CAPÍTULO 6.

1772 Palabras
CAPÍTULO 6. CHELSEA. 28 de agosto, 2021. No puedo.  No después de lo de ayer. No quiero verlo. No, no, no. Después de lo ocurrido ayer no deseo estar en la misma habitación que él. Realmente quiero huir en este momento porque sentir su presencia desatará mi ira, ya que me dejó toda alborotada. Regreso a mi vida para descontrolar todo, arruinar mi tranquilidad y perturbar mis hormonas. ¡Maldición!  Llegó hasta la cocina, donde mi madre está dando indicaciones para que todo salga perfecto. Me molesta la atención e importancia a esta cena, cuando él no lo merece. No entiendo porque viene a pedir “disculpas” de su comportamiento en la fiesta, si todos sabemos su propósito, ¿Qué buscas Ancel? Está claro que viene con segundas intenciones. —¡Amor! —exclama mi madre, emocionada. Se acerca rodeando el mesón y me besa la frente.  —¿Todo bien mamá? —Cuestiono, asintió.  —Estoy feliz de tu presencia, sin duda ayudará a mantener el ambiente calmado. —responde con una sonrisa. Estás muy equivocada mamá, mi presencia no ayudará en nada. —Tómatelo con calma, solo es una cena sin importancia. —acaricio su espalda.  Camino fuera de la cocina para ir directo a la sala comedor, donde todo se encuentra espléndidamente lista para la cena. Me sorprende esta actitud de mi madre, no esperaba esto. —Por cierto, esta noche quería darte la respuesta sobre vivir en alguna residencia y compartir habitación con Louis—su postura inquieta me confundió, no me miró en ningún momento, mantuvo su mirada en todos lados menos en mí. —. Al principio acepté porque a pesar de haber vivido esa experiencia deseaba que compartieras momentos con tu mejor amiga, pero lo siento amor, cambie de opinión. Lo más conveniente es que vayas a vivir a la casa de Didier. Lo mire por largos minutos esperando una explicación sobre ese tema porque, aunque sabía que siempre tomaba las decisiones correctas, ahora no me parecía así. —¿Por qué cambiaste de opinión? —pregunte, un poco molesta. No esperaba ese cambio, habíamos hablado de ese tema, la decisión estaba tomada, pero esto es algo nuevo.  —Estaría más tranquila. —expuso, sin mirarme. —Dame una explicación mamá, no puedes cambiar de opinión tan rápido. Para todo esto tiene que haber motivos fuertes, así que me dices o no lo haré. —me miró, sorprendida.  —No me vengas a decir esas palabras cuando fuiste la primera en irte sin dar una explicación. —me regaño, solté una risa amarga. Tenía un punto, pero eso no le daba el derecho a decidir por mí. No entendía sus motivos, si tan solo me explicara lo pensaría. —Solo confía en mí, amor. —rogo, tomó una de mis manos. Sus ojos demostraron temor, no pase desapercibido ese detalle. —¿Qué me estás ocultando? —inquirí, apartó la mirada. —Por favor. —Mamá, hemos hablado sobre este tema muchas veces y mi opinión no cambiará. Se que tengo el derecho de vivir bajo tus condiciones porque me estás pagando la carrera, pero no puedes pedirme o prácticamente obligarme a vivir en la casa de un extraño, sí, será tu esposo, aun así, para mí no es así.  —Chelsea… —No mamá—la corte. —. No me siento cómoda viviendo a sabiendas que pueda pensar sobre ser una oportunista que se quiere aprovechar de su dinero.  —Tienes un mal concepto de mí —cerré los ojos al escuchar su voz. —. Años has estado en la vida de mi hijo y jamás pensé eso sobre ti. —Yo no sabía… —Chelsea —pronunció mi nombre, abrí los ojos. —. Fui yo quien ofreció mi casa para ti, en ningún momento tu madre insinuó nada. Trago saliva. —Yo, lo siento, no debió… —Si realmente lo sientes, acepta mi propuesta —me interrumpió, formando una sonrisa. Está aprovechando la oportunidad. —No debería. —negué, me miró con tristeza. Giro su rostro a mi madre e hizo un gesto, más bien un ¿puchero? No entendí si estaba actuando o se sentía de esa manera ante mi rechazo. —No te preocupes amor, aceptara. —aseguró mi madre, el señor Dubois volvió a mirarme. Mi madre me rogaba con los ojos que aceptara, suspire.  —Está bien. — acepte, de inmediato forma una sonrisa en sus labios. Realmente no creía lo que acababa de presenciar. No conocía esa faceta del señor Dubois. —No puedes retractar tus palabras. —indico. —No se preocupe, no me gusta hacerlo. —aseguro.  Hace un gesto para sentarnos en la mesa, camino delante de ellos, veo de reojo como se susurran palabras, no entiendo el motivo del porque quieren que viva en su casa, presiento que me ocultan algo.  Nos sentamos, mi madre se encuentra a mi lado con la mirada en la entrada, esperando su presencia. Pongo los ojos en blanco al ver lo ansiosos que están sobre esta cena, es algo sin importancia para mí, pero para ellos va mucho más allá de lo importante. —Oh, parecemos una linda familia feliz —al escuchar su voz mi cuerpo reacciona de una manera descontrolada. —. Disculpen la demora, tuve asuntos que resolver. —No te preocupes —dice mi madre sonriéndole, frunce su ceño. —. Puedes sentarte a lado de tu padre.  —Gracias. —masculló por lo bajo. Durante varios minutos mantuve mi mirada agachada, no quería mirar su rostro, menos cuando podía sentir su presencia dominante, además, tenía sus ojos enfocados en mí, era extraño notar ese tipo de movimiento.  Sonrió en agradecimiento a la señorita. Mire una variedad de comida sobre la mesa, sobre todo, cada plato era el preferido de Ancel. De reojo observé a mi madre con una sonrisa, esperando a que su futuro hijastro probará cada plato hechos por ella.  Se había esforzado mucho por nada, ya que después de unos minutos, Ancel hace un comentario que me molesta.   —No intente ganarse mi confianza con gestos ostentosos a su nivel, nada de lo que haga me hará cambiar la opinión que tengo sobre usted. —declaró, cada palabra lo sentí en lo más profundo de mi ser. Estoy a punto de contraatacar, pero mi madre me retuvo dándome un apretón en mi mano. Giro mi cabeza en su dirección y meneó la cabeza en negación, aprieto mis puños y clavo mis ojos en él.  No me miró. —Idiota arrogante. —murmure, con ira. Levantó su mirada y me sonrió con arrogancia, sostuve esa intensidad en sus ojos.  —¿Qué dijiste? —me desafío. —Idiota arrogante. —enfatiza cada palabra, su sonrisa no desvaneció. —Me han dicho peores cosas. —comentó orgulloso. Abrí la boca dispuesta a responder. —Chicos, cálmense—pidió el señor Dubois. —. Tratemos de no discutir esta noche. —Me lo pones imposible Didier, no se puede pasar un segundo tranquilo con la presencia de esta chica. —me señaló con desprecio.  —¿Pero quién te crees imbécil? —pregunte con molestia. —Esa boquita tuya ha cambiado —me molesto la ironía en su voz. —, pero la Chelsea que conocía no tenía un comportamiento grosero.  —Me alegra decepcionarte —sonríe con falsedad, ladee mi cabeza. —. Sin embargo, no puedes venir y hablar de mi comportamiento porque de los dos, tú has cambiado bastante, incluso no te reconozco.  —Por favor, basta —pidió mi madre. —. Amor, diles de una vez. —¿Qué cosa? —preguntamos los dos al mismo tiempo. Hice una mueca de desagrado. —Chicos, tendrán que llevar las cosas en paz porque compartirán la misma casa. —nos informó el señor Didier. Solté el tenedor de mis manos. —Puede repetir las palabras, creo que escuche mal. —No amor, escuchaste bien—intervino mi madre. —. La casa la compartirán ambos, me sentiré más a gusto si tienes a alguien para cuidarte. Lo quedé observando por largos minutos. No entendía su posición, no cuando me estaba ocultando las cosas, además, me estaba obligando a convivir con alguien que odiaba a ambas. —No necesito a un imbécil para cuidarme. Giro su rostro y me dio una mirada desaprobatoria. Me olvidé de que nos estaba observando, solo me concentré en mirarla y reclamar sobre su decisión.  —Chelsea —me advirtió con voz recriminatoria. —. No te estoy preguntando, ni pidiendo tu opinión. Sus palabras fueron más fuertes que una a bofetada, retrocedí con dolor. Nunca, nunca había escuchado salir esas palabras de su boca, ¿Qué había cambiado? —Mamá, debiste decirme que compartiría la casa con él —lo señalo cabreada. —, así hubiera rechazado esa propuesta porque no me siento cómoda viviendo bajo el mismo techo que él —¿Me tienes miedo? —lo escuche preguntar. Ignoré su pregunta, mi mirada estaba en mi madre. —No entiendo porque quieres cuidarme, ¿Hay algo que me estas ocultando? —Inquirí, queriendo saber su respuesta. —Solo confía en mí, amor. Se que querías vivir tus propias experiencias en la universidad, pero necesito que vivas en esa casa, solo por tu seguridad. —sus ojos me suplicaban aceptar sus términos.  —Bien. —acepte con molestia. Gire mi rostro, furiosa, no podía excluirme de decisiones importantes, sobre todo, cuando era referente a mí. —Amor, por favor… —No mamá —la detuve molesta. —. Me estas ocultando las cosas. Tomas decisiones sin siquiera consultar si me parece bien. Me obligas a vivir en su casa, dices que lo haces para cuidarme. Quiero entender tus motivos, te pedí una explicación y nunca llegó por qué te empeñas en ocultar las cosas, no deseaba que esto sucediera, pero como tanto quieres que vaya a vivir en esa casa, lo haré, sin embargo, no quiero hablar contigo hasta que me expliques que está sucediendo, solamente aceptaré conversar cuando estés dispuesta a contarme porque te recuerdo que ya no soy una niña. Mi pecho sube y baja, apreté mis puños. Miro a las tres personas en la mesa, cada uno tenía una expresión diferente en su rostro. No pedí permiso cuando me levanté de la mesa, tirando la silla, y no me detuve a pesar de que mi madre me llamó; necesitaba salir de ahí porque sentía una opresión en mi pecho, era necesario ordenar mis pensamientos y, sobre todo, descubrir lo que me estaba ocultando.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR