Capítulo 12: “Tentaciomes Peligrosas”

1256 Palabras
La luz del sol se colaba a través de las ventanas del taxi, iluminando el interior desgastado por el uso. Hoy era uno de esos días, el de interminables carreras y pasajeros difíciles, donde el cansancio se hacía presente como una sombra que se arrastraba tras de mí. La ciudad bulliciosa pasaba frente a mis ojos, un torbellino de rostros ajenos y voces ruidosas, mientras el sonido del motor servía de fondo a mi rutina desgastante. Recogí a un pasajero que subió con una actitud de impaciencia, mirando su reloj como si toda su vida dependiera de esos minutos perdidos. —¿Puede apurarse un poco? Tengo una reunión importante —me dijo con tono autoritario, mientras sus dedos tamborileaban nerviosos sobre el asiento. —Hago lo que puedo —respondí, sintiendo cómo el cansancio comenzaba a apoderarse de mi voz. Cada día era una carrera contra el tiempo con personas que parecían haber olvidado la importancia de la paciencia. El tráfico era un caos, los semáforos parecían reirse de mis intentos de cumplir con las expectativas de mis pasajeros, y cada luz roja se sentía como una eternidad que desnudaba la frustración que se hacía cada vez más palpable. La monotonía de recoger y dejar pasajeros, escuchar quejas y lidiar con el estrés de la carretera, era un ciclo que me agotaba, un ciclo que parecía interminable. Finalmente, dejé al pasajero en su destino, sus quejas aún flotando en el aire mientras me despedía con un gesto indiferente. Nadie parecía notar el esfuerzo detrás de cada viaje, el sacrificio que representaban esas largas horas al volante. Sin embargo, mientras me preparaba para la siguiente llamada, mi teléfono vibró en el soporte del tablero. Era Lucas. Al contestar, sentí un alivio instantáneo; su voz siempre traía consigo un soplo de aire fresco en medio del tedio. —Hola, Alejandra. ¿Estás libre para una nueva entrega? —preguntó, y sus palabras encendieron un brillo de emoción en mi pecho. —Sí, claro. ¿A dónde voy esta vez? —respondí, notando que el tono de su voz sugería que esto podría ser diferente, un cambio emocionante de la rutina. —Es un nuevo trabajo, a la zona industrial. Te enviaré la dirección. Necesito que estés lista, porque puede que sea un poco más complicado esta vez —dijo con ese aire de desafío que me hacía sentir viva. El estómago me dio un vuelco al escuchar "zona industrial". Esa parte de la ciudad tenía un aire de misterio y riesgo, pero también de oportunidades. La mezcla de ansiedad y emoción comenzaba a burbujear dentro de mí. Pronto me daría la vuelta a lo cotidiano para sumergirme de nuevo en esa otra vida, la de la que Lucas me había hablado. —De acuerdo, estoy en camino —dije, sintiendo que la monotonía se desvanecía a medida que me llenaba de determinación. Mientras recibía la dirección, el ruido del tráfico y los problemas de la vida cotidiana se desvanecieron, y otra vez me sentí conectada con algo más grande. La ciudad parecía vivir y respirar bajo mis pies, un vasto océano de posibilidades donde cada calle era una nueva aventura. Conduje hacia la dirección que Lucas me había dado, el aire fresco y vibrante llenando el espacio, influyendo en mi bienestar. No solo estaba manejando a través de la ciudad, sino también cruzando las fronteras de una nueva realidad. Cada giro del volante me acercaba a un futuro incalculable, uno donde finalmente comenzaría a comprender el alcance de mis decisiones y las conexiones que estaba formando. Al llegar a la zona industrial, vi ante mí los enormes edificios grisáceos, las grúas y los camiones que parecían preparados para cualquier cosa. Era un lugar donde el deber y la ilegalidad se cruzaban, donde los secretos se escondían bajo la superficie. Este nuevo mundo que Lucas me había introducido comenzaba a revelarse. Mientras me estacionaba, una mezcla de nerviosismo y emoción recorrió mi cuerpo. Estaba a punto de sumergirme en algo desconocido y, sin embargo, fascinante. Había dejado atrás un día agotador a bordo de mi taxi y me dirigía hacia un camino que prometía liberarme de las limitaciones que me habían encadenado. Cuando Lucas apareció junto a un viejo camión, su sonrisa confiada fue como un faro en medio de la intensidad del lugar. Me sentía viva, lista para enfrentar cualquier cosa que viniese, protegida por la emoción de la aventura que estaba a punto de comenzar. —¿Estás lista para lo que viene? —preguntó Lucas, acercándose a mí con una mezcla de confianza y seriedad que me hizo sentir que en ese mismo instante todo lo que había aprendido podría ser puesto a prueba. Mis ojos se movieron hacia el grupo de personas que estaba reunido cerca del camión. Había una atmósfera palpable de conspiración, de planes en marcha. Algunos hablaban en tonos bajos, mientras que otros echaban miradas furtivas a nuestro alrededor, como si cualquier conversación pudiese ser escuchada por oídos no deseados. —¿De qué se trata esto exactamente? —pregunté, sintiéndome un poco fuera de lugar entre la multitud. Las actividades y el aire de secretismo me hacían recordar lo peligrosa que era esta nueva vida. —Es un movimiento —dijo Lucas, bajando la voz—. Se trata de hacer algunas entregas que nos ayudarán a ganar terreno en el área. Es un camino para elevar nuestras conexiones pero, además, tenemos que tener cuidado con quienes estamos tratando. No todos están aquí para jugar limpio. Un hombre corpulento, de cabello rizado y ojos oscuros, se acercó al grupo y levantó la voz. —Escuchen, necesitamos ser rápidos. Los despachos están aumentando y hay más ojos en nosotros. Si algo sale mal, todos los que están aquí podrían verse involucrados. La tensión en el aire era palpable, y el ajetreo del entorno parecía configurarse en un segundo plano ante las palabras del hombre. Era un recordatorio de que, aunque me encontraba en un mundo nuevo lleno de oportunidades, también estaba rodeada de riesgos reales y peligros potenciales. Lucas se giró hacia mí, su mirada seria. —Este tipo dirige la operación aquí, su nombre es Iván. Ten cuidado con él; el tipo es conocido por ser implacable. Haz lo que le digas y mantén la cabeza fría. Mis sentidos se agudizaron cuando Iván se dirigió a nosotros. —Así que, ¿tú eres la nueva transportista? —me preguntó, estudiándome con una mezcla de desdén y curiosidad. Sentí que su evaluación iba más allá de lo físico, porque estaba en juego mi valentía y mi deseo de pertenecer. —Sí, soy yo. —Traté de no titubear, manteniendo la mirada fija en él. Vi su genuina sorpresa por mi respuesta, como si no esperara que respondiera con una actitud decidida. —Está bien, escucha —dijo, su voz resonando como una orden—. La entrega a la planta de procesamiento es crucial. Necesitamos que estés en el volante a tiempo y que hagas el recorrido sin que nadie se interponga. ¿Entiendes? —Lo entiendo —respondí, sintiéndome más fuerte a medida que avanzaban las palabras. Cada vez que demostraba que estaba dispuesta a enfrentar los desafíos, ganaba un espacio en este mundo. El grupo comenzó a dispersarse, y Lucas me siguió, llevándome a un rincón menos agitado del sitio. La conversación de fondo seguía fluyendo y un motorista gritó indicaciones a otro mientras las luces de los vehículos titilaban como estrellas en medio de la oscuridad del taller.
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