Un nuevo día inicia y me siento feliz de la increíble no he junto al Maestro, últimamente dormimos juntos muchas veces, si bien yo no voy a su habitación, otras veces él es incapaz de resistir la tentación de venir a la mía, en vista de eso, las noches en su compañía han sido muchas.
Después de desayunar salgo al jardín en busca de un poco de paz. No han pasado ni diez minutos cuando suena mi celular.
—Hola, guapo— respondo con una gran sonrisa en los labios.
—Hola, hermosa— me dice en el mismo tono— ¿cómo amaneces?
—Oh, de maravilla. Ni te imaginas lo bien que dormí— una sonrisa pícara se dibuja en mi rostro.
—Qué bueno, princesa— me responde feliz, completamente inocente— ¿ qué harás hoy en la tarde?
—Nada, a menos de que tengas planes.
—Sí que tengo planes. ¿qué te parece ir al cine?, te he comprado un collar precioso.
—El cine suena fantástico. ¿Collar?— sonrío— ¿es hermoso?
—Es genial. Te enamorarás de él. Tiene un inmenso rubí. Paso por ti a las tres.
—Es una hora perfecta.
—¿Crees que Dominik tenga algún problema con que salgamos unos días?
—No lo sé— frunzo el ceño— ¿a dónde piensas llevarme?
—A nuestra casa de campo. Iremos toda la familia, mi madre aseguró que estaría muy feliz si nos acompañaras, ya sabes cuánto te quiere, Y mi padre no deja de asegurar que eres la chica más hermosa que ha conocido. De hecho mi madre suele bromear con que está un poco enamorado de ti— río ante su comentario.
—Lo consultaré con Dominik.
—Genial, nos iríamos dentro de cuatro días y volveríamos en una semana.
—Lo pasaremos genial— le aseguro.
—Lo sé, hermosa— su tono dulce produce varias sensaciones en mí, creo que le tengo gran afecto a Tobias— quedamos entonces a las tres?
—Si, guapo. A las tres.
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Aquella noche con mis piernas enrolladas con las del Maestro y una de mis manos acariciando su pecho, me animo a comentarle.
—Maestro. . . Tobias, me ha invitado a la casa de campo con su familia— inmediatamente su cuerpo se tensa— ¿Debería aceptar?
—¿Deseas ir?— su voz es suave, pero reconozco un pequeño tono de enfado en ella.
—Si— respondo sincera— me agrada la casa de campo. Creo que podría pasar unos días diferentes al aire libre. Me complace compartir mis noches contigo pero. . . paso la mayor parte del día sola.
—Eso no es del todo cierto. Aquí no dejan de llegar pretendientes con invitaciones a diferentes lugares, y Tobias es el más persistente. Te llena de regalos y diversos presentes, vas a muchos lados con él. No estás completamente sola.
—Lo sé, pero. . .
—Tobias, te trata como se trataría a una novia— dice firme y es mi turno de tensarme. No es eso lo que quiero. No quiero un novio, las seductoras no los tenemos.
—No lo creo. Siempre le he dejado claro que solo tenemos una amistad.
—Los amigos no comparten arduos besos como los que ustedes se dan— veo como su ceño se frunce. ¿Estará celoso?, esa idea cruza en mi cabeza y la descarto con la misma rapidez con la que apareció.
Es absurdo.
Completamente absurdo.
—Solo son besos— me defiendo encogiéndome de hombros— debo practicar mis tácticas de seducción.
—¿Solo besos, Irina?, ¿segura que no ha habido nada más?
—Completamente segura. Solo han sido besos, a nadie más que a ti le he permitido acceso a mi cuerpo. He sido solo suya, Maestro— lo miro directamente a los ojos y veo como su semblante se relaja. Siguiendo un impulso lo beso con pasión y después de unos minutos me hace girar con brusquedad y queda sobre mí, separo mis piernas para que pueda acomodarse entre ella, él me mira directamente a los ojos por largo rato. No dice nada, el silencio es el rey del momento, hasta que grito extasiada cuando lo siento deslizarse dentro de mi ser. Es tan salvaje y pasional que siento como si de cierta manera estuviese reclamando mi cuerpo, marcando un territorio que solo a él le pertenece.
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Dominik. . .
Hace una semana que Irina se fue al campo junto con toda la familia de Tobías, intento evitarlo y negarlo pero la sangre hierve en mis venas nada más de imaginarla junto a él y toda esa familia, compartiendo tranquilamente y respirando el aire del campo. He intentado convencerme de que lo que siento es preocupación, pero temo que intento engañarme a mí mismo.
Irina despierta en mí una serie de extraños y contradictorios sentimientos, sentimientos que nunca tuve con anterioridad y que no sé cómo manejar.
Mis noches son amargas y transcurren en vela, mientras la habitación se llena de las maldiciones que profiero al no tenerla a mi lado otorgándole calor a mi cuerpo. Debo darme constantes duchas para intentar relajar mi cuerpo, maldigo y vuelvo a maldecir, esta casa no es la misma sin ella. Extraño sus conversaciones, su risa, su sarcasmo y hasta su seguridad en sí misma.
