Treinta minutos antes de la cena Hiro se presentó en la puerta de mi casa con una gruesa bufanda roja que parecía haberse tragado su cuello y barbilla, no estoy segura porque me llamó tanto la atención; pero, no pude apartar mis ojos. Al principio no dijo nada, aunque claramente estaba aliviado de que yo hubiera abierto la puerta. Nos quedamos en silencio por dos minutos enteros en los que me di cuenta que también estaba nerviosa y sabía que él lo estaba porque empezó a desordenar su cabello al pasarse la mano por la parte trasera de su cabeza, de algún modo ya había aprendido eso de él. —Lo siento, me comporte como un idiota —dijo finalmente. —Yo… Si sirve de algo, yo no asesiné al señor Stevenson —me miró fijamente y me sobresalte un poco por ello. —¡Oh, Dios, no! Fui una tonta, no sab

