Jake se bajó del autobús para otro día más de clases en la misma escuela pública en donde había estado estudiando antes de su desaparición. Dado que había durado dos años sin estudiar, lo habían reintegrado en el mismo grado en que había quedado, tenía que estar con niños menores que él en las clases, pero eso no era algo que le molestara, después de todo, Jake en cierta parte tenía el don de gentes, se llevaba bien con todos los niños, fueran o no de su edad.
La situación económica en su casa no estaba bien, su madre no conseguía un buen trabajo, y además no podía hacerlo, la pequeña Laura de apenas dos años necesitaba cuidados especiales, había nacido muy enferma y no podía dejarla en manos de cualquiera, y aunque Sophia estuviera recibiendo una ayuda económica del Estado, no era suficiente para cubrir todos los gastos, y eso había obligado al pequeño Jake a tener que conseguir trabajo en una fábrica de balones que estaba cerca de donde vivían, impidiendo así que el niño pudiese reintegrarse al equipo de fútbol de la escuela, ya que por el trabajo no podía asistir a las practicas.
Sophia había tratado de sacarle a su hijo la verdad sobre los dos años que estuvo en cautiverio, pero el niño solo se limitaba a decir que no la había pasado tan mal, pero Sophia sabía que su hijo le estaba ocultando algo, notaba al niño muy diferente, ya no era el niño sonriente de antes, se había vuelto más frio, y aunque en la escuela ni en el trabajo lo aparentara, la verdad era que cuando el niño llegaba a casa, su gesto cambiaba a uno sombrío, como si se notara su lucha contra sus demonios, y a Sophia le dolía que su hijo no confiara en ella para contarle todo.
-Hola cariño ¿cómo te fue hoy? – le preguntó Sophia a su hijo mientras le servía la cena.
-La escuela estuvo bien, el trabajo estuvo pesado, habían muchos balones por inflar – respondió el niño, sentándose en el pequeño comedor de la cocina - ¿Y mi hermana, ya está dormida?
-Sí, la acosté hace una hora – respondió Sophia, sirviéndole a Jake los macarrones con queso que tanto le gustaban –. Hijo, quería comentarte que he estado pensando en algo – dijo ella, sentándose en la silla que estaba en frente de Jake, y cuando obtuvo la mirada curiosa de su hijo decidió continuar –. Creo que deberíamos irnos a Irlanda.
-¿Y por qué a Irlanda? – Preguntó el niño – creí que ya no tenías familia…
-No la tengo, pero tu padre tenía amigos allá, en especial uno, se llama Richard Regan – prosiguió Sophia –. Creo que él podría ayudarnos, y bueno…en Irlanda no es tan caro vivir, en cambio aquí en Inglaterra…
-No quiero irme, mamá – dijo el niño, seguro de lo que estaba diciendo.
-Pero ¿Por qué? Tendríamos una mejor vida allí, sé de lo que te hablo, te recuerdo que yo nací y me crie allá, y en los primeros cinco años de tu vida también vivimos allí y no tuvimos mayor problema, si nos mudamos aquí fue porque a tu padre le salió una mejor oferta de trabajo.
-Si quieres irte a Irlanda, puedes irte tú con mi hermana, pero yo me quedaré – sentenció el niño, terminándose sus macarrones. A Sophia a veces le sorprendía la autoridad y madurez con la que hablaba su hijo.
-¿Y con quién piensas quedarte? ¿Solo? – Inquirió Sophia, cruzándose de brazos –. Te recuerdo que apenas eres un niño.
-Puedo…puedo…- decía el niño, queriéndole decir eso que por tantas semanas había querido decirle a su madre –. Olvídalo – dijo el azabache, con gesto de decepción.
-No, anda, dime ¿Puedes qué?
-Llamar a alguien que conocí mientras estuve perdido – dijo Jake, clavando sus zafiros azules en los zafiros de su madre –. Se llama David…David Newman.
-¿David Newman? ¿Quién es él? – preguntó Sophia, confusa.
-Es un cazatalentos del Crystal Palace – dijo Jake, y Sophia solo miró a su hijo con más confusión –. Él me vio jugar una vez con los chicos del barrio, y creo que le gustó como yo juego, me dio su tarjeta para que lo contactara.
