Afortunadamente las telas eran largas y eso me daba un poco de libertad y agilidad para moverme y tirar de ellas, aunque no pudiese tocarlo, tampoco estaba completamente inmóvil, y eso no hacía más que incrementar mi excitación.
Estar a la espectativa, aumentaba la sensibilidad de mis sentidos.
El Maestro recorrió mis costillas con ambas manos y se detuvo en el borde de mis braguitas, acariciando mi piel enfebrecida para luego tirar de la prenda hasta rasgarla. Gemí, gemi de sorpresa.
—Lo siento, pero ya me estorbaban— me dice con una sonrisa irónica a la vez que se encogió de hombros.
—Era una de mis favoritas— se quejo al mismo tiempo de lamo mi labio inferior.
—Te compraré otra para remediar el daño— me promete— voy a compensarte— asegura con una enorme sonrisa.
—En ese caso, serán otras, deben ser más de una para remediar el daño— le sonrio con picardía.
—Juro que tendrás todas las que quieras, Irina Roberts— Tomó el frasco de miel y luego me sonrió, entonces fue cuando separó mis piernas— Excelente vista— me acarició justo allí e inmediatamente me arranca un gemido— tal y como me gusta— sentí como la pegajosa miel se deslizó por mi piel, era una sensación extraña, sentirse empapada de aquello con textura pegajosa— a partir de hoy, este será mi postre favorito.— Me dijo con voz rasposa, grité al sentir como la lengua del Maestro me deleitaba con largos y ávidos lametones, grité sin vergüenza alguna mientras rogaba y clamaba por más, me importaba muy poco que estuviese cediendo el control absoluto sobre mi cuerpo, quería más y más, la sola imagen del Maestro inclinado entre mis piernas, ya bastaba para hacerme enloquecer. Él tuvo que sostenerme para controlar las convulsiones de mis caderas y mantenerme lo más firme al colchón. Se alejó justo cuando me encontraba al borde del precipicio y no pude contener una leve maldición, eran días esperando aquello, ansiando su boca contra mi, necesitaba mi culminación, lo necesitaba.
—¡Por favor!— gimoteo.
—Las seductoras no suplican por placer, Irina— me reprendió— ellas son quienes saben otorgarlo, no pierdas el control, si te he dejado al borde del clímax, debes controlarte, ya lo conseguirás.
“¡Si claro!, para él era muy fácil opinar desde su posición, veremos si opina lo mismo cuándo sea yo quien tenga el control, porque me aseguraré de ello”
Aquello fueron mis pensamientos de, mientras el Maestro se levantaba de la cama y tomaba entre sus dedos un cubito de hielo.
¡Oh rayos!
¿Qué se supone que haría con eso?
Doy un respingo cuando aquel cubito resbaló sobre mis erguidos pezones, las sensaciones que me producen son increíbles, se deslizó por el valle de mis senos y siguió bajando, rodeó completamente mi ombligo mientras todo mi cuerpo estaba erizado y tembloroso y los fuertes gemidos resbalaban sin control de mi boca. El Maestro se ubicó nuevamente entre mis piernas y no pude evitar gritar y tirar de las sábanas que sostenían atadas mis manos, cuándo el cubito de hielo tocó su justo allí, en dónde El Maestro había besado, mordido, succionado. Me retorcía de puro placer mientras mis manos atadas se crispaban, el contacto de aquello frío con mi piel enfebrecida me generaba descargas electicas a lo largo de todo mi cuerpo.
Él se deleitó mirandome, mirándo como mi cuerpo se contorsionaba ante las nuevas experiencias.
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DOMINIK. . .
Yo había sufrido varios días intentando controlar los sentimientos y pasiones que ella despertaba en mi con ese delicioso cuerpo suyo, pero ahora que la tenía a mi merced, y por decisión propia, estaba dispuesto a llevarla al límite y a prorrogar su placer hasta que ella no pudiese más.
Arroje lo que quedaba del pequeño cubo de hielo a un lado, el cuerpo de Irina estaba sudoroso, agitado y tembloroso, sonrío mientras la miro directamente a los ojos, su boca esta entreabierta dejando escapar algunos gemidos y su pecho bajaba y sube descontroladamente intentando calmarse.
Me arrodillo entre sus piernas, buscando la posición más cómoda, la tomo de las caderas elevándola hacia mi, presentándola como tributo de placer y sin esperar más me deslizó en ella de un fuerte empellón, ella dejó escapar un largo grito mientras su espalda se arqueaba, su cabeza iba atrás y sus manos se crispaban tirando con fuerza de su amarre.
Por mi parte cierro los ojos deleitándome en la increíble sensación que me proporcionaba el estar dentro de ella. Era como volver a casa después de un largo viaje, era como encontrar un oasis en medio del desierto, era una sensación magnífica. La forma en la que ella me recibe dentro de su ser, la forma en la que inconcientemente me succiona, como queriendo retenerme allí, llenándola
Comienzo a dar pequeñas embestidas entrando y saliendo con lentitud, mientras la perfecta boca de mi pupila se abre para jadear, provocando en mi, el deseo de incrementar mis embestidas me forma salvaje, lo que me obliga a hacer uso de todo mi autocontrol. Las embestidas lentas continuaron, de momento incrementaban para luego volver a disminuir, cuándo siento que Irina está a punto de alcanzar su culminación, sencillamente me detengo, ella parecía estar a punto de gritar de frustración, era obvio que necesitaba alcanzar la cúspide o se volvería loca, y lo sé porque yo me siento igual.
Allí estaba de nuevo embistiéndola con fuerza, se muerde el labio intentando no demostrarme lo que siente, pero no podía ganarme, soy un hombre experimentado, y cuando siento que su interior se contrae como muestra innegable de que el orgasmo estaba a punto de abrazarla, vuelvo a detenerme. Sin poder evitarlo lloriquea, yo siento mi corazón latir desbocado, la sangre golpeándome en los oídos, nuestros cuerpos enteros perlado en sudor, y ella frustrada. . . muy frustrada.
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Irina. . .
El Maestro debería prepararse, porque cuándo llegue mi turno, se vengaré y lo haría con creces, también le negaré su orgasmo.
Muevo mis caderas para instarlo, observo como cierra los ojos y apretaba con fuerza la mandíbula, decido moverme un poco más, pero él me tomó con fuerza de las caderas y me estampó contra la cama.
—No intentes provocarme, Irina— dijo con voz tensa— será cuándo yo lo decida.
—Sé que no debo. . . no debo suplicar, pero. . . por favor, hazlo, no. . . no aguanto más, Dominik.
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Dominik. . . .
Fijo mi mirada en su cabello humedecido pegándose a su frente, a su mejilla y a su cuello, sus ojos anhelantes, sus labios hinchados. . . ¡demonios!, ¡Irina es la seducción hecha persona!
Comienzo a embestirla nuevamente, allí estaban las malditas contracciones de nuevo, aprisionándolo en su interior, invitándolo a dejarse ir, haciendo hervir cada fibra de su cuerpo.
—¡RAYOS!— grito sin poder contenerme más, arremetiendo casi con violencia contra el cuerpo ardiente de Irina, ella arqueó la espalda sintiendo el inicio de la culminación del placer y cerró los ojos para acariciar y esperar la llegada de los estallidos, los múltiples colores y los fuegos artificiales— ¡Maldición Irina!. . . ¡mírame!— le grito y ella obedece— sus ojos eran más profundos que nunca, su cabello se pegaba a su frente, las gotas de sudor resbalaban por su cuerpo, y allí mirándole a los ojos ella gritó con vehemencia cuando por fin el tan anhelado orgasmo llegó golpeando su cuerpo. No puedo evitar gruñir como un animal enjaulado. Una. . .dos. . .tres embestidas más y caigo agitado sobre su cuerpo, con cuidado de no aplastarla, a los pocos minutos me giro quedándo acostado a su lado, sus pechos subían y bajaban desesperados.— Demonios, Irina. . . eso ha sido increíble.
—Sí. . . fue. . .fue increíble, Dominik— la miro a los ojos, era una imagen que quería guardar por siempre en mi memoria; la encarnación del deseo y el placer. Me encanta cuándo me llamaba por mi nombre, de cierta manera nos hace sentir cercanos.
Me incorporo en la cama y desato sus muñecas, dándole la libertad de la movilidad. Ella dejó caer sus agotados brazos a sus costados, y nos quedamos en silencio largo rato, acariciando los espasmos, réplicas del increíble orgasmo que habíamos experimentado.
Después de lo que pareció una eternidad, me atrevo a romper el silencio.
—Mañana deberé comprarte otra píldora— le digo para tranquilizarla.
—No hace falta, ya me ocupé del asunto hace unos días. Cuando a Mi Maestro le dio por jugar al desaparecido— me sonríe y algo que no sé diferenciar qué es, se mueve en mi pecho.
—Es bueno saberlo, como te dije, no deseo usar el maldito condón. Al menos no contigo, querida Irina— la miro fijamente— me encanta la sensación de piel con piel, de tomarte sin ninguna restricción.
—Lo sé, porque a mí también me encanta y no desearía que fuese de otra manera— me asegura.
—Estás increíblemente hermosa después de un orgasmo— le susurro con voz ronca, no puedo evitarlo, pero vuelvo a sentir necesidad de ella.
—Ohhh— me sonríe pícara— pienso estar increíblemente hermosa muchas veces ésta noche— se subió a horcajadas sobre mí, despertando todas las fibras de mi piel— voy a cobrarme los días de ausencia Maestro, me compensará por el abandono— le sonrio— me cobraré este par de noches sola, deseando que me toques, esperándote en mi habitación, soñando con tenerte en mi interior, te castigaré con una noche sin descanso.
¿Y ella creía que ese era un castigo?, para mí era la gloria, soy un adicto a ella, y temo, que sin remedio alguno, que me castigará con sexo, sonaba más a recompensa.
Ella se inclinó sobre mí y sus senos acariciaron mi rostro, cuándo se enderezó nuevamente, pude apreciar los trozos de tela en sus manos.
—Es mi turno de jugar, Maestro— sonrió ampliamente.