Farid veía el cuerpo de Ignacia ser cubierto por la tela fina de un suave camisón. Ella respirando hondo no apartaba su atención de los ojos de él. Él ya estaba acostado sobre los almohadones. Se aproximó, él extendió uno de sus brazos, ella se acomodó sintiendo los férreos músculos bajo su cabeza.
Él observaba fijamente al techo, ella suspiraba anhelando tocarlo al tenerlo tan cerca. Su ancho torso al descubierto; cada músculo perfecto expuesto a una ridícula distancia de sus manos, su piel tibia. La escasa luz de la ventana se filtraba iluminando tenuemente la habitación, pero siendo suficiente como para poder vislumbrar al hombre a su lado, que como en un ensueño se mostraba junto a ella.
Él se movió únicamente para cubrirla con las cobijas.
Ella notó cuando él cerró los ojos e in