-A ver…déjame entender – dijo Sophia, tratando de procesar lo que le dijo su hijo – ¿Un cazatalentos de un club de la primera división del fútbol inglés estaba en un barrio bajo del sur de Londres para buscar una nueva estrella para el equipo? Hijo, eso es un cuento que nadie se cree.
-¡Pero es verdad mamá! ¡Podemos contactarlo!
-Entonces dame la susodicha tarjeta de contacto, lo llamaré ya mismo y aclararé las cosas – dijo su madre, tendiéndole la mano, dándole a entender que quería que le entregara la tarjeta.
-Bueno, cuando me escapé, no tenía la tarjeta conmigo, estaba en mi habitación…- dijo el niño con desgana.
-¿Y entonces, que haremos? ¿Ir hasta las instalaciones del club y buscarlo? – inquirió Sophia son sarcasmo, pero su hijo no se lo tomó como tal.
-¿Y por qué no? – contraatacó Jake.
-Pues ve tu solo, todo esto me parece una locura – dijo Sophia, levantándose del comedor.
Días después…
A Jake le había costado mucho llegar al campo de entrenamiento del Crystal Palace, el cual quedaba en la zona de Beckenham, una zona muy rentable del sur de Londres. Jake sabía que en ese lugar era en donde podría encontrar a David Newman, ya que en la ciudad deportiva del club también estaban las oficinas de los altos dirigentes.
-¿Qué quieres, niño? – le preguntó uno de los celadores que estaban en la portería del complejo deportivo –. Sabes muy bien que la entrada al complejo es restringido, ni siquiera puede entrar la prensa si no es para una rueda de prensa convocada por el club.
-Lo sé, pero vengo a buscar a alguien que sin duda alguna querrá verme – dijo el niño, mostrándose lo más serio posible.
La cara de seriedad del niño y su mirada imponente e intimidadora era tal, que los dos celadores que estaban en la portería intercambiaron miradas, como preguntándose el uno al otro qué se traía bajo las mangas un niño de 12 años, que por cómo estaba vestido, se notaba que era de escasos recursos.
-¿Y quién es ese alguien? – le preguntó un celador al niño.
-David Newman – dijo Jake con firmeza –. Dígale que lo ha venido a buscar Jake Wilson, el Leoncillo de Brixton.
-¿¡Tú eres el Leoncillo de Brixton!? – Preguntó uno de los celadores, asombrado - ¡Mis sobrinos los que viven en Brixton no dejan de hablar de ti!
-Entonces ya sabrá por qué David Newman estará interesado en mi – dijo Jake, manteniendo la seriedad con la que había llegado, algo que conmovió a los dos celadores, pareciera que estuvieran hablando con un futbolista profesional adulto que viene a hablar de negocios con un socio del club.
Y así, los celadores le comunicaron a David Newman que Jake Wilson, el Leoncillo de Brixton, le había venido a buscar, e inmediatamente este dio orden para que lo llevaran a su oficina, la cual quedaba en el mismo piso de las oficinas de las directivas del club.
David Newman estaba colmado de la felicidad, después de meses sin saber nada del niño, y que incluso le llegaran a contar que el susodicho había desaparecido después de que unos sicarios asesinaron a la familia Wilson, saber que él estaba bien y que se acercaba a su oficina le llenaba de felicidad.
-Sr. Newman, aquí está el joven Wilson – le dijo su secretaria al abrir la puerta.
David hizo ademán para que la secretaria dejara pasar al niño, y apenas se encontró con esos zafiros azules intimidantes, se levantó de su silla para saludar al niño con un fuerte apretón de manos y abrazarlo, como si de su hijo se tratase.
-Por un momento creí que habías muerto o algo por el estilo – dijo David cuando soltó al niño –. La última vez que fui a Brixton para saber de ti, me dijeron que unos sicarios habían matado a tus abuelos y a tu padre, y que tú habías desaparecido.
-Bueno, pues aquí estoy – dijo el niño con tanta seriedad, que el propio David se sintió intimidado y se sentó en la silla de su escritorio para pasar a hablar de negocios con el niño.
-No tenías que haber venido hasta acá, yo podría haber ido a tu casa – dijo David.
-Se me perdió la tarjeta que me habías dado, así que la única forma de contactarte era viniendo hasta acá y hablarte en persona – respondió el niño.
