Desierto del Sinaí, 12.00 horas La primera en despertarse fue la Casoni, no reconoció enseguida dónde estaba. La salita tenía las paredes de metal, era limpia y austera. El calor, sin embargo, era imposible de soportar. Se levantó de aquella cama hecha de paja y plumas, apoyada en un piso de piedra y polvo desértico pero, cuando intentó salir, un hombre se le plantó delante haciéndola asustar. No entendía nada de lo que le estaba diciendo aquel individuo, pero no parecía feliz de que ella saliese de aquella habitación, por lo que se volvió a sentar sin decir una palabra. ¿Qué mierda de lugar era ese? ¿Dónde están los otros? Se dijo todavía aturdida. Los otros estaban en una barraca cerca de ella, todavía durmiendo. Cuando Santini se despertó, se hizo la misma pregunta que la magistrada.

