra? Ella me deja pasar y Christopher también entra. —Mi niña está con Camilo en el despacho. ¿Puede creerlo, joven? Mi muchacho ha vuelto. La verdad es que me sentía un poco más tranquilo al saber que se trataba de Camilo. Yo le digo a Irasema que no se preocupe, que yo conozco el camino hacia el despacho. Ella me sonríe y se va a la cocina. Camilo era un buen amigo, pero como todo lo que me ha sucedido, su amistad también se fue a la mierda hace varios años. Pero sé que él siempre la ha visto como su hermana pequeña. Pero cuando abro la puerta y sus rostros están tan cerca, no creo que la siga viendo de la misma manera. Golpeo la puerta con mi puño y ya veo que no me esperaban, pues su sorpresa es muy grande y ahora comprendo por qué nuestra amistad se terminó. Siempre estuvieron enamorados y yo ni cuenta me había dado. Yo camino con paso lento hacia ellos, suelto una carcajada sarcástica y niego. Él la cubre con su cuerpo como si yo fuera capaz de lastimarla. Me cruzo de brazos, él alza una ceja. Trato de ver a Miranda, pero el enorme cuerpo de Camilo no me deja, así que simplemente le digo: —Ahora entiendo todo. Claro, a la niña caprichosa le urge el divorcio porque ha llegado el amor de su vida. Vaya, Miranda, no sabía que podías seguir acumulando más mentiras y engaños en tu corta vida. Veo cómo Camilo frunce el ceño y me sonríe de lado. Sin darme tiempo a nada, su puño va a dar a mi cara y duele. Yo levanto mi rostro y, con toda la fuerza, el coraje y el rencor que me queda dentro, devuelvo el golpe, pero él no se detiene y trata de volverme a golpear, pero falla. Solo escucho a Miranda que grita desesperada, pero no voy a ser el cornudo de nadie. —¡Basta! Dios, ¿qué diablos les pasa? Camilo, Bastian, ¡paren ya! Pero nadie la escucha. Siento cómo Christopher trata de meterse en medio de los dos, pero obviamente él solo no puede, hasta que escuchamos una voz fuerte e imponente y yo sé muy bien de quién se trata. —¿Qué diablos está pasando en mi casa? ¿Acaso aquí es un maldito ring de pelea? Yo me alejo de Camilo y limpio mi labio con el dorso de mi mano, pues mi labio está sangrando, pero él no está diferente. Christopher se ve agitado y solo coloca sus manos en la cintura. El señor Moore camina con paso lento y, cuando está frente a nosotros, nos mira muy molesto. —¿Quién será el primero en explicar qué diablos está pasando? Porque ahora que lo recuerdo, tú... Él me señala molesto y yo solo agacho la cabeza. Le tengo mucho respeto, pues él ha sido un buen hombre con todos nosotros. Solo tiene un defecto: la debilidad de hacer todo lo que su caprichosa hija dice. —Viniste ebrio a hacer un escándalo buscando a mi hija como si no fueras su marido y supieras perfectamente dónde se encuentra. Yo no sé... —Yo te lo diré, papá. Yo de inmediato doy un paso hacia adelante, pues no quiero que le mienta de nuevo. —No, yo seré quien le diga la verdad. Miranda se cruza de brazos y sonríe de lado, y la verdad es que no me gusta la forma en que lo hace. —¿Seguro que dirás toda la verdad o simplemente seguirás con tus estúpidos asertijos? Yo la miro confundido, de qué habla, pero asiento. —Anoche Miranda no se quedó en casa y supuse que estaría aquí. Mi padre suspira y pellizca el puente de su nariz. —Eso ya lo sé, Bastian. Es más que obvio, pues ese era el motivo por el que la buscabas. —Nos vamos a divorciar. Yo abro los ojos, sorprendido. Mierda, no quería que él se enterara. Miranda me mira con los ojos cristalizados. —Al contrario de lo que tú puedas pensar, yo no miento ni escondo nada. Qué poco llegaste a conocerme en este tiempo. Lo lamento, papá, me voy a divorciar. Bastian no me ama y nunca lo ha hecho, y yo no puedo seguir así. Por eso había venido a hablar contigo. No quiero secretos, así que ya lo sabes. Ella se da la vuelta y sale del despacho. El señor Moore se acerca a mí y palmea mi hombro. —Ay, muchacho, hace años te entregué una chica feliz que te amaba como estoy seguro nadie lo hará. Estás cometiendo el peor error de tu vida al dejarla ir, pero lamento decirte que si mi hija quiere el divorcio, tú se lo darás. Yo empiezo a negar, pero él empieza a caminar hacia la salida. Yo lo llamo, pero no se detiene. —Señor Moore, señor Moore, tiene que escucharme. Pero él no vuelve ni siquiera la mirada. Tallo mi rostro con frustración y niego. Mierda, no pensé que de verdad le diría todo. —Vaya, que eres idiota. Yo volteo a ver a Camilo, muy molesto. —Cállate, tú no sabes nada. Él asiente y se acerca a mí. —Tienes razón. Yo lo único que sé es que no importa de quién estés enamorado, otra mujer como Miranda jamás encontrarás. Y quisiera gritarte en la cara que ella y yo tenemos algo para que sufras, pero lamento decirte que no es así. Ella sigue siendo mi hermana pequeña, así que ten cuidado, Bastian. Aléjate de ella, pues ya no te ama. Estoy por darle otro golpe para que guarde silencio, pero solo sonríe y se va. Mierda, mierda. Ahora, ¿qué mierda está sucediendo? ¿Desde cuándo Miranda habla con la verdad? Yo volteo a ver a Christopher y él no dice nada. ¿Y ahora qué diablos les pasa a todos? ¿O solo seré yo que estoy juzgando mal? No, eso no puede ser.
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