Benjamín volvió al dormitorio y Kiel volvió a casa, con una mujer que le temía y se negaba a mirarlo.
Benjamín encontró a Belinda saliendo del baño. Lo único que cubría su cuerpo era una toalla. Se detuvo frente a él, pero necesitaba una ducha para calmarse y asegurarse de no lastimarla.
En la ducha, Benjamín respiró hondo varias veces, nunca había estado con alguien así, donde sería el primero.
Belinda apagó la luz y encendió la lámpara, el nerviosismo era real, pero no tenía miedo.
Benjamín besó sus manos mientras se acostaba en la cama.
– Ángel.
Bel besó sus labios.
– Tengo miedo de lastimarte. De perder el control.
– Confío en ti y de lo que sentimos. Quiero que me prometas que no me tratarás como a una muñeca de porcelana que se puede romper.
– No mi ángel, ni aunque quisiera
