CAPITULO 6

2558 Palabras
NARRA DARIAN — La mitad de mis soldados se quedaran cuidando esta ciudad, desde el momento que decidí desposar a la princesa Ishtar, Tracia se convierte en una parte de Persia, por lo tanto se protege de la misma manera—El rey parecía no poder decir ninguna sola palabra—Preparen a la princesa Ishtar para partir a Persia a la brevedad, mi madre la reina Ranía le encantara conocerla. La reina se apresuró a ponerse de pie y tomo a Ishtar del brazo, ella permanecía con esa expresión de incredulidad en su rostro como si no se creyese lo que había dicho, con pasos largos y apresurados se marcharon de la sala. —Me temo que no ha hablado conmigo del tema antes alteza—A pesar de estar un poco sorprendido por mi anuncio, sonrió con gozo como si la noticia hubiese sido la mejor que escucho en años. Este matrimonio le era muy conveniente a Tracia en todos los sentidos. —No era necesario majestad, confió en que no se opondrá—El negó con la cabeza sonriente. —Claro que no alteza, mi hija dejo muy clara su decisión, aunque me sorprende que sea algo tan repentino—Se puso de pie y camino en mi dirección, con pasos firmes y seguros llego a mi encuentro, coloco su mano en mi hombro con fuerza. —No puedo oponerme a las decisiones que Ishtar y sé que tampoco podría hacerlo a la suya, peor le advierto que si deshora a mi hija iré contra usted, no será una guerra entre Tracia y Persia, será una batalla entre un rey y un príncipe—Amenazo seriamente, negué con la cabeza. Eso no pasara. —No se preocupe, cuando tomo una decisión es definitiva. (...) —No puedo creer que hallas hecho eso—Se había tardado demasiado en bajar de su preciosa caja roja que le servía como transporte, aquella hermosa caja armada en madera y telas bordadas era sujetada por seis hombres para aligerar un poco el peso. Por si fuera poco no había venido sola, el rey se había empeñado en que llevara consigo a sus damas de compañía que venían en sus respectivas cajas de transporte. — ¿Tienes alguna objeción Ishtar? —Pregunté sin mirarla, delante de mis ojos la arena roja acaparaba el paisaje, hacia unas horas que habíamos salido de Tracia, los hombres necesitaban descansar y tomar algo. La punta de mi espada dibujo trazos en la arena sin forma alguna. —Creo que me lo hubieras dicho—Dijo con un tono refunfuñón, sonreí, al parecer tenía su carácter, la primera impresión fue que era una princesa educada y muy hermosa que conservaba muy bien sus tradiciones. —Tú me entregaste esa joya como regalo—Guarde la espada de nuevo y voltee a mirarla, su cabello ondulado se movía un poco con leve brisa—Por lo tanto era mi decisión aceptar la propuesta que me hiciste primero. — ¡Yo no hice ninguna propuesta! —Cruzo las manos en su pecho haciéndolos más prominentes—No estabas obligado a hacerlo. A pesar de estar refutando muchas cosas estaba estática en su sitio con sus mejillas rojas de vergüenza, era divertido verla actuar de esa manera. Camine unos pasos hasta estar cerca de ella. — ¿Quién te ha dicho que estaba obligado? —Mi dedo pulgar recorrió su mejilla haciéndola tensarse inmediatamente—Yo tome la decisión sin terceras partes, además, la corona Persa te quedara hermosa sobre tu cabeza. —Para casarse tiene que haber amor—Valla, parecía que era una romántica empedernida, definitivamente no estaba de acuerdo con eso. Yo amaba a otra mujer, la amaba con locura, en algún momento pensé en desafiar a mi padre y presentarla ante el cómo mi prometida, lamentablemente sabía que hacerlo sería su muerte. Tenía que actuar de manera inteligente y responsable. —Claro que no—Respondí inmediatamente—Para un matrimonio tienen que hacer dos personas y algo muy importante...Deseo. — ¿Deseo? —Dijo ella de manera incrédula—Lamento decirle que para este matrimonio hay dos personas pero el deseo es un sentimiento que no se me está permitido, además no sé qué le lleva a pensar que yo le... Hablaba demasiado rápido, coloque mi dedo índice sobre sus carnosos labios haciéndola callar. — ¿Dame una buena razón por la cual no dejas de mirarme? —Ella espabilo un poco, sus mejillas se tiñeron nuevamente, era un hombre con un sentido del humor un poco frio, pero su expresión de pánico ante mi pregunta me causo mucha gracia. Era una mujer hermosa, tierna, educada y virgen. —Yo... ¡Yo no te miro! —Claro que si siempre lo haces, anoche por ejemplo creí que en algún momento saltarías sobre mí—Ella apretó los puños molesta. — ¡Pero qué mal educado eres! Camino rápidamente de regreso a su transporte que estaba a unos treinta metros, era una chica muy peculiar, a pesar de que fuera un poco frio en algunos momentos ella tenía algo que me llamaba la atención, tal