-Bueno, supongo que si quieres hablar conmigo es porque te decidiste a ser parte del equipo ¿o me equivoco? – Preguntó Newman, a lo que Jake asintió –. Bueno, pero si tu padre y tus abuelos fallecieron ¿Con quién estás viviendo? Obviamente necesitaremos las firmas del adulto responsable de ti en todo el papeleo que tendremos que hacer para que seas parte del equipo.
-Vivo con mi madre – respondió el niño –. La verdad…con los que yo vivía en Brixton no eran mi verdadera familia, y mi apellido no es Wilson, es Harrison.
David trató de procesar lo que le había dicho el niño ¿los Wilson no eran su verdadera familia? Y su mente entonces se llenó de interrogantes, pero bueno…a él no tenía por qué interesarle la vida privada de otros.
-Ok…entonces, deberé hablar con tu madre – dijo David, tomando un lapicero y dirigiendo su mano a una página en blanco de su agenda –. Dame un número al que pueda contactarte, y la dirección de tu casa.
Apenas el niño le dio todo los datos a Newman, salió de la oficina del socio del club y le dio un buen recorrido al plantel deportivo. Dado que el Crystal Palace no era un uno de los pesos pesados de la liga inglesa, no tenía muy buenos ingresos, y por ende su plantel deportivo no era ni muy grande ni muy lujoso, pero para Jake era perfecto.
La ciudad deportiva del Crystal Palace contaba con 3 grandes canchas; una era la del primer equipo, la segunda cancha era para la cantera, y la tercera cancha era para la academia del club, esta última estaba separada de las demás canchas, y la residencia de las jóvenes promesas constaba de una gran casa, la cual Jake supuso que muy pronto tendría que compartir con los demás chicos que estaban militando en las inferiores del equipo. Aunque él viviera en el sur de Londres, las distancias aún eran considerables desde su hogar hasta la ciudad deportiva del equipo, por lo cual supuso que lo mejor sería que él viviera en la residencia.
Días después…
-Ya le dije que no tiene que preocuparse, Sra. Harrison, su hijo estará en buenas manos – le decía David a la madre de Jake, mientras esta daba una última ojeada a los papeles que debía firmar.
Sophia aun dudaba si dejar a su hijo en manos de un club de fútbol era una buena idea, aunque David demostraba ser un hombre de confianza, no sabía si la demás gente del club lo era también. Ya había sufrido lo suficiente al estar separada de su hijo por dos años, creyendo incluso que este estaba muerto, y ahora dejarlo en aquellas instalaciones deportivas le aterraba.
-Mami, sabes que puedes venir a verme cuando quieras – le dijo Jake a su madre, igual de impaciente que David porque ella firmara el contrato.
-Después no me llames llorando diciendo que ya no aguantas más – dijo la irlandesa, dándole un último vistazo a su hijo, esperando a que este la detuviera de firmar, pero al no ocurrir nada, no tuvo más opción que firmar.
-¡Listo! – Exclamó David apenas las firmas de Sophia estuvieron impresas en los papeles, emocionado, y miró al niño –. Hijo, oficialmente eres un jugador del Crystal Palace.
Minutos después Jake sonrió y miró a la cámara mientras estrechaba la mano del presidente del club, para después hacer lo mismo con el que sería su entrenador en el equipo sub-15. Foto que en esos momentos sería insignificante teniendo en cuenta que los fans del fútbol no estaban interesados en el fichaje de un canterano novato en un equipo que no pasaba de la décima posición en la tabla de la Premier League, pero que en unos años dicha foto sería muy reconocida y valdría oro por otras razones.
-Aunque firmé el contrato, creo que tienes oportunidad de arrepentirte – dijo Sophia unas horas después, en la noche, mientras veía a su hijo sacar la poca ropa que tenía del armario y echarla en una vieja maleta.
-Esto es lo mejor para todos, mamá, quiero ayudarte a ti y a mi hermana – dijo el niño con una determinación tal que Sophia se conmovió.
-¿Vas a hacer esto porque es tu pasión, o solo por dinero?
-Ambas – respondió el niño -. Creo que la mayoría de futbolistas no llegaron a hacer lo que hacen solo por pasión ¿no crees?
-Sí, tienes razón – dijo la irlandesa, acercándose a su hijo para darle un beso en la frente -. Serás el mejor, tengo una corazonada de que así será.