Capítulo 3 – Benjamín

1220 Palabras
Los hermanos eran como uña y carne. Siempre juntos, algunos los llamaban la sombra y la oscuridad, por su agilidad a pesar de su tamaño, pero también por el terror que eran capaces de provocar. Benjamín y Ezequiel no eran mellizos, pero las personas se confundían. Benjamín nació en una noche lluviosa de enero y Ezequiel en diciembre del mismo año, ninguno de los dos fue bienvenido por su madre, y ella lo dejó claro desde el principio, no era posible que los amara, no en la tórrida forma en la que fueron concebidos. Así, los hermanos se dieron cuenta de que solo se tenían el uno al otro, se amaban y cuidaban de la igual manera, no necesitaban ni palabras para comunicarse. De hecho, eran inseparables, ni siquiera hubo una pelea entre ellos, por lo que una mujer para estar con uno de ellos, necesitaba entender la conexión que tenían. Pero este cuidado y paz solo era real entre ellos, los dos juntos eran imbatibles y los enemigos lo sabían. Ahora Belinda estaría cerca de ellos, Ezequiel no era un seductor, la sonrisa que le dedicó a Belinda era la mejor que tenía y muy pocas personas habían sido agraciadas con ella. Ezequiel se dio cuenta de que había tenido el efecto deseado. Belinda pensó al recibir esa sonrisa que estaba juzgando a una persona a través de mentiras y por su porte físico, sabía que eso no estaba bien y entonces se relajó, Doña Benta no la entregaría a alguien peligroso, de eso estaba segura. Y además estaba consiguiendo un trabajo, no podía permitirse el lujo de reclamar o ella estaría en problemas y su hermana Beatriz también, si aceptaba el trabajo, podría usar el dinero ahorrado para traer a su hermana con ella. – Belinda Isidorio, señor. Pero Ezequiel sabía quién era ella, y hasta el motivo por el cual su hermano la había llamado pajarito, por huir de su familia. Nunca le había gustado una mujer con el pelo corto, pero la que tenía enfrente era realmente bonita y delicada, con esa cara, Belinda se vería bastante bonita, incluso si fuese calva. – ¿Lista para tu nuevo trabajo? – Claro. Había leído el contrato, era por un año y la paga era buena. – Voy a buscar mis maletas. – Yo las llevo, dime dónde están. No era una pregunta, ni siquiera pensó en rebatir. Belinda se despidió de doña Benta y siguió a Ezequiel, se subió a un carro n***o muy cómodo, y ella vio que combinaba con él. El hombre no le dijo una palabra más y Belinda empezó a sentirse insegura, pensó que la casa estaría cerca del gimnasio, pero se equivocó, era un lugar más apartado, con pocas casas cerca. Cuando entraron por un portón, se dio cuenta de que no tenía vecinos alrededor, y en ese momento realmente se sintió como una idiota. Estaba entrando a una casa con dos hombres que ni siquiera conocía, sin siquiera avisarle a su hermana Beatriz, si fueran dos psicópatas locos, estaría en problemas. Cuando Ezequiel se detuvo y luego le abrió la puerta del auto, Belinda cerró los ojos para ocultar las lágrimas, había huido de un destino cruel y tal vez entrado en otro. Ezequiel notó su angustia, realmente se parecía a esos pájaros enjaulados, necesitaba calmarla. Se agachó a la altura de Belinda, sabía cómo intimidar a una mujer. – ¿Qué pasa? Belinda lo miró. – ¿Puedo decir la verdad? – Eso es lo que espero de ti. – Estoy asustada, son dos desconocidos y estoy sola con ustedes. – No tienes que temernos a nosotros, no tú, puedes estar segura. Belinda sabía que ya no había vuelta atrás, debería haberlo pensado mejor antes de llegar allí, ahora no podía llorar y salir corriendo. Necesitaba creer que estaba a salvo, solo esperaba no estar equivocada. Ezequiel una vez más tomó sus maletas, Belinda quedó impresionada con la belleza de la casa, era la decoración de una casa de familia, la mesa era para una pareja con hijos, para nada parecía una casa pensada para dos hombres. No había escaleras, sino un pasillo que conducía a los dormitorios, y Belinda se imaginó cómo sería el cuarto de una criada en esa casa. Su nuevo empleador asintió para que ella lo siguiera mientras pasaban por el pasillo. La puerta que se abrió era de color rosado, no un rosa infantil, pero sí exactamente del tono que a ella le gustaba, la habitación no era para una empleada, era enorme, y la cama también. Belinda se fijó en la puerta del baño, aquello era excelente, pero era extraño, ningún jefe trataba así a una sirvienta. – ¿Te gusta la habitación? – Es maravilloso, pero, ¿no es mucho para el cuarto de una criada? – No, no lo es. Vas a descubrir eso muy pronto. Ella asintió, no queriendo sonar desagradecida. Ezequiel se fue, dejándola sola con sus pensamientos, Belinda terminó de guardar sus pertenencias en el ropero y se dirigió a la cocina. La casa estaba extremadamente organizada, así que pensó en hacer la cena y preparar algo para el desayuno, así si los hermanos se levantaban temprano, sería más práctico y no correría el riesgo de atrasarse la primera mañana de trabajo. La cocina era extremadamente eficiente, era un sueño hecho realidad, el horno era capaz de asar carne en media hora, eso era maravilloso. Un día tendría suficiente dinero para vivir en un lugar como este, ella y Beatriz harían recetas maravillosas. Había un poco de carne sazonada en el heladera, con papas y zanahorias, Belinda le quitó la envoltura de plástico y la metió al horno. Hizo arroz con ajo, ensalada y usó la licuadora para preparar jugo de piña, no sabía si tomaban jugo con azúcar, porque tenían un gimnasio y siempre estaban cuidando sus cuerpos. A través del cristal de la ventana, puede ver algunos equipos de gimnasia, la piscina y una pantalla grande. Algunos dispositivos eran rosados, otros dorados, era el color de la bolsa que compró y envió a Beatriz. A su hermana le encantaban los objetos en ese tono, deseaba poder estar en esa casa con ella para no sentirse sola y asustada, por estar viviendo con dos extraños. Ni siquiera conocía sus hábitos. Sabían que no habían cenado porque Ezequiel le había dicho, ya eran casi las 9:00 pm, demasiado tarde para comer, pero necesitaba seguir sus hábitos, no el horario de ella. Llevaría algún tiempo adaptarse a esa rutina, ya que en casa, y en la posada, las comidas se hacían en horarios normales, a las 10:00 pm ya todos habían cenado y la casa estaba en silencio. Puso la mesa y esperó. Vio cuando Ezequiel pasaba por el pasillo, el hombre solo vestía una bermuda, sintió que se le calentaba la cara, era demasiado para un primer día de trabajo. Ezequiel se sentó a la mesa. – Benjamín ya viene, tu vas a comer en la mesa con nosotros. Belinda sacó vasos de la alacena para el jugo, pero en el momento en que abrió la gran puerta de vidrio los vasos cayeron al piso, el hombre que entró era aún más grande, pero su expresión pesada la inquietó y se sintió abrumada por la presencia de Benjamín Orlov.
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