POV LENA
Rio abre la carpeta con esa arrogancia de siempre, con ese gesto de “a ver, sorpréndeme”, y por un instante me pregunto cómo es posible que exista alguien tan brillante para arruinarse la vida y tan inútil para admitir que necesita ayuda. Respiro hondo, me estiro las mangas de la sudadera y empiezo a hablarle del plan. No porque quiera, sino porque es mi trabajo. Y porque su desastre es ahora un incendio que tengo que apagar antes de que nos queme a todos.
—Vamos a empezar por lo más urgente —digo, apoyando mis notas sobre la barra—. Primero: control de daños. Declaración pública, reunión con dos medios clave y coordinación con tus representantes legales. Hoy mismo.
Rio me mira con una expresión entre aburrida y molesta, como si estuviera escuchando un podcast que no le interes