Pero no. No puedo seguir así, he recibido múltiples invitaciones y llamadas de Malena, no puedo seguirme permitiendo sentir esto que trastorna mi cabeza, debo arrancarme el aroma de Irina Roberts de la piel y no hay mejor forma de hacerlo que haciendo que se impregne del olor de otra. Así que sin dudarlo marco el número de Malena y al tercer repique atiende.
—Hola, hermoso. Pensé que jamás volverías a llamarme.
—He estado algo ocupado— miento y hablo lentamente logrando que mi tono de voz sea más ronco y más seductor.
—Me imaginaba algo así— se queja en tono lastimero puedo jurar que en ese preciso instante hacia un ridículo puchero puchero— ¿cuándo te veré?— me dice en tono meloso.
—Hoy mismo— digo rápidamente— te esperaré en mi casa a eso de las tres, saldré temprano de la oficina.
—Eso suena fantástico. Mi cuerpo ya te extrañaba— ríe coquetamente.
—Hoy quedaras saciada. Lo prometo y sabes que yo . . .
—Nunca faltas a una promesa— termina la frase por mí y sonrío, no se puede negar, Malena me conoce, al menos un poco.
—Así es. Te espero.
—Allí estaré— me responde cortando la comunicación.
Maldigo mentalmente porque sé que no es a Malena a quién quiero en mi cama. . . allí solo quiero a una mujer, a la misma que intenta calarme los huesos, a la que no le permitiré que cambie mi estilo de vida, porque enamorarse está prohibido y porque no seré precisamente yo quien rompa mis reglas con Irina.
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Bajo del auto después de despedirme de todos, aún así me despido con un gesto de la mano mientras el vehículo se alejaba. Tomo mi maleta y entró a la casa. Había pasado una semana increíble, el aire del campo le había hecho muy bien, allá se había sentido libre y llena de vida.
La familia de Tobías me había tratado excelente, cómo a una hija más, llenándome de cariño y consideraciones, pero ya era tiempo de volver a casa, de volver a mi vida. Aunque hubiese querido negarlo extrañaba mucho al Maestro, no era lo mismo estar sin él y lo necesitaba con urgencia.
Durante aquella semana Tobias, me había tratado con adoración absoluta, me había besado con veneración, como si mis labios fuesen el manjar más exquisito, en un par de oportunidades quiso seguir más allá de besos y caricias superficiales, pero se lo había impedido. Por más que lo intentara no podía. Sus besos eran magníficos y sus caricias avivaban mi piel, pero aquello no era nada en comparación con lo que me hacía sentir El Maestro.
Meto mis maletas a la casa y me extraño de que la chismosa de Patricia no hubiese salido a recibirme con una de sus frases sarcástica. Pero mejor así, venía realmente agotada y un enfrentamiento con ella era lo último que necesitaba, de hecho lo que más ansiaba en ese momento era ir a su habitación y descansar, debía estar fresca y descansada para la bienvenida que de seguro le daría El Maestro aquella noche. Dejo mis maletas junto a la puerta, ya me encargaría de que alguien las subiera. Así que me dedico a subir las escaleras para ir a mi habitación.
Al llegar a la parte superior un escalofrío acompañado de ira me recorrió, ¿era aquello un maldito deja vú?, esto ya ella lo había vivido.
Mi cuerpo se tensó al escuchar los fuertes gritos de placer que salían de la habitación del Maestro, acompañado de los gruñidos de él, mis ojos se empañaron de lágrimas y parpadeo varias veces para ahuyentarlas.
¡NO LO PODÍA CREER!
Sencillamente no lo podía creer, el muy cretino estaba teniendo sexo con otra, en la misma cama en la que lo hacía conmigo. Siento que la ira se apoderaba de mi y quiero gritar de frustración mientras los escucho gritar, gruñir y gemir.
¡Malditos!
Pienso sin importarme quién diablos fuese esa mujer. Camino decidida hasta llegar a mi habitación. Me arrojo a la cama, con las lágrimas de humillación quemándome los ojos.
Yo estuve huyendo de Tobías toda la semana, no le permití ir más allá, pero él no era capaz de esperarla.
¿Es que acaso no soy suficiente para él?
¿Es que tanto le costaba estar unos días sin sexo?
¿Habría sido igual toda la semana?
¿Se la había pasado él, todos estos días en compañía de otra u otras mujeres mientras ella solo anhelaba regresar para estar entre sus brazos?
¡Imbécil, Irina Roberts!
Me reprendo a mí misma. En aquel preciso instante odiaba al Maestro y una increíble sed de venganza se apoderaba de su cuerpo.
¿Qué tal sería darle una cucharada de su propia medicina?
¿Me atrevería ella a pagarle con la misma moneda?
Unos fuertes gritos llegaron hasta mi en aquel momento, de seguro se escucharían en toda la casa. Me giro hasta quedar de lado sobre la cama mirándo a través del ámplio ventanal, aprieto los labios con fuerza mientras aseguro que el Maestro conocerá las consecuencias de provocarme.