Capítulo 4

1435 Palabras
RUBÍ Me dolía la nuca ¿había dormido mal? Solté un suspiro, tal vez me acosté en mala posición, debía hacerme unos masajes una vez despertara, pero por ahora seguiría un rato más en mi cama que por cierto estaba moviéndose ¿por qué mi cama se movía?… los recuerdos me bombardearon de golpe, esa mujer rubia que me pidió ayuda, esa mirada fría y luego…nada. Mis ojos se abrieron de golpe, todo estaba oscuro. Mi rostro estaba frente a la puerta de una camioneta. ¿me habían secuestrado? La imagen de mi casero me vino a la mente, pero luego pensé mejor. Mi casero no podía secuestrarme, no ganaría nada, si me secuestraban ¿a quién le pedirían rescate? Entonces ¿por qué hacerlo? controlé mi respiración, comprobé mis manos y pies para comprobar si me habían atado. Todo bien, estaba libre. ¿cómo salir ahora? – ¿Debemos llevarla al jefe? Era la voz de un hombre ¿tal vez el que me golpeó en la nuca? Si podía escuchar sus voces entonces no había ventana que nos separaran, por lo que podrían verme si hacía algún movimiento. – No seas estúpido, ¿no te lo había dicho ya? La encerraremos con esos dos. Esa voz llena de amargura que antes fingía inocencia. Esa era la rubia que me pidió ayuda. La amargura y el enojo me llenó al pensar en que fui engañada por esa mujer. Quería golpearla. No, Rubí, cálmate. Primero debes calmarte, no sabes a dónde te están llevando, no sabes si hay más personas. Mi prioridad era seguir fingiendo que seguía desmayada. – ¿Esa idiota sigue desmayada? – Sí, estoy seguro que se despertará apenas lleguemos así que debemos estar atentos para que no escape. Debimos atarla. – ¿Es que no tienes cerebro? Tu jefe no quiere que se le haga ningún daño. Si tiene algún arañazo o alguna marca nos matará a los dos. De todos modos, es débil, no hay mucho que ella pueda hacer si quiere escapar. El silencio se hizo dentro y solo se escuchó el ruido de la camioneta en marcha. Escuchar aquello me sentí aliviada, no me harían nada, podría intentar escapar sin recibir daño, pero ¿cómo? Tenía la ventaja de no estar atada, no me harían daño, pero por otro lado no sabía si la puerta trasera de la camioneta estaba asegurada o no. No sabía si quiera si se podía abrir esa puerta por dentro. ¿debería probar? Si no se podía abrir por dentro estaría avisando a esos dos que había despertado. Mis manos temblaban, los nervios y ansiedad eran enormes, escuchaba claramente los latidos erráticos de mi corazón como bombos y tenía miedo que ellos se dieran cuenta que estaba despierta. Regula tu respiración, regula tu respiración, tú puedes, tú puedes. Piensa con calma, piensa con calma. De pronto la camioneta saltó y mi cuerpo chocó contra el metal, mi cabeza rebotó y se golpeó, por poco solté un gemido de dolor, pero mordí el interior de mi mejilla para poder aguantar. Parpadeé varias veces para intentar borrar esas luces que veía, mi cuerpo quería moverse, sobar mi cabeza, pero me obligué a permanecer inmóvil mientras escuchaba las quejas de la rubia. – ¡Ten más cuidado, imbécil! ¡Casi haces que golpee la cabeza contra el auto! – ¡Lo siento! Es un camino de baches, esta todo tan oscuro que a pesar de las luces no se ve bien. Se escuchó un pequeño movimiento, silencio unos segundos, otra vez un movimiento y luego un suspiro de alivio. – Felizmente la gorda sigue inconsciente. Rubia estúpida. Volví mi vista a la puerta y entonces la esperanza volvió. La puerta que antes parecía cerrada ahora estaba ligeramente entreabierta, como si lo único que lo detuviera fuera ese pestillo. Si lo empujaba con suficiente fuerza ¿podría abrirlo y escapar? Me acerqué lentamente aprovechando los pequeños baches y me preparé. Otro bache, mi cuerpo saltó y yo empujé con fuerza la puerta y yo salté fuera. Mis brazos cubrieron mi cabeza cuando caí al suelo y rodé. No miré atrás, solo me puse de pie y comencé a correr como si la vida dependiera de eso. Literalmente mi vida depende de esto. Pensé con ironía. La camioneta se detuvo. – ¡Se está