Al final de la nota había un gran beso rojo, hecho obviamente por sus perfectos labios.
¡Maldita sea!, me digo a mi mismo, mientras no puedo parar de temblar, caigo de rodillas al suelo con la carta entre mis manos y comienzo a sollozar como no lo había hecho nunca en la vida, ni siquiera cuándo moría de hambre y frío en las oscuras calles.
He cosechado lo que yo mismo he sembrado, yo la transformé en esto, he terminado enamorado de mi obra maestra, lo más triste de todo es, que ella aprendió cada lección a la perfección como la buena estudiante que es. Ahora ella no tiene sentimientos, la enseñe a qué no debe amar, cuando yoe estoy ahogando en el amor que siento por ella.
Maldigo una y otra vez mientras mis hombros se convulsionan por el llanto.
Siempre había escuchado esa mierda de
