Capítulo 3 — Entre paredes

963 Palabras
Capítulo 3 — Entre paredes Laila: La paz había durado exactamente tres horas. Apenas me había sentado en mi sofá, con una taza de té caliente, en las manos, cuando lo escuché. No fue el típico crujido del edificio antiguo, ni el eco lejano del tráfico. Era mucho peor. Bryan. Un fuerte golpe resonó en la pared compartida, seguido por una risa ahogada y otro golpe, como si estuvieran moviendo muebles. Fruncí el ceño, dejando la taza a un lado. No, no iba a tolerar otra de sus noches ruidosas. Apenas había comenzado a procesar lo que había pasado, y ya estaba nuevamente invadiendo mi espacio, esta vez a través de las paredes. Me levanté de un salto y salí al pasillo. Caminé decidida hasta su puerta y, como de costumbre, no me molesté en tocar. Empujé la puerta entreabierta y lo encontré sentado en su sofá, sonriendo como si hubiera hecho algo brillante. Pero lo peor no era su sonrisa, sino lo que tenía en las manos: un martillo. —¿Qué carajos haces, Bryan? —pregunté, cruzando los brazos y apoyándome en el marco de la puerta. —¡Laila! Qué sorpresa —dijo con ese tono encantador que sabía que odiaba, aunque a veces funcionaba —Estaba haciendo mejoras. Ya sabes, después de la hipotermia y el desastre de esta mañana, pensé que un cambio de ambiente no vendría mal. Miré a mi alrededor. El caos era peor que en mi departamento; las paredes estaban llenas de marcas, como si hubiera estado martillando a ciegas, y una de esas marcas estaba casi traspasando hacia mi apartamento. —Estás demente —le quité el martillo de un tirón, sin darle tiempo a reaccionar —No puedes andar golpeando las paredes como si esto fuera tu casa de juegos. Si rompes esa pared, te juro que... —¿Qué? ¿Me vas a castigar? —preguntó, con esa sonrisa traviesa que hacía que mi paciencia colgara de un hilo —Aunque podría ser interesante, ¿no te parece? Lo miré fijamente. Ya lo había visto desnudo hoy, no podía sorprenderme más, ¿verdad? Pero Bryan siempre encontraba la manera de superarse. —Voy a castigarme —respondí con sarcasmo —por no haber dejado que te murieras de frío en el pasillo —Ah, pero entonces nunca habrías disfrutado de mi compañía. Ni de nuestro café compartido —se inclinó hacia mí, bajando la voz con ese tono que me sacaba de quicio. —¿Qué café? Tú rompiste mi cafetera, idiota. ¿Te parece gracioso? —me acerqué a la pared golpeada y pasé los dedos sobre uno de los agujeros —Y ahora pretendes destruir mi pared también. ¿Qué sigue, Bryan? ¿Tirar la puerta para poder entrar cuando quieras? —No te preocupes, aún no pongo cámaras ocultas en tu departamento —respondió, riéndose de su propia broma —Todavía no. —¡Bryan! —Tranquila, tranquila —levantó las manos como si quisiera calmarme —Era broma, Laila. No seas tan paranoica. Estoy decorando, eso es todo. —¿Decorando? ¿Tu idea de decoración incluye destruir paredes y hacer agujeros en el edificio? —Estoy colgando algunos cuadros —se encogió de hombros, como si eso explicara todo —Y pensé que sería divertido ver cómo se veían desde tu lado. Ya sabes, para mantener un sentido de... continuidad entre nuestros espacios. —¿Continui... qué? —lo miré incrédula —¡No me importa cómo se vean tus cuadros desde mi lado, Bryan! ¿Acaso te divierte espiarme? Porque si ese es tu plan, te aseguro que lo estás haciendo terriblemente mal. —No estoy espiándote... por ahora —respondió, guiñándome un ojo —Pero si alguna vez necesitas una segunda opinión sobre cómo se ve tu lado, ya sabes dónde encontrarme. —¿En un manicomio? —le respondí sin dudar —Porque ese es claramente el lugar donde perteneces. —Laila, no seas cruel —se acercó un poco más, lo suficiente como para que su presencia invadiera mi espacio personal —Sabes que me encanta nuestro tira y afloja. Y si rompo esa pared, tal vez podamos olvidarnos de tirar. Podríamos, ya sabes, solo aflojar. Di un paso atrás. —No quiero ver más de tus cuadros ni nada de lo que tienes colgado —le respondí, entrecerrando los ojos —Así que deja de arruinar las paredes. No necesito más razones para odiarte. —Oh, vamos. Sabes que no me odias. Lo disfrutas tanto como yo —dijo con esa sonrisa que me hacía hervir la sangre. Lo empujé suavemente hacia el sofá, antes de que las cosas se salieran aún más de control. Pero por dentro, sentía esa maldita tensión creciendo otra vez, esa sensación que no sabía cómo manejar cuando estaba cerca de él. —Te vas a dejar de tonterías y vas a dejar mi pared en paz, ¿entendido? —Entendido... pero solo si prometes que la próxima vez que te invite a mi lado de la pared, aceptes sin quejarte. —Te vas al diablo, Bryan —resoplé, dándome la vuelta y caminando hacia la puerta. —¿Sabes? Podríamos simplemente abrir un pasaje entre nuestros departamentos. Sería más fácil —gritó, y pude escuchar su risa, clara y burlona. Cerré los ojos, tratando de contener la frustración, mientras cerraba la puerta tras de mí con fuerza. Pero su voz me alcanzó, amortiguada por las paredes —Laila, deberíamos dejar esta pared abierta. Así, cuando te canses de pelear, siempre puedes cruzar directamente a mi cama, prometo usar la sábana que me regalaste. Cerré los ojos, conté hasta diez, y me prometí que la próxima vez, yo iba a romper esa maldita pared... con su cabeza.
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