escapando! ¡corre! La voz chillona de la rubia rompió la calma del lugar. Todo estaba oscuro, pero no me importó corrí con más fuerza, con más energía, no sabía a dónde me dirigía, pero cualquier lugar era mejor que estar junto a ellos. Sentí unos pasos acercarse con velocidad y me desesperé, intenté apresurar el paso, pero perdí el equilibrio cuando el hombre ese me empujó. Caí al suelo de cara y él saltó encima de mí. Giré mi cabeza para no salir más golpeada de lo que ya me sentía. No podía respirar, con ese hombre encima de mí y con el olor a tierra entrando por mi nariz. Apenas me levantó forcejeé. Aquel hombre tomó mis brazos y los puso por atrás impidiéndome hacer algo. Me obligó a ir hacia la camioneta a pesar de mis intentos fallidos por liberarme. – ¿De verdad pensaste que podrías huir? La risa burlona solo hizo que me enojara más. La mirada azul otra vez estaba ahí ¿el dorado que vi antes era una ilusión?, el asco y odio eran evidentes. Como no dije nada la rubia continuó. – Pobre gorda idiota. No sabes lo que te espera. No te sientas mucho solo porque no te atamos. – Pobre rubia tonta, seré gorda, pero al parecer soy más importante que tú. – ¿Qué dices? No seas tonta. ¿tú más importante que yo? – Claro, por algo temes que me escape. A tu jefe no le importas tú, sino que le importo yo. ¿miedo de lo que te pueda pasar? El odio evidente subió, notaba que quería golpearme, pero se obligaba a permanecer callada. Giró su cuerpo y comenzó a caminar hacia la camioneta. – átala lo suficientemente fuerte como para que no pueda escapar. Llévala a la celda con esos dos apenas lleguemos, yo iré a conversar con Hyperión. Ese hombre me empujó nuevamente y me llevó a la camioneta donde me ató por atrás. Cuando terminó me metió y cerró la puerta esta vez poniendo un seguro. Mierda. escape fallido. ¿qué me esperaba ahora? ------------------------------------------------------------ ¿En qué me había metido? Este día empezó mal, destrozaron mi floristería, mi casero me amenazó indirectamente, me desahogué con mi mejor amiga y cuando pensé que al menos el día terminaría bien, vienen y me secuestran. Y no solo eso, sino que me acabo de enterar que yo no soy una persona normal, soy una especie de alma divina, que los dioses griegos existen y que el jefe malo me quiere como vaca para preñar. Ahora estaba frente a una mujer muy embarazada y muy bonita, y un hombre que vestía harapos y estaba evidentemente herido. Ellos me explicaban cosas que, si bien parecían locas, en mi interior se sentía real. Atinaron al preguntarme si tenía una marca de nacimiento. Nadie más que mis padres sabían de mi marca, ni Catalina, que era mi mejor amiga sabía sobre eso. Siempre pensé que mi marca de nacimiento era rara, hace unos meses solo era una especie de flecha mal formada en la parte baja de la espalda, nunca le tomé importancia, al contrario, nunca me gustó, pero exactamente hace nueve meses aproximadamente mi marca cambió. Se hizo más notoria, más oscura, un cetro de dos puntas, ya no parecía marca de nacimiento, parecía una especie de tatuaje desgastado. La mujer cuyo nombre era Nora, me habló sobre la marca, sobre el hombre que estaba a su lado llamado Raelus quien había estado encarcelado más de lo que una persona normal podría soportar. Parecía muy joven como para tener más de 30 años aquí encerrado y entonces les creí. Y les creí más cuando la loca rubia se acercó y despotricaba a la que se supone era su propia hermana, esos ojos azules volviéndose dorados reafirmó mi creencia. ¿desde cuándo mi vida había dado este giro? Hoy empecé llamando a la policía y horas después de escapar, me encontraba viendo cómo dos hombres que decían ser los titanes peleaban como si fuera una película de acción. Si antes no estaba tan segura, ahora no había duda. Estaba metida de lleno en un mundo de dioses y guerras titánicas. Mierda. Creo que todo esto no se solucionaría con solo correr por un parque.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR