Capítulo 16: “Refugio en la Tempestad”

1263 Palabras
Estaba sentada en mi cama, observando cómo el sol comenzaba a cambiar de color, tiñendo el cielo de un suave dorado. La luz del atardecer se colaba por la ventana, y con cada rayo que entraba, sentía una mezcla de anticipación y nerviosismo en mi pecho. Había estado esperando este momento toda la semana, un momento para hablar con mi padre sobre las inquietudes que me atormentaban. Cuando escuché la puerta abrirse, mi corazón dio un pequeño salto. Papá apareció en el umbral, con esa sonrisa suya que siempre me brindaba un poco de calma. Me levanté y lo abracé, sintiendo que su calor era el consuelo que tanto necesitaba. —Hola, hija —dijo, envolviéndome en su abrazo. —Hola, papá. —Le sonríe mientras me sentaba en la cama, intentando deshacerme de la pesada carga de pensamientos que llevaba encima. Nos acomodamos uno frente al otro, y por un momento, el silencio habló más que mil palabras. La habitación, con sus fotos familiares y recuerdos esparcidos por todos lados, se volvió un refugio, aunque la preocupación en mi mente seguía presente. —He estado pensando en todo lo que hemos pasado últimamente —comenzó él, su mirada seria reflejaba el mismo peso que sentía en mi interior—. La vida ha cambiado de maneras que no esperábamos. Asentí, sintiendo un nudo formarse en mi garganta. Sabía que teníamos que abordar el tema, cualquier tema, porque las cosas ya no podían quedarse así. —Sí, a veces me siento abrumada —le confesé, la vulnerabilidad asomando en mi voz—. Es como si todo me cayera encima y no supiera cómo manejarlo. Él asintió, sus ojos llenos de comprensión. —Es normal sentirse así, sobre todo en momentos tan difíciles. Pero quiero que sepas que no tienes que cargar con todo esto sola. Estoy aquí para ti, y siempre estaré. El alivio que sentí al escuchar esas palabras fue como un bálsamo en mi corazón. A menudo había sentido que debía ser la fuerte, pero lo cierto era que la presión me estaba aplastando. —A veces me siento responsable de todo, de ti, de la casa, de mi futuro —le dije, mis palabras fluyeron como un río desbordado. Las lágrimas comenzaron a acumularse, y aunque hice lo posible por contenerlas, una se deslizó por mi mejilla. —Alejandra, la responsabilidad no es solo tuya —dijo su voz, firme y cálida—. No tienes que llevar todo ese peso sola. Está bien pedir ayuda; está bien expresar cómo te sientes. Las lágrimas ya no pudieron contenerse. La realidad me golpeó con fuerza, y lloré, sintiendo cómo toda la angustia que había estado guardando se liberaba. El dolor de perderlo, la carga de lo desconocido y la presión de asumir tantas responsabilidades me sentían demasiado. —No quiero perderte, papá. Esa es mi mayor preocupación —le confesé, con el corazón desgarrado. Él extendió su brazo y me rodeó con él, dándome un refugio en su calidez. —Hija, siempre estaré contigo. Siempre hemos sido un equipo, y así seguirá siendo. No necesitas enfrentar esto sola. El amor y la empatía que me ofrecía me llenaron de coraje. En medio de mis lágrimas, comencé a darme cuenta de lo importante que era su apoyo. Pero también sabía que tenía que hablar de mis propios temores. —He estado pensando en este trabajo que Lucas me ofreció —empecé, sintiendo que el nudo de ansiedad en mi estómago se apresuraba de nuevo—. Podría ayudar a cubrir algunas de las facturas, pero… tengo miedo de lo que podría significar. No quiero que creas que me estoy alejando de ti o de nuestra vida aquí. El silencio que siguió a mis palabras fue pesado. En su mirada había una mezcla de sorpresa y comprensión. —Entiendo tus temores —dijo finalmente—. Pero recuerda que explorar es una parte importante de crecer. Las decisiones que tomas ahora no definen quién eres, y siempre puedes volver atrás si no te sientes cómoda. Sus palabras calaron profundo en mi corazón, resonando en mí con una fuerza inesperada. Estaba en la puerta de una nueva fase de mi vida, y aunque el miedo todavía me embrujaba, el deseo de avanzar empezaba a destellar en mí. —Tal vez necesitas un poco de riesgo, un poco de aventura —continuó, sonriendo ligeramente—. Siempre puedes volver a casa. Este lugar siempre será tu refugio. Asentí lentamente, sintiendo que una chispa de valentía comenzaba a encenderse en mí. —Gracias, papá. Tu apoyo significa todo para mí. Prometo que tomaré decisiones con cuidado. Con el peso de la conversación en el aire, comenzamos a hablar de cosas más triviales. Las risas fueron surgiendo poco a poco, mientras compartíamos anécdotas familiares y recuerdos absurdos del pasado. Aunque la sombra de la incertidumbre no se desvanecía por completo, el calor de nuestra conexión me recordaba que, juntos, teníamos la fuerza para enfrentar cualquier desafío. *** Durante la cena, la incomodidad crecía entre mí y el ambiente de la casa. El aroma de la pasta me traía memorias de momentos felices, pero hoy la mesa parecía demasiado silenciosa, como si los objetos a su alrededor contuvieran la respiración. Con cada bocado, pensaba en la oferta de trabajo que Lucas me había hecho y en cómo esto podría cambiar todo. De repente, sentí vibrar mi teléfono en el bolsillo. Lo saqué y vi el nombre de Lucas parpadeando en la pantalla. Mi corazón dio un salto; dudé por un momento, el peso de la decisión que debía tomar, las sombras de la incertidumbre pesaban sobre mí. —Hola, Lucas —dije, tratando de mantener la voz firme. —Hola, ¿qué tal? —respondió él, pero había algo en su tono que me hizo fruncir el ceño. No era la casualidad despreocupada que acostumbraba. —¿Cómo va todo? —Bien... un poco… complicado —admití. No quería entrar en detalles sobre mi lucha interna, así que intenté cambiar de tema—. ¿Y tú? —He estado pensando más en el trabajo. Lo que tienes que decidir... —su voz se volvió más seria, y noté que la tensión crecía entre nosotros. Mientras hablaba, un escalofrío me recorrió la espalda. —¿Qué pasa? —le pregunté, sintiendo que las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta. —Escucha, hay algo que necesito que sepas. He tenido una conversación con algunas personas que están involucradas en esto, y puede que las cosas no sean tan simples como pensábamos. —Su voz se tornó grave, y el aire estaba cargado de misterio. La incertidumbre se cernía entre nosotros como un velo, y ya no sabía si estaba lista para lo que iba a escuchar. —¿De qué estás hablando, Lucas? —y con cada palabra que salía de mi boca, sentía cómo la ansiedad comenzaba a inundarme. —Hay más en juego de lo que sabes, y necesito que tengas cuidado. No quiero que te involucres en algo que podría ser peligroso. Las palabras lo golpearon como un puñetazo en el estómago. Sentí cómo mi corazón latía con fuerza. ¿Qué se estaba gestando detrás de esta oferta, de esta aparentemente simple oportunidad? La incertidumbre comenzó a apoderarse de mí, y en ese momento, supe que estaba al borde de una decisión que podría cambiar mi vida para siempre. —Lucas, ¿qué quieres decir con eso? —pregunté, mi voz temblorosa, mientras la oscuridad de lo desconocido comenzaba a cerrarse a mi alrededor.
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