Intento mantenerme al margen, me muevo con pasos discretos, casi invisibles, buscando ese refugio efímero que parece imposible de encontrar en medio de tanto ruido y flashes. No es que la atención mediática me fuera desconocida. Crecí con ella. Mi padre, con su éxito que siempre parece exigirle una foto más o un titular más; mi madre, cuya labor social es celebrada en la primera plana de los periódicos como si su generosidad fuera una marca registrada. Sí, ambos merecen sus reconocimientos porque trabajan duro. Había tenido mi dosis, suficiente para saber que cada sonrisa dirigida a la cámara, cada gesto amable frente a un lente, es un performance agotador. Y hoy no es diferente. La visita de los Rays parece un espectáculo montado a mi alrededor, y yo solo quiero escapar de ese circo. Me