vez me gustaba como mujer. —Alteza—Narsés interrumpió mis pensamientos—Los hombres están listos tenemos que llegar a Persia antes del anochecer. NARRA ISHTAR ¡No podía creer lo que había dicho! ¡Yo no iba a saltar sobre el anoche! Claramente era muy atractivo y eso nadie podía negarlo, esos ojos verdes me dejaban fuera de mis cabales en todo momento, lleve mis manos a la cabeza apenada, no podía creerlo, sin embargo según mi madre tenía que estar feliz, contenta, era la mujer con más suerte en todo el Mediterráneo y eso según Aridai era gracias a la belleza que había heredado de ella. —No puedo creerlo—Estaba nerviosa, nunca había salido de Tracia y según mi madre lo que se decía de Persia era magnifico, una ciudad veinte veces más grande que Tracia. —Lo que has hecho a pesar de ser una tontería, resulto mejor de lo que tu padre y yo esperábamos—Había dicho mi madre mientras las sirvientas preparaban mis cosas rápidamente. Ni siquiera había podido esperar al regreso de Saddam, ese malagradecido hermano mío se preocupaba poco de lo que pudiera pasarme, pero todo eso era culpa de papá que siempre lo llenaba de trabajo. Moví un poco la cortina de mi transporte, el crepúsculo había llegado, mis ojos divagaron por las enormes colinas, era muy diferente a Tracia, parecía tener mucho más vida. — ¡Persepolís! —La emoción con la que grito el soldado me hizo girar un poco la cabeza. Allí estaba, con una enorme imponencia se levanta la enorme ciudad construida en oro y mármol, a lo lejos y en la parte más alta de la ciudad se apreciaba con total libertad el enorme palacio, sus cúpulas se levantaban a varios metros de altura y brillaban al contrastar con el sol, dorado y blanco, ese era su color. La música comenzó a escucharse a lo lejos. —Parece que los reyes festejan el retorno del príncipe—Escuche decir a uno de los soldados. —Han pasado seis meses desde que no estamos en Persepolis, era un evento que tenían que festejar, además media Babilonia es ahora dominio Persa—Dijo con emoción, me era complicado de analizar, estos hombres había pasado medio año sin ver a su familia, debía haber una dura presión en el pecho de sus esposas, en la guerra había dos opciones, muerte o victoria. NARRA DARIAN El alcohol parecía no faltar en las calles de Persepolis, la principal capital de Persia y hogar de mi padre, era la ciudad más grande y con mejor construcción en todo el Imperio, cuando mi abuelo llego al trono empezó la construcción de lo que sería la mayor hazaña de su vida, según él, Persepolis tenía que mostrar el poder del imperio Persa. El camino hacia el palacio fue corto, cientos de personas danzaban demostrando la alegría y felicidad que los embargaba, Persia había ganado otra batalla y su fragante vida seguía su curso. Baje del caballo y camine en dirección a la caja de Ishtar. — ¡Traigan un manto dorado! —Narsés siempre sabía lo que necesitaba incluso sin pedirlo. —Ishtar—La llame haciéndola asomar levemente, las tradiciones persas eran diferentes a las tracias—Serás resguardada detrás de un manto dorado, nadie puede verte hasta que mis padres te hallan conocido, después te presentare ante el imperio como mi prometida. Ella asintió con la cabeza, parecía nerviosa, tenía que hablar con mis padres y darles la noticia, estaba seguro que como era su costumbre estaban esperándome en la sala del trono, odiaba los recibimientos. Me era más grato que me tratasen como un guerrero de Elite que como el príncipe. —Encárgate de que este detrás de la puerta y hazla pasar cuando yo haya hablado con mis padres. —Si alteza—Me dedico una reverencia y camino en dirección a Ishtar. Anahí. Anahí. Observe por todos lados intentando encontrarla, era su costumbre esperar mi regreso desde el balcón, su cabello n***o como la noche se ondeaba con la suave brisa, ella era mi todo. Sin embargo esta vez no era la ocasión, el balcón estaba vacío lo que indicaba que mi madre tenía reunidos a todos en la sala del trono. Valla sorpresa. Con los soldados que se habían quedado conmigo en Tracia camine en dirección a la sala principal, las enormes puertas se abrieron dejando ver a mis padres. ¡Maldita sea! La sala estaba llena de toda la burocracia, con pasos decididos y sin inmutarme por la presencia de toda la Elite camine en dirección hacia mis progenitores, al llegar hice una reverencia a mi padre. —Hijo mío, al parecer haz traído nuevamente el honor a Persia—Mi padre se puso de pie sonriendo de oreja a oreja, extendió sus manos en señal de recibimiento— ¡Agradezco a los dioses que mi primogénito aun no conozca lo que es la derrota! Mi madre me miro con cariño, ella era muy diferente a mi padre en todo sentido, era mucho más cálida y sentimental en cambio el Rey era una roca hecha hombre, probablemente había heredado esa manera tan radical de comportamiento por su linaje. La concurrencia estallo en vitoreo y aplausos gozosos. Cuando mire sobre mi hombro la mire...Era ella. Portaba un hermoso vestido color blanco y me miraba sonriente, trague saliva, la noticia que estaba por dar le partería el alma, pero esta noche pensaba aclarárselo, su cabello estaba suelto, caía como una cascada sobres su espalda levemente desnuda por el diseño de su vestimenta. Centre mi mirada nuevamente en mi padre. —He cumplido tus ordenes padre, supongo que te has enterado que tenemos en nuestro poder territorio Babilonio—El asintió. —Los primeros soldados que regresaron a casa han hablado de lo que has hecho en Tracia, estoy orgulloso, destruiste a los enemigos y ganaste un aliado—Llevo las manos a su mentón—Me sorprendió la humanidad que mostraste esta vez, la misericordia no está en tu sangre Darian. Evite omitir su comentario y mire a mi madre. —Los reyes de Tracia han mandado regalos a mi madre—Las bandejas fueron presentadas ante ellas, su mirada de ilumino al ver la infinidad de telas y bordados que había en ellas. —Agradezco a los dioses que mi hijo allá regresado—Sus brillantes ojos verdes me miraron con amor, así era ella, una mujer sensible a pesar de la roca que tenía como familia—La próxima vez espero ser yo la que mande regalos a Tracia, han sido muy generosos. —Tracia es una ciudad muy rica en oro y bordados, ahora después de lo que has hecho se ha convertido en un aliado—Informo mi padre de manera calculadora. Negué con la cabeza. —Ahora Tracia es de Persia—Escuche las puertas siendo abiertas y el caminar unísono de los soldados tracios, mi madre miro con asombro la escena, lo que más llamaba la atención era ese cuadro de manta dorada que resguardaba a Ishtar—Padre, madre esta vez no he regresado solo del campo de batalla, he venido acompañado de la mujer que será mi esposa. Anahí. Intente no mirarla, no podía hacerlo, tenía que actuar de manera firme y no déjame quebrantar. Su dolor era mi dolor pero era necesario. — ¿Quién es ella? —Pregunto rápidamente mientras se ponía de pie. —La princesa Ishtar de Tracia. Los sirvientes se alejaron quitando poco a poco la tela dorada, Ishtar quedo descubierta ocupando la mirada de todos en la sala, era una mujer muy hermosa, camino con elegancia hacia mis padre y les dedico una reverencia. —Es un gusto conocerlos majestades—Mi padre la miro por unos segundos al igual que mi madre. —Nunca había mirado una belleza similar en ninguna parte de Persia—Dijo mi padre con una sonrisa—Es muy hermosa, haz hecho una buena elección. Mi madre en cambio camino en su dirección y la analizo por completo, esperaba que no la intimidara con sus preguntas. — ¿Cuál es el deber de una reina? —Cuestiono cuando estuvo frente de ella. —Estar ha lado de su rey y ser su fortaleza—Respondió inmediatamente. — ¿Qué es más importante la corona o la dignidad? —Ataco nuevamente. —La dignidad majestad, si la dignidad de una reina es corrompida la dignidad de la corona lo es por igual—Debía aceptar que estaba sorprendido por su manera tan perfecta de responder, aquellas palabras que salían de su boca era exactamente lo que mi madre quería escuchar. —Ser esposa de alguien como mi hijo no es tarea sencilla— ¡Madre! Esperaba que no comenzara con sus largos comentarios acerca de mi personalidad— ¿Qué piensas de él? Maldita sea. Ella pareció nerviosa por un momento ante esa pregunta, después de unos segundos pensando la respuesta sonrió. —Una mujer debe de aprender a conocer a su esposo, Darian tiene un carácter un poco complicado, pero sé que hay mucha cordura dentro de él, mi deber no es cambiarlo es conocerlo y ser su pilar en todo momento—Al parecer había hablado con lo poco que sabía de mí, pero a pesar de que tuvo pocas palabras parecieron ser suficientes para mi madre. —A partir de ahora dejas de ser la princesa Ishtar de Tracia para convertirte en la próxima reina de Persia—Ella sonrío, esas palabras bastaron para saber de qué había pasado la prueba con mi madre. — ¡Que todo Persépolis se entere que Persia ya tiene sucesora de la corona y que el Rey Ciro y la Reina Ranía tienen una nueva hija! La multitud estallo ante el anuncio de mi padre, sabía que no sería algo sencillo para Ishtar, mi madre a veces podía llegar a ser un poco malvada si se lo proponía, pero aquellas respuestas que había dado llenaban todos sus preceptos. Ahora solo tenía que enfrentar a Anahí quien me miraba con los ojos llenos de lágrimas. Perdóname mi amor.
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